De Marcos vuelve a demostrar con un gesto por qué su nombre suena en todos las calles de Bilbao
El lateral de Laguardia ha anunciado su retirada a final de curso, pese a que el club quería seguir contando con él, poniendo al colectivo por encima de su adiós.
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Es difícil encontrar un jugador que tenga mayor consenso de compañeros, entrenadores y aficionados. Óscar de Marcos (14 de abril de 1989, Laguardia) puede presumir de ello, aunque nunca lo hará Hoy es el día en el que anuncia que su carrera se acabará en tres meses, después de mucho meditarlo y de haberla alargado estos últimos años tras superar un calvario de lesiones que le dieron tregua estas cuatro últimas temporadas para que el fútbol le devolviese todo lo que él le había dado. Su salida es otro duro golpe en el corazón rojiblanco, pero la manera de hacerlo, queriéndose restar importancia y marcar los últimos retos, vuelven a demostrar lo que es: el líder emocional de este grupo.
La Copa del Rey ganada en La Cartuja, levantada al cielo de Sevilla, su recorrido por la Gabarra y sus palabras en el ayuntamiento, acordándose de todos aquellos que no lo consiguieron pero ayudaron a celebrar este título durante 40 años, era uno de sus últimos servicios a un club del que se enamoró desde pequeño por herencia familiar. Su anuncio de hoy también lo es. Aunque muchos querían que siguiera, ha tomado la decisión de dar un paso al costado y lo ha hecho en absoluta discreción. Sin querer grandes titulares, pidiendo a Iñaki Williams que no le dedique goles, coordinando con el club que se aplace a final de curso la despedida oficial y con una rueda de prensa en Lezama y no en San Mamés. No quiere que nada descentre de lo verdaderamente importante: El colectivo por encima de lo individual.
Le disfrutaremos unos meses más. Y en ellos quiere soñar con la Europa League. Conociéndole seguro que los exprimirá hasta la última gota igual que lo ha hecho con su físico. Segundo jugador con más partidos (560), tres títulos, capitán y hombre importante en la mayoría de su etapa en Bilbao. Sería todo esto suficiente para entender su grandeza en un club como el rojiblanco, pero su figura va más allá. "Es una de las mejores personas que conozco en el fútbol y uno de esos jugadores de gran calidad humana. Un hombre que vive alrededor de normas que hace que sus conductas sean admirables. Y eso le va a permitir ser más feliz cuando deje de jugar y cuando reciba el reconocimiento de la afición, por la forma que ha tenido de comportarse".
📽️ Así ha comunicado Óscar de Marcos a sus compañeros la decisión de colgar las botas en el Athletic a final de temporada. #AthleticClub 🦁 pic.twitter.com/9CuRO4Ic7s
— Athletic Club (@AthleticClub) February 19, 2025
Así le definió hace un tiempo, sin que nadie le preguntara por él, Marcelo Bielsa, el entrenador que le cambió la vida. Y esa sensación es generalizada por cada uno con los que ha compartido vestuario y por todos aquellos que le han visto correr con ese gesto inconfundible por San Mamés, jugar con sus hijos –y cada niño que se acerque– en el parque de Doña Casilda de Bilbao y, por supuesto, ser uno más en Laguardia. Allí no es Demar, es Garban. Y eso siempre será así.
Su manera de irse también se recordará. Por hacerlo siendo titular, con la confianza de Ernesto Valverde y Mikel González para seguir otro año más, y durante un curso que está siendo sobresaliente. Hacerlo de una manera correcta ha sido siempre una obsesión para él. Por eso renovó año a año desde antes de la pandemia, sin querer comprometer el futuro del club y valorando cada final de curso su futuro. Estuvo cerca de irse muchas veces, pero el compromiso con la entidad le hizo seguir contra su cabeza. Pero ha llegado el día en el que considera que estará mejor en la grada que en el césped y necesita descansar. Y, con ello, el Athletic Club gana un aficionado más.
De Marcos no será un One Club Man de facto, ya que se formó y debutó en el Deportivo Alavés, antes de recalar en Bilbao con 19 años, pero lo será de corazón por sus sentimientos y los valores heredados. Entendió que sus referentes debían ser Andoni Iraola, primer compañero de habitación en Isla Canela, y un Carlos Gurpegui del que acabó heredando el dorsal 18 por petición de la leyenda rojiblanca. Ahora él es el referente de muchos otros en el vestuario, como Iñaki Williams, que siempre le ha tenido como espejo en el que mirarse en sus conductas. Iñaki, te toca heredar su brazalete.
La decisión ha llegado. Se despedirá durante el curso. Cuando acabe cada partido se nos encogerá un poco más el corazón al saber que va quedando un día menos. Él quiere dejar las lágrimas para más adelante. Esta vez no serán de tanta felicidad como en La Cartuja, pero sí de nostalgia por acabarse una etapa con la que ni siquiera soñó y que ha defendido hasta el último minuto de su carrera. Pueden dar fe de ello cada persona que coincidió con él en Lezama. También, cómo no, Iñigo, Clara y Alba, sus tres pequeños tesoros; Ibone, compañera incansable de su mejor etapa de vida personal y futbolística; y, por supuesto, Pedro Antonio -chófer de sus primeros viajes a Vitoria y fiel seguidor en cada campo en el que jugó-, siempre junto a Elvira. Qué decir de sus hermanos o de sus amigos de Laguardia, que siempre que podían visitaba San Mamés hermanados con la cuadrilla de Bilbao.
Tendrá una despedida a la altura de su carrera y a partir de ahora será visto como una leyenda rojiblanca. El tiempo dirá si regresa a Lezama para ocupar algún puesto de honor, algo que en el club desean, pero que será decisión solo suya. Como casi todo en su carrera, en la que ha tenido la suerte de poder elegir. Eligió jugar en el club de su vida. Eligió quedarse cuando hubo ofertas importantes por él. Y ha elegido retirarse siendo importante en el campo y sin darse importancia. Y eso, como todo lo anterior, habla de su grandeza.