Justo castigo a la desidia futbolística del Real Madrid

El Real Madrid llevaba toda la temporada, tanto en la Liga como en la Champions, jugando con fuego y a la décima se ha quemado y bien quemado. Una derrota que castiga la desidia de un equipo que se estaba acostumbrando a remendar los partidos que se le complicaban en la primera parte, resolviendo en las segundas con más pena que gloria. Y llegó el partido en el que tardó tanto en apretar el botón de las remontadas, ese que domina como nadie, que se marchó de Lille con una derrota a la que no puede poner ni una sola coartada, ni tampoco una sola pega.
Es complicado de explicar desde el punto de vista futbolístico como en cuatro minutos, los que fueron del 86 al 90, el Madrid tuvo tres claras ocasiones de gol, las que no había creado hasta entonces en el resto del partido. Dos de ellas, además, fueron dobles. Pocas veces se había visto al conjunto blanco tan impotente como para que sus jugadores vieran tres tarjetas amarillas consecutivas en tres minutos, por entradas a destiempo de Bellingham, Rudiger y Modric. Y pocas veces también se había visto a Rudiger de delantero centro, como última intentona de salvación.
Antes de llegar a esa situación táctica tan angustiosa, Ancelotti había dado mil vueltas a su pizarra. Viendo el once inicial, juró que pensé que con la entrada de Courtois por Lunin y Mbappé por Endrick, ese iba a ser el once titular de las grandes noches europeas y de los partidos vitales de la Liga. Es decir, contra el Barcelona. Un 1-4-4-2, en teoría, terriblemente físico. Con un centro del campo capacitado, también en teoría, para afrontar cualquier batalla: Valverde-Tchouameni-Camavinga-Bellíngham. Pero fue precisamente por ahí, por los cuatro titanes, por donde se rompió el equipo.
👀 El penalti por mano de Camavinga que transformó Jonathan David.#UCL #LaCasaDelFútbol pic.twitter.com/ToYUhylIS4
— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) October 2, 2024
Con las entradas de Modric y Mbappé por Militao y Endrick, el técnico italiano recompuso todas sus líneas menos la portería. Tchouameni pasó a central, Valverde a mediocentro junto a Camavinga, con Modric a la derecha y Bellingham partiendo de la izquierda para ser un tercer atacante por detrás de Vinicius y Mbappé. Ninguna reacción. Diez minutos después, nuevo zafarrancho. Al estilo del mejor Simeone. Guler se puso a la derecha, Modric pasó al centro al lado de Valverde y los demás ya no sabían donde ponerse porque no había espacios para tanta camiseta blanca en el último cuadrante del campo. Todavía hubo tiempo para otro lavado de fachada. El de Rudriger como ariete y Valverde de central al lado de Tchouameni. Todo eso sucedió en la segunda parte. Doy mi palabra de honor. Y no le dio ni para empatar ni para marcar siquiera un gol.