Las tragedias siempre empiezan con un chiste 'inofensivo' sobre Wakanda

Hace ya un tiempo que hablamos aquí del documental "La final", por entonces en Netflix. Si corren, lo mismo lo encuentran. Era un repaso de lo acontecido en Londres el 11 de julio de 2021, cuando Inglaterra se jugaba ganar su primer título internacional desde el Mundial de 1966, en Wembley y contra Italia. Ahí se narraba la ilusión, la tensa espera, la alegría de los aficionados… pero también el exceso de alcohol, el descontrol, las avalanchas y, sobre todo, el racismo.
Un racismo presente en el Reino Unido desde la descolonización y que encontró a partir de los años sesenta un nicho cada vez más grande. Decir de Inglaterra que es un país racista es mucho decir. Más bien al contrario, ha sido un ejemplo de convivencia durante décadas, especialmente con la inmigración del sudeste asiático. No han faltado voces que han culpado a los inmigrantes de todos los males, pero tampoco han faltado los que han protestado ante esas voces, como los Beatles, cuyo "Get Back" fue en origen una mofa sobre los que protestaban contra los paquistaníes.
El problema es que el racismo vuelve a estar muy presente en el país, como se demostró el pasado verano con los disturbios en Southport y otras localidades de Inglaterra e Irlanda del Norte. El documental, fechado en 2023, narra ese racismo desde el punto de vista de distintas personas, todas ellas completamente inglesas, a los que cuya piel convierte en un objetivo fácil. También explica algo que ya sucedió en la Francia de 1998, cuando Le Pen convirtió a "les bleus" en tema de discusión política: la diversidad se acepta de maravilla cuando se gana… pero cuesta más cuando se pierde.
Si se acuerdan, aquella selección de Southgate, como la de 2024, se plantó en la final con un juego más bien ramplón, pero que daba pie al optimismo. Más que nada porque nadie esperaba que Italia plantara demasiada cara. La exaltación patriótica en torno al equipo de "los tres leones" llegó al paroxismo y el exceso. Los "hooligans" vociferaban mientras los sospechosos habituales temían que lo peor pasara, es decir, que Inglaterra perdiera y la tomaran con ellos.
Los tres ingleses que dejaron de serlo
Y perdió, claro. No solo perdió, sino que lo hizo de la forma más dolorosa posible: en los penaltis y después de desperdiciar una doble ventaja. Y dio la casualidad de que los que fallaron los tres lanzamientos -Rashford, Sancho y Saka- tenían algo en común: eran extremadamente jóvenes… y su piel era de color negro. Por supuesto, los tres habían nacido en Inglaterra, pero eso no bastó en los días posteriores en los que la rabia xenófoba y racista invadió el país. Habían sido perfectamente ingleses hasta la final y habían dejado de serlo en cuanto dejaron de servir para algo a la turba.
¿Podría pasar algo parecido en España? De entrada, las circunstancias sociológicas no son las mismas. Desde la llegada de la democracia, en España no ha habido un movimiento cohesionado y violento contra la inmigración. Al menos, hasta ahora. La mayoría de los inmigrantes han provenido de América Latina, con una cultura y unas costumbres muy similares. El color de piel no marca una gran diferencia en un país en el que el 90% de los habitantes son blancos.
Ahora bien, no hay que obviar que en los últimos años la cosa viene cambiando. Algunos apelan a la cantidad -habría demasiados inmigrantes intentando acceder a nuestro país- y otros a la calidad -encima vienen de países africanos con culturas distintas-. Cómo va a acabar eso políticamente, lo desconozco. Tanto aquí como en el resto de Europa o en Estados Unidos. Lo que me da un cierto miedo es que veo tendencias que me recuerdan a los ejemplos antes citados.
Si crees que España es Wakanda, no has entendido lo que es España
Generalmente, es injusto fijar una postura a partir de un extremo. En otras palabras, pensar que lo que dicen tres exaltados en sus redes sociales puede representar a todo un país o incluso a una parte importante del mismo tiene algo de exagerado. Dicho esto, los exaltados pueden hacer mucho daño. Los exaltados meten en el ámbito común la semilla del odio y la exclusión y luego empieza a crecer y es difícil quitársela de encima. Ese odio se puede manifestar de distintas maneras y lo que ahora es un elogio a la pluralidad cultural y racial de nuestra selección, pronto se puede convertir en objeto de críticas.
No lo digo por decir. Uno de los posts más virales en las últimas horas es uno en el que aparecen Lamine Yamal, Nico Williams y Samu Omorodion Aghehowa bailando en una habitación de hotel. El baile en sí no tiene nada de especial. Sí, parece que sigue ritmos africanos, pero, en la actualidad, toda la música sigue ritmos africanos. Casi todo lo que se llama "música urbana" y que está arrasando en todo el mundo tiene bases africanas o caribeñas, en concreto, la parte caribeña cuyos orígenes también están en África.
@lamine.yamal Shake body🕺🏾😭😂
♬ Shake Body - Skales
¿Hay algo ahí de ofensivo? ¿Tres chavales divirtiéndose mientras bailan? No. Pero se ve que a alguno le ha disgustado que sean negros. "Parecemos Wakanda", dice el tuitero y muchos le ríen la gracia y difunden la bromita. Wakanda, para quien no lo sepa, es un país imaginario del universo Marvel, sito en algún lugar de África, y cuya población es enteramente negra. Se trata de un chiste, claro. Un chiste porque Nico Williams marcó en la final de la Eurocopa, Yamal marcó en las semifinales y tiene pinta de que Samu va a ser decisivo en el futuro de la selección.
Ahora bien, es un chiste que enseña la patita. Un chiste que se puede convertir en una tragedia a poco que España empiece a perder -y perderá, claro, como pierde todo el mundo-. Entonces, se dirá que el hijo de inmigrantes marroquíes, el hijo de inmigrantes guineanos y el hijo de inmigrantes nigerianos estarían mejor en su país, que no sienten los colores, que no cantan el himno -lo bueno es que el nuestro no tiene letra- y que, qué vergüenza, ¡dónde están nuestros blanquitos!
Porque, para muchos, "España" no son los españoles reales, sino sus esencias. Y sus esencias, para ellos, han de ser blancas. Santiago y cierra España. El fútbol mueve demasiadas pasiones como para no estar alerta de determinados comentarios. Nadie quiere una repetición de lo que pasó en los alrededores de Wembley en el Mundial de 2030. Estar alerta desde ya nos daría una cierta ventaja.