CASO RUBIALES

Si el juicio de Rubiales te ha parecido un teatro es porque lo es, pero todos son así: "El testigo te agradece que lo prepares"

Dos abogados penalistas de reconocido prestigio relatan lo que han observado en las sesiones del mediático juicio al expresidente de la RFEF.

Luis Rubiales junto a su abogada Olga Tubau. /EFE
Luis Rubiales junto a su abogada Olga Tubau. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

En la sala de audiencias el juez observa los acontecimientos como si de un teatro se tratase. En el caso del juicio a Luis Rubiales todo el mundo está pendiente, pero la representación está pensada para una sola persona, José Manuel Clemente Fernández-Prieto, el magistrado de lo penal que tomará la decisión final. Acudir al teatro para explicar un proceso así puede sonar a figura literaria, pero es bastante más real de lo que la mayor parte de la gente piensa. Muchas de las cosas que suceden en la sala están medidas y habladas de antemano.

"Normalmente, si las defensas son gente normal, con la cabeza encima de los hombros, se coordinan. La defensa en este caso está muy condicionada por lo que dice Rubiales, y las defensas plantean los interrogatorios de una manera coordinada. Eso es lo normal cuando los profesionales saben lo que se hacen", explica a Relevo Javier Melero que cuenta con una larguísima hoja de servicios como abogado penal en la que se incluye el caso más mediático de los últimos lustros en España, el del proces independentista.

El hecho de que Olga Tubau haya centrado todas las miradas tiene, por supuesto, una parte que reside en ella, en sus formas y capacidades, pero también está de algún modo condicionada por su posición preeminente dentro de las defensas: ella es la abogada de Rubiales y el expresidente de la Federación es el acusado principal. Eso tiene una importancia que no llega a marcar una jerarquía, pero sin duda sí unos determinados modos en el proceso. Está casi obligada a llevar la voz cantante.

"Alguien tiene que llevar la iniciativa. En un juicio tú tienes que fijarte en quién pregunta primero, porque cuando el Fiscal acusa establece una prioridad y un orden, empieza siempre por el principal acusado y de ahí va bajando. En un juicio nos situamos tanto los acusados como las defensas por ese orden, está obligado. Es importante porque quien pregunta primero tiene la iniciativa y puede preguntar de todo, si yo soy la tercera o la cuarta defensa ya no puedo preguntar lo que ha salido, no se puede repetir", explica Pedro Colina, penalista de gran prestigio que también ha ejercido en casos muy mediáticos y ejerce en el Bufete Choclán.

Los testimonios que se ven en la sala de audiencias son previsibles, como si llegasen manufacturados de inicio. Y no puede ser de otro modo, porque realmente lo están. Lo explica Javier Melero: "Lo normal en un juicio es que cada parte hable con sus propios testigos, tú con ellos puedes hablar y puedes preparar su declaración. Lo que no puedes es coaccionarlo, o amenazarlo, ni pagarle para que cambie su testimonio ni nada parecido, pero sí hablar con ellos. Incluso el testigo normalmente lo agradece".

Melero explica cuál es el calendario habitual de trabajo con los testigos: "Se suelen plantear reuniones previas antes de las declaraciones en fase de instrucción para fijar ya un poco cuáles son las posiciones y suele haber nuevas reuniones antes de las declaraciones en el juicio oral. Esta suele ser la dinámica razonable, aquí cada cual, pues si es más meticuloso o menos, le pone más horas o menos, pero la cosa va ahí".

La conversación con ellos es casi un ensayo de lo que les viene por delante: "Les dices 'te van a citar mañana, el tema va de esto, te van a preguntar sobre esto, primero preguntará al fiscal, luego preguntaré yo, etcétera, etcétera'. Describirle cuál va a ser el entorno y sobre todo explicarle qué es lo que le vas a preguntar, siempre sin condicionar la respuesta que me va a dar", remarca Melero, que también asume que el falso testimonio, aunque existente en el ordenamiento jurídico para los testigos, en España rara vez tiene consecuencias.

Una abogada de enorme prestigio

Olga Tubau, abogada muy experta, tiene como misión marcar el relato, conseguir a golpe de preguntas, ir cercando un relato que termine exonerando a su defendido Rubiales. algo que sería siempre muy positivo para los demás acusados. "Tiene que marcar el relato. El hecho es fácil, el beso ha pasado, no hay mucho que debatir. El hecho objetivo no lo discutes, lo que discutes es el hecho subjetivo. Como tampoco vas a discutir el elemento objetivo de la coacción. Discutes lo subjetivo, la intencionalidad", explica Colina, que en estas fechas ejerce la defensa de Luis Medina en el caso mascarillas.

En este juicio, como en tantos otros, hay un plano mediático que es importante y hay que tratar. El reputado penalista explica que, en este tipo de juicios con tanta exposición, suele recomendar un asesor de comunicación específico para ayudar en esa labor. Para él queda todo lo que ocurre en la sala. Las películas basadas en juicios funcionan porque escenifican una confrontación, un choque de ideas constante entre la acusación y la defensa. La realidad, en eso, no está muy alejada.

"Uno de los trabajos del abogado es reconducir lo mediático en lo jurídico. Expulsar lo mediático para que el juez se centre solamente en lo jurídico. Yo creo que esto las defensas lo han hecho muy bien y no así la fiscal que, aparte de ser una maleducada del 15, ha pretendido todo lo contrario, introducir los aspectos emotivos, políticos y mediáticos, con gran torpeza y la incompetencia que la caracterizan", explica Melero, que no la tiene en gran estima. Con ella, como con Tubau, también ha compartido juicios.

Melero conoce bien a Tubau, en parte porque el mundo jurídico no es tan amplio y ambos ejercen sobre todo en Barcelona, también porque ambos se encontraron en algún momento por los juicios del proces. Si su opinión sobre la fiscal es eminentemente mala, para su compañera tiene solo palabras de elogio.

"Es una profesional de 10, tiene una muy larga trayectoria. Y, esto debería ser una obviedad y no habría falta ni decirlo, pero es que ahora ya hace falta decirlo: es una persona amable y bien educada que trata a todo el mundo con consideración. Aparte de prepararse bien el tema, por supuesto, pero esto se está convirtiendo en excepcional", señala Melero.

El abogado se extendía más sobre su colega en un libro El Encargo en el que contaba su peripecia en uno de los juicios más importantes de la historia de España:

"Conocíamos a Olga desde hacía muchos años, desde sus tiempos con Jufresa y Martell, y nos llevábamos bien. Siempre me había gustado su estilo sobrio y profesional y su realismo sin concesiones, pues pertenecía a ese tipo de abogados —sorprendentemente escaso— que informa a sus clientes sin que las esperanzas y los deseos se mezclen de forma voluntarista en el análisis. Su despacho era como ella, moderno, elegante y —como delataba un tenue olor a tabaco— civilizado. [...] Era delgada y de rasgos afilados, y sus cabellos cortos lucían el gris brillante que la naturaleza había decidido, sin decoloraciones ni tintes. Curiosamente ese color le daba un aspecto juvenil y sofisticado".

Tubau sigue llevando el pelo igual y, como se ha podido ver en cada día del juicio, sigue siendo una letrada de estilo sobrio y profesional. El libro, dicho sea de paso, fue un gran éxito editorial en el que se contaba con una escritura mucho más refinada de lo habitual en el mundillo jurídico el andamiaje de aquel proceso histórico.

Conocer al juez

En ese teatro falta un personaje principal por retratar, el juez. Para los que no son abogados, y por lo tanto no juegan en estas pistas, es complicado entender la magnitud de su poder. Una mezcla todavía más difícil si se tiene en cuenta que son gente que ha pasado una dura oposición hasta llegar allí.

"No es fácil encontrar uno normal, es una profesión muy difícil y luego es que son un poder del Estado, que se manifiesta en un juicio, no en la calle o cuando investigan. El juez juzga, tiene que decidir por los hechos y mete a la gente en la cárcel, hay que tener la mente muy muy amueblada", explica Colina. Sabe de lo que habla porque trabaja en el despacho de José Antonio Choclán, que es magistrado en excedencia. Habla maravillas de él, de su inteligencia, su trato y su capacidad, pero también ve en él esa autoridad que tienen los togados.

"Hay muchos perfiles de juez. Ellos tienen el poder de policía de Estado, te pueden disciplinar en su ejercicio de las funciones. Yo creo que este juez lo ha hecho de una manera correcta, dando explicaciones de lo que preguntaba, de lo que ocurría y ha procurado que se desenvolviera en unos términos razonables, que es su obligación, controlar el debate. Luego ya pondrá la sentencia que quiera pero durante el juicio tiene que hacer para que sea una cosa ordenada y civilizada. Por eso cortaba tanto a la fiscal", añade Melero.

Colina explica que el juez de este caso, Fernández-Prieto, es un juez determinado. "Lo tiene difícil, pero si alguien toma la decisión en conciencia será él. Yo he tenido varios juicios con él y me lo ha demostrado. Incluso le he visto en un caso absolver a una persona que había confesado, que lo había hecho por llegar a un pacto con la Fiscalía. Pues absolvió a todos, incluso a él que había confesado. Es un tipo con valores, y mirando la prueba decidió exonerarle". El caso, por supuesto, es una anomalía, no es de ningún modo habitual librar a alguien que ha confesado, pero así lo recuerda este abogado penalista.

Es difícil leerlos, pero los abogados más expertos terminan encontrando síntomas. "Con el tiempo lo ves, sobre todo en juicios largos, vas viendo la actitud que tiene, qué toma notas, qué les interesa, cómo se comporta con algún acusado. Si tienes experiencia sueles acertar, pero no hay nada escrito", remarca el penalista.

El juicio está visto para sentencia y ya solo queda que el juez reflexione y aplique ley. Ha estado dos semanas escuchando lo que por delante de sus ojos se representaba y ahora toca llegar a una conclusión. Los dos abogados consultados han seguido el tema, pero no han estado dentro. Ambos consideran difícil que se llegue a una condena, creen que en la existencia de este juicio hay algo de inercia política y mediática, pero jurídicamente es complicado tanto probar la agresión sexual, especialmente por el carácter sexual de la escena, como de las coacciones, que remarcan que exigen una violencia o intimidación para ser consideradas un delito penal.

Se espera una sentencia en 15 días y, sobre todo si esta es condenatoria, un rosario de recursos a las instancias más altas. Todo está en la mesa del magistrado Fernández-Prieto. Él ya ha visto toda la función.