"En la Liga se muestran tantas rojas por la mala interpretación del VAR y las simulaciones de los futbolistas"
Ha sido la semana en que más datos, estadísticas y comentarios han salido en los medios de comunicación sobre la profusión de expulsiones en el fútbol español y su comparación con las otras grandes Ligas europeas, donde ganamos por goleada con más rojas en España (94) que en la Premier (19), Bundesliga (29) y la Serie A (40) juntas. Y llega el viernes, y en el primer partido de la jornada en Segunda, el Andorra-Las Palmas, nos encontramos con la expulsión de Hevel, jugador local, a los 40 segundos de partido.
Es para sonrojarse. Fue el claro ejemplo de la mala interpretación que estamos haciendo del VAR, que fue quien llamó la atención del árbitro para que revisara la jugada.
La acción por la que al final expulsaron al jugador del Andorra está muy de moda últimamente en nuestro fútbol. Jugador que, cuando va al suelo, toca primero un balón dividido y luego, por su propia inercia, golpea, o se lleva por delante al futbolista con quien se medía en la disputa. Punir con roja esa acción es de no entender el juego. Hay contacto, sí. Puede ser falta, sí. Después de tocar el balón la pierna del jugador golpea muy arriba al contrario, pero no tiene ninguna intención de hacerlo. Esa jugada nos viene a confirmar, al menos desde mi punto de vista, la mala aplicación que se están dando al VAR en determinados momentos. Entra en acción en jugadas que, como mucho, son faltas y, si acaso, amarillas. Al árbitro del partido le paran la jugada y le ponen una foto fija que es engañosa. No tiene nada que ver con la realidad. Las jugadas hay que verlas en su desarrollo, en su velocidad normal, no paradas.
El jueves, en el Real Madrid-Barcelona, también hubo una jugada digna de análisis. Vinicius vio la amarilla por su placaje sobre De Jong y, ya sancionado, se dirigió al árbitro de manera airada, con cierta agresividad, señalándole con el dedo y diciendo no sé qué cosas, que algunos han interpretado como un insulto. Eso era expulsión. La realidad fue que no vio la segunda tarjeta y estoy convencido de que, en esa misma situación, en un Cádiz-Valladolid, por poner un ejemplo, ese mismo colegiado hubiera echado a la calle al jugador que le hubiera interpelado de esa manera. Eso es lo que no puede suceder. Que un mismo árbitro aguante más en unos partidos que en otros. Ya tenemos que convivir con la diferente interpretación del reglamento de un colegiado a otro, para que el mismo se comporte de distinta manera dependiendo los rivales. Esto es ya más difícil de explicar.
Ahora, parece, como si solo estuviéramos atentos y preocupados por los manotazos, los codazos y los pisotones y no por otras acciones del juego que no son, en ningún caso, naturales. Me refiero a los agarrones y los empujones en el área cuando ya estás en pleno salto. Nunca entenderé por qué los señalan fuera y no dentro de las áreas. Cuando no tienes un apoyo fijo en el suelo, aunque sea con una pierna, cualquier toque, te desestabiliza y te impide contactar con el balón. Los jugadores ya se han dado cuenta de que ahora lo que se prioriza son las manos en la cara y en cuanto les tocan, se van al suelo, aunque el contacto no tenga la intensidad necesaria. Todo eso va acompañado de media docena de compañeros que rodean al árbitro pidiendo la inexistente expulsión y como te descuides te quedas con 10 por nada.
En estas acciones, el VAR tendría que castigar a los simuladores. Ya sé que no es uno de los conceptos por los que debe intervenir, pero habría que añadirlo a la lista. Ya veríamos, entonces, cuando esas jugadas fueran objeto de revisión, como los futbolistas no simularían tanto. Tenemos que eliminar la trampa. Está claro que somos más tramposos que en otros países y es una de las razones por las que aquí se ven tantas tarjetas rojas. En la Premier, por ejemplo, no protestan casi nunca las entradas y como mucho se castigan con tarjetas amarillas. Allí, normalmente, solo se va a la revisión por las acciones de fuera de juego y alguna mano perdida, casi nunca por faltas. Por eso el juego es tan fluido. No se para casi nunca. En nuestra Liga, los primeros que lo paran son los propios árbitros con sus diálogos, el spray, la colocación de la barrera hasta cuando ni siquiera la has pedido.... Además, por supuesto, del cuento que le echan los jugadores en las acciones de las que estamos hablando.
Se ha hablado esta semana de que se está pensando en un futuro cambiar las reglas y que se jueguen 30 minutos a reloj parado. No estoy de acuerdo. Eso ya no sería fútbol. El fútbol tiene que ser continuo. Automatizándolo tanto no le mejoramos. Al revés. Está, por ejemplo la regla de los seis segundos que tienen los porteros para poner el balón en juego. Sigue vigente, pero ya no se cumple, Los porteros cuando les interesa, están 20 segundos sin sacar y no pasa nada.
Los pisotones que tanto se castigan ahora suelen ser acciones que solo se ven en el VAR, no en el campo. Sobre el terreno casi siempre parecen acciones propias del juego. Dos jugadores disputan, uno llega antes y luego pisa al otro. Falta y amarilla, como mucho, sobre todo si toca antes el balón de que se produzca el contacto. Así debería la interpretación si queremos pitar realmente las intencionalidades.
Algo parecido ocurre con los braceos. Normalmente al jugador que se le pita la falta y se le llega a expulsar es a quien lleva el balón y suele ir por delante en plena conducción o carrera al espacio. Quien va por detrás intentando recuperar el balón es quien suele hacer primero la falta, bien con agarrón o empujón. Quien va por delante lo que hace es bracear, hacerse más grande, proteger su posicionamiento... Sin embargo, lo que se pita es el movimiento de brazos del comúnmente delantero y no la falta que hace el defensor.
Patadas en el fútbol se han dado siempre y creo que en mis tiempos de jugador, más que ahora. Con tantas cámaras, en la actualidad, los defensas están más expuestos. Antes solo estaban los ojos del árbitro y se daban patadas escandalosas. Utilizábamos tacos largos y de aluminio, que ahora rara vez se utilizan. Entonces los equipos tenían por sistema dos centrales para marcar respeto. Una pareja de gigantes que te intimidaban a su manera de hecho y de palabra. Donde más daban era en casa. Fuera, se cortaban más. Recuerdo ir a los campos secos del sur, que era puro cemento porque no regaban y según saltabas al campo, los centrales daban con las suelas en la tierra para que escucharas el ruido de los tacos de aluminio. Nosotros, en el norte, sin embargo, les echábamos agua para embarrarlos. Estábamos más acostumbrados. Nos entrenábamos todos los días en esas condiciones.
Quien no recuerda a Benito en el Real Madrid, a Gallego en el Barcelona. El Atlético a Ovejero y Panadero. El Athletic, a Astrain, Goiko, Lizarazu... el Sevilla, a Alfaro y Javi Navarro... Por no hablar ya de los sudamericanos del Granada, los Montero Castillo, Fernández, Aguirre Suárez... Los del Elche... Ahora sin embargo crece menos este tipo de defensa y sin embargo se acelera el número de tarjetas rojas. Es un caso para analizar qué se está haciendo mal.