VILLARREAL CF - ATHLETIC CLUB

Andoni Lakabeg y el año que cambió para siempre al Villarreal: "Entrenábamos en arcilla, era precario; no contábamos para nadie"

El único jugador que vistió las camisetas del Athletic y el submarino amarillo atiende a Relevo para recordar el ascenso de 1998 y su conexión con ambos clubes.

Los jugadores del Villarreal, con Lakabeg al fondo, celebran el primer ascenso a Primera. /Archivo
Los jugadores del Villarreal, con Lakabeg al fondo, celebran el primer ascenso a Primera. Archivo
Patxo De la Rica

Patxo De la Rica

Andoni Lakabeg (Bilbao, 1969) creció viendo a un Athletic Club campeón. Un equipo por el que siente una pasión incomparable con cualquier otra, con el que consiguió cumplir su sueño de jugar en la élite y compartir vestuario con sus ídolos y también formarse para después vivir cientos de historias futboleras. Una de ellas es especial. Lo que vivió Vila-Real es único. "La bomba", dice él recordando unos meses que le llegaron casi sin tiempo para digerirlo, pero que le regalaron un ascenso inolvidable. No solo para él, también para una ciudad y un club que hoy nada tienen que ver con lo que eran hace más de 25 años, cuando el submarino amarillo consiguió ascender a la élite por primera vez en su historia.

Hoy, ante el Athletic, el Villarreal lucha por regresar a la Champions sin que eso sea noticia, habiendo normalizado que una localidad de poco más de 50.000 habitantes tenga uno de los proyectos deportivos más sólidos y potentes del fútbol español. Nada de esto lo hubiese creído Andoni Lakabeg en diciembre de 1997, cuando recibió la llamada de un club de la provincia de Castellón que apenas le sonaba. "No conocía mucho, o nada, del proyecto y tampoco tuve la oportunidad de visitarlo porque fue todo muy rápido. Sin anestesia", recuerda en conversación con Relevo el ex jugador, que por entonces militaba en el Celta de Vigo tras haber pasado siete años en el primer equipo del Athletic.

Lo que encontró al llegar era muy diferente a lo que había vivido en su carrera, pero lo asumió. "Entrenábamos cada semana en un pueblo diferente, no había estructura, pero te tienes que adaptar a lo que hay. Había vivido años buenísimos en Primera, pero me tocaba jugar en esos campos y en esas condiciones de entrenamientos. O me adapto a esto o me voy a la porra. No había plan B, era sí o sí", recuerda, antes de explicar cómo era una semana cualquiera: "Entrenábamos en campos de los alrededores, en Borriol, por ejemplo. Cada semana buscábamos un sitio, a veces incluso campos de arcilla, al lado de una fábrica, una azulejera, y teníamos después que limpiar las botas porque se ponían de tierra y de barro hasta arriba. Era precario, pero al final sacamos un resultado adelante increíble".

"Un milagro". Así lo define. No solo por la estructura que existía en el Villarreal en aquella temporada 1997-98, sino por la situación del equipo cuando Lakabeg aterrizó en la Comunidad Valenciana. El conjunto groguet era octavo, pero una segunda vuelta en la que el bilbaíno disputó once partidos les permitió disputar la promoción de ascenso ante el Compostela en la que no eran favoritos. El empate a cero en la ida hacía aún más complicado el reto. "Fue una cosa rarísima porque no contábamos para nadie", reconoce. Ni siquiera Fernando Roig contaba con ello. "Él tenía claro que el proyecto era a futuro y no esperaba tener éxito tan rápido. Ninguno de nosotros lo esperábamos, ni siquiera cuando jugamos el partido por el ascenso".

Lo tuvieron que sufrir y mucho. De hecho, Lakabeg no es capaz de decir un momento de la temporada en el que soñasen con ello: "Hasta que no pitó el final...", responde. "Fue frenético, de infarto", insiste, recordando que se adelantaron con un gol de Alberto nada más comenzar el partido que dejó el plan muy claro: "Nos pasamos todo el partido defendiendo como jabatos. Nos empataron en el 70 y fue una agonía tremenda. Aguantamos como pudimos y fue la bomba".

En ese sentido, la figura del presidente fue clave en la previa, así como la del técnico, el guipuzcoano José Antonio Irulegui. "Era una locura solo el tener la oportunidad de ascender a Primera. Recuerdo que vino a hablar con nosotros y solo nos dijo que estuviésemos tranquilos, que hiciéramos lo que habíamos hecho durante toda la temporada, y que ya habíamos tenido éxito. Nos insistió en que proyecto era a largo plazo y que si no ascendíamos en esta ocasión, él iba a confiar en el mismo grupo y que iba a seguir con su proyecto. Nos quitó una carga emocional de encima grandísima", valora el lateral.

Además, otra de las claves es que tenían "un grupo humano y futbolístico, fantástico". Entre otros nombres, destacan Andrés Palop, Christiansen, Robert Fernández, Pep Serrer o el goleador Paco Salillas, que hace unos años se juntaron de nuevo para celebrar el vigésimo aniversario de aquel hito. "Seguimos teniendo relación y siempre hablamos bromeando que con nosotros empezó todo el proyecto serio del Villarreal".

Bromean, pero están en lo cierto. De hecho, Lakabeg coloca este hito muy arriba en su carrera, aunque aclara que en lo emocional no hay mucho más espacio que los recuerdos en rojiblanco, como buen aficionado del Athletic. "Ha sido algo muy importante en mi carrera por lo que significó para la ciudad, para el presidente y para el club. Un punto de inflexión. El Villarreal dejó de ser un equipo, digamos, mediocre de Segunda División para ser de Primera. Y a partir de ahí empezó la ciudad deportiva, que es espectacular, pudieron fichar a más gente de más calidad... Nos ponemos la medallita ese grupo de jugadores de que fuimos la primera piedra".

Su vida en rojiblanco

El Villarreal tiene un lugar especial en su trayectoria futbolística, pero en su corazón, dice, solo está el Athletic. Por eso no duda en calificar lo que suponía llegar al primer equipo bilbaíno. "Para mí eso era el paraíso. Por lo que había luchado toda mi vida, en Lezama desde los 10 años, había visto cómo sacaban La Gabarra y siempre había soñado con estar allí en el futuro". En la pretemporada del verano de 1988, con Howard Kendall como entrenador, cumplió su sueño y en septiembre le llegó el debut en una contundente victoria ante el Sevilla.

Lakabeg, en un partido con el Athletic. Archivo
Lakabeg, en un partido con el Athletic. Archivo

"Era un momento clave de mi vida, me había costado muchísimo llegar y de allí no me sacaban ni con agua caliente. Y él se portó siempre muy bien conmigo, era una persona muy cercana", recuerda sobre esos inicios con el técnico británico, leyenda rojiblanca, y del que valora, sobre todo, el clima que conseguía generar a su alrededor: "Te levantabas con ganas de ir otra vez a entrenar y eso marca la diferencia".

Después vendrían años con Jupp Heynckes, el técnico con el que más brilló entre 1992 y 1994, antes de tener que asumir su salida en el invierno de 1995-96. "Fue un disgusto tremendo, nunca me había imaginado saliendo, pero llegó un momento en el que todos estuvimos de acuerdo en que era lo mejor para todos. Aunque te duela y te fastidie, hay que asumir que venían otras etapas y cambiar el chip". Y después vino más de una década como futbolista, pasando por Celta y Villarreal, pero también Sabadell, Amurrio, Pájara-Playas, Castillo, Indautxu o Leioa. Una carrera en la que dejó huella, sobre todo en Bilbao y en Villarreal, donde su nombre estará siempre en un lugar de privilegio.