Esta vez no se tenía que haber llegado al milagro del Real Madrid...

Pues sí. Otra vez. Como si fuera fácil. Como si la historia estuviese escrita antes de tiempo. Como si tuviera que adelantarse el rival para dar la vuelta al marcador y conseguir el objetivo, que en este caso no era otra que plantarse en la final de Wembley donde puede caer la Decimoquinta. Este eterno Real Madrid se pasea por el alambre como si fuera el campeón del mundo y el campeón olímpico de funambulismo. Hace unos años, contra el City, Rodrygo saltó al campo para hacer dos goles en 89 segundos, en esta ocasión Joselu ha hecho lo mismo pero en 163.
Una constante a lo largo de la temporada. Ancelotti siempre ha tenido cerca un bombero de turno para apagar el fuego de la derrota o el empate en el momento oportuno. Un día era el propio Joselu, otro Brahím, otro Lucas... La realidad es que analizando en esta ocasión el Real Madrid no había tenido que haber llegado al milagro nuestro de cada año. Había sido muy superior al Bayern a lo largo de todo el partido. En juego y en ocasiones. Había mandado en la primera media hora y durante casi toda la segunda parte. A los de Múnich les había mantenido vivos las paradas de Neuer. Y fue, precisamente, un error de su extraordinario portero quien les mandó a las catacumbas de la derrota. Así es el fútbol.
𝐄𝐒𝐄𝐋𝐑𝐄𝐀𝐋𝐌𝐀𝐃𝐑𝐈𝐃.
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El dicho popular dice que las victorias no se merecen. Se consiguen o no se consiguen. Pero este Madrid había acumulado méritos para no tener que recurrir a última hora a la magia de su estadio. La noche siguiente a que Mbappé pasara inadvertido por el Parque de los Príncipes, Vinicius se mostró omnipresente, pletórico. Pocos delanteros tienen el fútbol actual tanta influencia en ataque como él. Percute y percute. Repite esfuerzos, machaca al lateral hasta noquearle. Kimmich, que no desconoce los secretos de la posición, aunque sea mejor centrocampista que zaguero, acabó aturdido de tanto girar el cuello para un lado y para otro. Vinicius en carrera es imparable. Volvió a su banda natural y multiplicó sus acciones de desborde hasta convertirse en el hombre del partido.
Al final tuvo que compartir el premio con Joselu, pero seguro que no le importa. Él fue el héroe durante ochenta y tantos minutos... los otros tres se los merece Joselu. ¡Que nadie se los quite!