OPINIÓN

La 'lavagna' de Ancelotti se reivindica ante el mismísimo líder

Ancelotti da instrucciones a sus jugadores ante el Girona. /EFE
Ancelotti da instrucciones a sus jugadores ante el Girona. EFE

Decíamos ayer (es decir, después del partido contra Las Palmas) que Ancelotti sí tenía razones para estar preocupado a pesar de la cómoda victoria de entonces. Que lo estaba, preocupado, se notaba en su gesto de desasosiego. Llevaba semanas observando detalles de su equipo que no le gustaban, sobre todo en el aspecto defensivo, y que terminaron por plasmarse y hacerse realidad en el Metropolitano contra el Atlético.

Así que, para la visita al arisco Montilivi y ante un Girona en estado de gracia, ajustó piezas. Muchas. Más de lo normal de un partido a otro. Se sentó con su hijo Davide y con la 'lavagna' (pizarra, en italiano) y pasó a la acción. La decisión más importante, posiblemente, fue cambiar de dibujo, no el sistema. En el centro del campo desapareció el rombo, no había vértice superior. Bellingham fue un interior izquierdo de los de toda la vida. Carril del '10', tanto en ataque como en defensa.

Esa decisión estuvo íntimamente relacionada con la posición de Vinicius. El brasileño se pegó a la banda y desde ahí podía hacer lo que le diera la gana. Pero desde la raya. Como antaño. Como cuando era el jugador más desequilibrante de su equipo y uno de los mejores del mundo. Adiós al posicionamiento interior de antes de la lesión. Además, para que no se desgastara físicamente después de un mes en la enfermería, su entrenador le puso a Bellingham por detrás para que fuera el inglés quien trabajara sin balón. Tratamiento de crack. Así de sencillo.

Más 'lavagna': Camavinga, lateral izquierdo, como en muchos partidos de la temporada pasada. Al futbolista no le gusta jugar ahí, pero cumplió con todas las órdenes que le dio su entrenador y no se complicó la vida. Con Bellingham y Vinicius por delante, se limitó a defender, a tapar a Tsygankov, a quien borró del mapa hasta el punto de ser sustituido en el descanso, y a presionar cuando su equipo intentaba salir. De los partidos que menos balones perdió. Lo hizo tan bien que su entrenador puede seguir teniendo la tentación de repetir con él en esa demarcación... aunque al interesado no le guste.

Más 'lavagnna': Tchouameni, bastante más cerca de los centrales para evitar el juego interior del Girona. Un escudo en toda regla para Rüdiger (se le va la olla de vez en cuando) y Nacho (se le fue la olla en la entrada a Portu). Sin salir tanto a campo abierto, con Kroos más cercano, casi como un segundo mediocentro, el francés se sintió cómodo y pudo completar una de sus mejores actuaciones de la temporada, con el gol de cabeza como añadido.

Más ´lavagna': el 1-4-4-2 al que se podía ajustar el equipo en el dibujo táctico en la faceta defensiva, con la posesión del balón multiplicaba las aristas, precisamente por la banda contraria a la que nos ha ocupado hasta ahora. Vinicius, bien abierto a la izquierda; Joselu, centrado, con tendencia a buscar siempre el lado más alejado a la jugada; Valverde, como un interior muy adelantado; y Carvajal, como teórico dueño de la amplitud ofensiva, pero contenido porque estaba avisado de que tenía enfrente a uno de los jugadores más en forma de la LaLiga, Savinho. El '2' blanco ganó los dos primeros lances, los dos primeros uno contra uno, y el brasileño no lo intentó más. Cómo sería que su entrenador lo cambió en banda en la segunda parte.

Con estas maniobras en su pizarra, Ancelotti hizo buenos los dos goles en cinco minutos. El equipo no se descompuso. Mantuvo la concentración. Ejecutó lo trabajado y, sin alardes, con el marcador a favor, controló el partido como si enfrente no estuviera el mismísimo líder de la Liga. ¡Quién le iba a decir a Míchel que su equipo no se iba a reponer del doble golpe! El primero, el de las dos ocasiones falladas en los cinco primeros minutos y el segundo, el de los dos goles visitantes en los cinco siguientes. Tras el descanso, con los cambios lo intentó todo. Pocas veces he visto dar tanta vuelta a un calcetín para terminar jugando con cuatro delanteros: Savinho-Portu-Stuani-Valery. Los laterales, de mediocentros y solo con dos defensas atrás: Eric García y un Blind que no tuvo su tarde-noche.

Este puñado de párrafos no tendría ninguna lógica si no incluyera dos detalles sobre el futbolista que, con el '5' a la espalda, ha presentado la candidatura para convertirse con el tiempo en el nuevo Zidane del Bernabéu. El pase de Bellingham en el primer gol es fruto de la osadía de un jugador que se sabe tan bueno como para dar un pase en profundidad de 30 metros con el interior del pie, con un rival encima sabiendo que va a encontrar su destino: el remate de Joselu. Y el segundo detalle, en el tercer gol. La jugada arrancó en sus pies al borde de su área y acabó rematándola en el área contraria, no antes de que el balón pasara por Tchouameni y dos veces por Joselu, por supuesto. Todavía, Jude, no es tan bueno como para centrar y rematar la misma acción.