OPINIÓN

Rodri ya es el mejor mediocentro español que he visto

Rodrigoy Emre Can forcejeanen el España-Alemania de cuartos de final. /EFE
Rodrigoy Emre Can forcejeanen el España-Alemania de cuartos de final. EFE

Reconozco que cuesta horrores regresar a tus mejores tiempos para cuestionar aquello que parecía inalterable. Supone volver donde siempre habías vivido para reconocer, con pesadumbre, que la nevera que tienes ahora es mejor, no más bonita ni especial, sino mejor. No todo lo de antes fue siempre mejor, aunque exista una pátina nostálgica que amenace con desbrozar cualquier atisbo de ruptura, de elogio a lo contemporáneo. Hay quienes se resisten, por ignorancia o incapacidad, a aceptar que no todo aquello que custodian como su mayor tesoro tiene que permanecer siempre en el mismo punto, sin cambios. Rodri Hernández, ahora en plena madurez y ascendencia, amenaza con poner un espero allí donde creíamos que nunca lo habría. ¿Es ya el mejor mediocentro español que habéis visto?

El futbolista del Manchester City lleva tres años siendo el jugador más influyente del mejor equipo (y el más regular) del mundo. Su nivel de ascendencia, determinación y volumen permitieron que lograse el récord europeo siendo el jugador con una mayor longevidad invicta, con 74 partidos consecutivos sin perder con su equipo. Era no estar disponible y el equipo, que parecía funcionar como un acordeón, dudaba y entraba en pánico. Y esto sucede porque la trascendencia de Rodri ha superado la etiqueta, quedándosela pequeñísima en su pulsión de mandar. Rodri es un mediocentro, interior y a ratos mediapunta, porque lo suyo es acompañar el juego en cada fase, marcándolo con sus letras sin importar la altura o escenario. Domina de la misma forma el círculo central que la frontal rival.

Sergio Busquets apareció en la élite como un rara avis. Un centrocampista delgado, una mantis religiosa que era Dios jugando al primer toque, con sus patas de palo y sus pies cortados por una mente astuta, superior, en un fútbol de salón que dominaba sin necesidad de experiencia, acompasando sus movimientos a la tiranía de Xavi, que era el jefe, y más adelante a los de Messi. Sergio, en realidad, siempre fue el mejor del mundo generando contextos ganadores en tres metros, el más hábil para eliminar presiones con una finta o un regate en seco, sin moverse. En medio metro, lo suyo era magia. Pero si ampliamos el campo, si trazamos una cota de dominio en un radio mayor, Busquets no llega a la brillantez de Rodri, sus dominios puede que sean más bellos, pero no tan vastos.

El del City viene de firmar 9 goles y 14 asistencias este curso, porque su innovación al juego reticular de Busquets o al bombeo de Xabi Alonso, es el de instalarse en una cumbre, trasladando las reglas del juego a otra dimensión. Los equipos de Busquets serían los más fuertes en 10 metros, los de Alonso en su capacidad de ampliar el juego, de hacerlo largo sin perder control, y los de Rodri directamente han pasado a jugar en los últimos 25 metros, expandiendo la frontal como un pasto enorme. Desde allí, Rodri es diferencial: pase, disparo y anticipación, como si su cuerpo hubiese sido construido desde la alquimia, produciendo así un físico y una técnica casi perfectos. Hasta el mejor de los centrocampistas tiene debilidades, y aunque Rodri no tenga la brillantez ni el estilo de los mejores, ¿Cuál es su talón de Aquiles?

Es realmente difícil que un mediocentro, no un interior, domine la Champions League, una competición que premia otro tipo de perfiles. Así lo han demostrado Luka Modric, Toni Kroos, Xavi Hernández o Andrés Iniesta desde 2009. En cambio, Rodri constituye una anomalía porque el óbice que supone las eliminatorias, ese enjambre de dudas y errores, ha sido traducido por el mediocentro español como si debajo de las alocadas líneas de la Champions él situase una pauta para justificar el texto: cada línea recta. Cada cosa en su sitio. Ha dominado de la misma forma ante el Bayern, en un partido más abierto y de duelos, como plegando al Real Madrid sobre su regazo, instalándose en la frontal en un ejercicio de dominancia pocas veces visto. O ante el Inter, en una final fea y desaliñada donde él puso el gol y el temple. Rodri es al fútbol lo que el capitalismo a nuestras vidas, una fuerza imparable que traduce la diferencia en riqueza, lo distinto en homogéneo. No hay escenario que no domine.

Esto se aprecia en que mientras Alonso o Busquets tuvieron lunares reconocibles, en Rodri no se aprecian, o hay que escarbar mucho para encontrarlos. A sus 28 años, el del City ha llegado tardísimo a la Selección (esta Eurocopa es su primer gran torneo como jerarca), lo que no hace sino ahondar en su condición de prodigio tardío, certificando así que los centrocampistas tienen su tiempos y edades, y que antes de llegar a la cima tuvo que soportar una corrección importante en sus primeros cursos en Mánchester (fue suplente en la final de Champions de 2021).

Busquets nació bendecido y con 22 años ya era campeón del mundo y de Europa. Sus letras se repiten junto a las de Xavi e Iniesta, y hacerlo con ellos, repetirlo de una tirada, tiene un poder impresionante. Nadie superará la patria que fue nuestra juventud, y ellos la conforman con una autoridad inalterable. Pero si somos honestos, a veces lo que medimos no es tanto aquello que es mejor o peor, sino la belleza o la grandeza, palabras grandilocuentes e inescrutables. Y me parece bien que así sea, porque el fútbol, al fin de cuentas, no deja de ser lo que para cada uno sea. Eso sí, Rodrigo Hernández puede que para muchos no sea mejor que las divinidades de su infancia o adolescencia, pero habrá que decir que cuanto menos no es peor que ninguna de ellas.