OPINIÓN

El legado del Cholo gana su primer partido a su manera

Simeone, durante el partido ante el Sevilla. /AFP
Simeone, durante el partido ante el Sevilla. AFP

Simeone dixit antes del partido contra el Sevilla. "Lo que nos entusiasma y nos genera un desafío es el legado que se está dejando. El legado que se está dejando es determinante. Las situaciones que antes eran posibilidades, ojalás, hoy son opciones reales. Enfrentamos y competimos muy bien contra Real Madrid y Barcelona. Y eso un legado importante para los jugadores que van a venir, para los que empezaron a recorrerlo en 2013 y los que lo siguen representando haciéndolo hoy compitiendo. El otro día les dije: estoy orgulloso de ustedes porque están dejando un legado para la historia. ¿Cuál es el legado? Que antes era una opción, ahora competimos. Es más difícil, pero ese es el paso y el paso hay que caminarlo".

Una eliminación en la Champions, una eliminación en la Copa y un alejamiento notorio del primer puesto de la Liga en tres semanas escasas han sido determinantes, todos ellos, para que el relato del Cholo haya cambiado considerablemente. Del partido al partido habitual se ha pasado al legado. Un vocablo que en boca de cualquier ser humano o más concretamente de un entrenador sonaría a despedida, a adiós, a paso a un lado. El diccionario es explícito. Legado: "Aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea material o inmaterial". No, no es el caso. No creo que Simeone esté preparando su testamento rojiblanco. Es su manera de reivindicarse por los 13 años largos que lleva en el Atlético. Nadie como el argentino para identificar la tormenta en el cielo. Y ahora, sabe mejor que nadie, que su figura está en entredicho. Para muchos continúa siendo insustituible, pero para otros, muchos también, quizás más, quizás haya llegado el momento... de firmar el legado.

Al día siguiente de abrirlo de par en par, su Atlético se llevó tres puntos muy ricos del Sánchez Pizjuán. Sabrosos porque llegaron en el último minuto y porque el día anterior sus predecesores en la tabla habían perdido (Real Madrid) y empatado (Barcelona). No es que el título de Liga esté ahora más cerca de los rojiblancos, que lo está en cuanto a puntos se refiere, es que, a su manera, el equipo dio síntomas de cierta recuperación anímica, más que futbolística, para ganar un partido que comenzó perdiendo cuando venía de perder tres en los que había comenzado ganando.

Por lo demás, en cuanto al juego se refiere, más de lo mismo. De arranque, plan de juego defensivo que se convirtió en ofensivo cuando se puso por debajo en el marcador. Constantes cambios de posicionales de los jugadores, maniobra táctica en la que Llorente siempre lleva las de perder porque pasa por tres o cuatro puestos como si el técnico pensase que puede y tiene que jugar bien en todos. Sigue viva la mala noticia de que Griezmann continúa enfadado con el balón, su mejor amigo durante tantos años. Parece mentira que un futbolista de su soberbia calidad individual pueda errar tantos pases relativamente fáciles y que los controles que antes se quedaban imantados a sus botas salgan ahora despedidos como si las llevara o llevase al revés. Sin De Paul, al equipo no le vino mal la vuelta de Koke, -pensaba que ya no lo volvería a escribir- aunque fuera media hora y la ausencia de Lino también sirvió para que Gallagher asumiera más responsabilidad cerca del área tival.

Como hay que hacer siempre, para medirse a uno mismo hay que medir al enemigo que tienes enfrente y este Sevilla tiene más historia y voluntad que presente y consistencia. Si le cierras el camino a Lukebakio y huyes de los duelos físicos contra sus centrocampistas terminas desnudándole colectivamente. Nada que no sucediera en los años anteriores y que solo fue capaz de detectar José Luis Mendilibar hasta que le echaran de mala manera los que ahora están en el patíbulo.