La desesperación de un niño sin poder jugar al fútbol año y medio por culpa de un papel: "Me hacía desconfiar de todo el mundo"
Thiago Insfran, un argentino de 10 años, no podía competir al no tener el permiso de residencia.

Hay veces en las que no hace falta vestirse de corto para sentirse futbolista. Hay veces en las que uno no necesita ponerse las botas cada fin de semana para sentir la adrenalina del balón rozando tus pies. Porque hay veces que aunque escuches repetidamente tu nombre en la lista de los no convocados, sabes que el fútbol te pertenece. Thiago Insfran, un chico argentino, así lo sentía.
Tras casi año y medio sin poder jugar al no tener en regla su permiso de residencia en España, (desde 2001 la FIFA exige una autorización de residencia a los pequeños que quieran jugar al fútbol lejos de sus fronteras con el objetivo de proteger a los menores, capítulo VII "Transferencias internacionales de menores de edad"), el pasado 13 de enero, Thiago, de sólo 10 años, pudo por fin pisar el césped con la camiseta del Unión Adarve. "Cuando le vi saltar al campo con el resto de sus compañeros... tenía ganas de llorar. Pero llorar de felicidad. Desde que llegó al equipo, a finales de agosto, no ha faltado a un sólo entrenamiento, aún sabiendo que el fin de semana no iba a jugar. Tardaba casi hora y media en metro. Se hacía duro cuando los jueves daba la lista de los no convocados y él ya sabía que su nombre estaba ahí", cuenta a Relevo Natalia Canelada, entrenadora del pequeño en el alevín del Unión Adarve.
Porque la historia de Thiago es la de una familia humilde que no bajó los brazos hasta conseguir ver sonreír de nuevo a su hijo en un terreno de juego "Hemos consultado a abogados deportivos, a abogados de migración… He llamado incluso a la Federación para enterarme bien de si mi hijo podía jugar o no. Ver a Thiago desesperado me hacía desconfiar de todo el mundo", confiesa Yesica Galeano, madre del niño.

Naturales de Lomas de Zamora (Argentina), Thiago y sus padres aterrizaron en Madrid en el año 2019. "Primero llegué yo sola y meses más tarde vinieron Thiago y su padre". Un 'loco' del balón, sus primeros pasos en España comenzaron con sabor agridulce en el A.C.D Fátima de Carabanchel. Unos problemas con su permiso de residencia impedían que el menor pudiera disputar encuentros con el resto de sus compañeros. "Pasó de estar jugando todos los fines de semana en Argentina a sólo poder entrenar. Fue muy duro para él y decidimos apuntarlo en otro equipo", relata su madre. De ahí se marcharon al Atlético Pan Bendito. "Una señora inmigrante fue la que me dijo que lo apuntara ahí, que con el pasaporte era suficiente".
La llamada del Rayo... que terminaría en otra pesadilla
En el Atlético Pan Bendito, durante dos temporadas, Thiago volvería a sentirse futbolista de pleno derecho. Celebrando los goles como su ídolo, Leo Messi, de manera inesperada una noticia despertó la ilusión de toda la familia. "Vinieron a verle del Rayo Vallecano. Nos dijeron que estaban interesados en él. Le explicamos toda la situación. Que estaba jugando con pasaporte porque aún no tenía el permiso de residencia y nos dijeron que eso no supondría ningún problema. Imagínate lo que significaba para Thiago jugar en un equipo como el Rayo".
Lo que meses atrás parecía inalcanzable ahora se hacía realidad. Pero el sueño duró poco. El tiempo que tardaron en aparecer de nuevo los fantasmas del pasado: otra vez Thiago se quedaba fuera del equipo por no tener todos los papeles. "Fue un palo durísimo para él". Pudiendo únicamente entrenar con el resto de sus compañeros, Thiago volvió a demostrar una madurez impropia para su edad. Sin faltar a un sólo entrenamiento y animando cada fin de semana a los suyos desde el banquillo, los torneos se convertían en la única vía de escape para el argentino. "Cuando le cambiaban se ponía a llorar. Lo dejaba todo en el campo. A veces incluso salía lastimado por esa ansia de recuperar los minutos que no podía jugar en la liga. No fue fácil para él".

Ante la imposibilidad de poder alinear al pequeño, el Rayo decidió no renovarle a final de la pasada temporada. "Fuimos explicándole a Thiago que esto podía pasar. No tenía que sentirse mal porque no se marchaba porque fuese malo, sino por un tema burocrático".
La sorpresa más especial con la camiseta del Unión Adarve
Abandonando el club de la franja con sentimientos encontrados, el Unión Adarve se convertiría en el nuevo destino del jugador. "Al ser un club semiprofesional (el primer equipo juega en Segunda RFEF) le dijimos a su madre que no sabíamos si aquí iba a poder jugar sin el permiso de residencia. Le dimos la opción de que si esto sucedía le ayudaríamos a encontrar otro equipo", cuenta Natalia, su entrenadora.
Con la esperanza de que los trámites se aceleraran, "era al único de la familia al que únicamente le faltaba la autorización de residencia", los primeros meses volvieron a ser complicados. "Todos los días nos preguntaba qué cuánto le quedaban a sus papeles", recuerda una madre que ya no sabía qué decirle a su hijo.
Tras muchas preguntas y sintiéndose únicamente futbolista durante los entrenos, el ansiado permiso de residencia llegó en diciembre y con él un hilo de esperanza. "Nos tiramos todas las navidades esperando que la Federación nos aprobara toda la documentación", confiesa la entrenadora. "Todos los días le escribía a mi coordinador para preguntarle. Pero qué va, no llegaba. Ya pensé que no iba a poder jugar".
Y como un regalo caído del cielo, el pasado 8 de enero se produjo la llamada que todos estaban esperando: Thiago podía jugar. "Su madre nos propuso la idea de que le diésemos la sorpresa el mismo día del partido, el 13 de enero. Me inventé una historia y les dije que un niño del B iba a venir a jugar con nosotros. Le pedí a Thiago, que el día del partido, que trajera su camiseta para que se la prestase a ese supuesto compañero. Él me dijo que claro, que se le dejaba. Que iba a darle suerte".
Sólo los capitanes estaban al corriente de lo que se estaba organizando. Niños de 10 años que se comportaron como auténticos veteranos. "Uno de ellos propuso la idea de que Thiago llevase el brazalete de capitán. Sabían por lo que había pasado y querían recompensarle todo ese compromiso que siempre había demostrado", apunta orgullosa Natalia.
Y llegó el 13 de enero. Aquella mañana Thiago entró a los vestuarios como cualquier sábado normal. Adornadas todas las paredes con fotos y frases motivadoras, ("esperar puede ser difícil, pero cuando se trata de algo que amas, cada segundo vale la pena") el pequeño descubre que por fin está apto para jugar. "Empezó a gritar como un loco", recuerda emocionada su madre. "Se quedó un shock. Todos los compañeros empezaron a abrazarle. Fue una sensación que no voy a olvidar jamás", cuenta Natalia.
Titular en aquel partido, Thiago anotó uno de los goles de su equipo. El resultado esa vez fue lo de menos para quien nunca dejó de luchar para conseguir su sueño. Porque Thiago, que tiene un problema de audición y necesita jugar con audífonos, es el claro ejemplo de quien siente el fútbol bajo cualquier circunstancia. "Por ver la cara de mi hijo aquel día todo ha merecido la pena". Con el '14' a la espalda, seguro que a Thiago se le escapa una sonrisa cuando este sábado salude a sus padres desde el césped. "Se lo merece".