OPINIÓN

Ni se os ocurra protestar

Mapi León, Kenio Gonzalo, Patri Guijarro y Leila Ouahabi durante un entrenamiento de la Selección española. /EFE/ J.Sirvent
Mapi León, Kenio Gonzalo, Patri Guijarro y Leila Ouahabi durante un entrenamiento de la Selección española. EFE/ J.Sirvent

Dentro de algunos años nos echaremos las manos a la cabeza con lo que ha sucedido esta temporada con la Selección femenina de fútbol. Un grupo de jugadoras ha tenido que renunciar a disputar un Mundial tras reivindicar cambios en la estructura de fútbol femenino de la RFEF: "Queremos una apuesta decidida por un proyecto profesional".

Ante semejante petición, la reacción, por las consecuencias y las declaraciones de unos y otros, deslizaba una idea clara: "Ni se os ocurra protestar". ¿Cómo se atrevían a reclamar algo cuando hace años no tenían nada? Ninguna de las instituciones deportivas de nuestro país les preguntó qué era lo que ocurría. Se optó mejor por trasladar que son unas niñatas, chantajistas o que un grupo de jugadoras no puede aspirar a cambiar al entrenador.

Pero no, no se trataba de eso. Sólo hace falta repasar la estructura del fútbol femenino en nuestro país. Está liderada por Rafael del Amo, presidente de la Federación Territorial Navarra y vicepresidente de la RFEF. Comenzó como entrenador de voley y atletismo en Tafalla, aunque su principal conexión fue con el fútbol. Durante diez años dirigió al Peña Sport FC, un club que en la máxima categoría que ha competido ha sido la extinta 2ª B. Es decir, no ha tenido contacto alguno con el fútbol profesional, y mucho menos femenino. 

Un escalón por debajo está la Directora de Fútbol Femenino de la RFEF. Toda la experiencia de Ana Álvarez gira en torno al marketing, departamento del que fue directora en la RFEF y en la Liga Nacional de Fútbol Sala. Pero nunca en fútbol profesional y menos femenino.

Como director deportivo y entrenador figura, Jorge Vilda. Veinte años dedicado al fútbol, como aseguró en la rueda de prensa de este lunes, pero ninguno en el fútbol profesional hasta su llegada a la Selección femenina absoluta. En 2010 llegó a la RFEF procedente del Canillas de la mano de su padre, Ángel Vilda, con quien formó el tándem perfecto. Ángel estaba al frente de la sub-19, mientras que su hijo se encargó de la sub-17.

Es más, desde la creación de la sección en 1983, la Selección femenina absoluta sólo ha tenido tres entrenadores por catorce de la masculina en los mismos 40 años. Disculpen que tire de comparativa, pero el dato es indiscutible.

En definitiva, tres personas para cuatro cargos, ninguna de ellas con experiencia previa en el fútbol profesional. ¿Les deja de sorprender ahora la reivindicación de nuestras jugadoras? ¿Entienden que la mejor generación de futbolistas de nuestra historia aspirara a que la apuesta por su deporte mejorara para conseguir los objetivos próximos?

Ante tal situación, entiendo aún menos la falta de apoyo que han soportado estas futbolistas según se ha ido desarrollando la trama. ¿Cómo puede un país admitir que ninguna de las instituciones les haya preguntado qué ocurría? ¿Cómo podemos aceptar que siete jugadoras renuncien a la cita deportiva más importante de su carrera por reivindicar respeto por el fútbol femenino?

Creo que de alguna manera somos todos cómplices de una injusticia que se ha querido reducir a una pataleta. ¿Puede haber algo más evidente de la falta de compromiso con nuestro fútbol femenino que resumirlo como tal? ¿No hay mayor deshonra, en lo que al deporte se refiere, que finalmente siete de las mejores jugadoras de España hayan renunciado a representarnos en un Mundial por intentar tener una estructura acorde a ese fútbol profesional del que tanto se habla y que nadie les haya hecho ni el más mínimo caso?

Filtraron sus emails, cuestionaron los motivos, juzgaron sus formas y sus tiempos, pero nadie, absolutamente nadie, les preguntó qué pasaba. Las únicas reuniones fueron con los sindicatos o, en el último mes, con una representación federativa que lo único que buscaba era el menor daño colateral para la institución. Este lunes quedó claro.

Entiendo, incluso, a aquellas que, ante tal callejón sin salida, entre la espada y la pared, decidieron rectificar su decisión. No son menos valientes ni han traicionado al resto, simplemente su decisión fue diferente. Porque no, una vez más no se puede poner la responsabilidad sobre ellas. 

Pero queridas Mapi León, Patri Guijarro, Claudia Pina, Lola Gallardo, Ainhoa Moraza, Nerea Eizagirre y Amaiur, hay algo más valioso que disputar un título mundialista: la dignidad. Y vosotras habéis dado una lección.