Ni el apoyo de Orta ni el de los capitanes... el errático Sevilla consume al enésimo entrenador
La entidad de Nervión continúa su proceso de liquidación, acaba con el cuarto técnico en poco más de un año y busca otra solución de emergencia para el banquillo.

Nada frena la voracidad de este Sevilla. Ni el apoyo del director deportivo, Víctor Orta, ni el de los capitanes pudo contener la impericia de Diego Alonso, ese técnico despedido sin conocer la victoria en el fútbol profesional con la entidad de Nervión. El uruguayo acumuló errores -la imagen ante el Getafe fue impropia de un equipo que se jugaba la vida y provocó su destitución fulminante-, pero el foco apunta a otras figuras de una entidad que se ha convertido en una máquina de consumir entrenadores.
Cuatro técnicos en poco más de un año señalan esa inestabilidad deportiva que ni siquiera la Europa League lograda el pasado mes de mayo ha sido capaz de revertir. Ya fue despedido José Luis Mendilibar, el entrenador milagro que selló la permanencia y levantó el título europeo, como antes sucedió con Jorge Sampaoli -un técnico que dejó cuarto al Sevilla en la 16-17- o Julen Lopetegui -tres veces cuarto de manera consecutiva y con otra Europa League en el currículum-. Ahora le tocó el turno a Diego Alonso, esa apuesta de Víctor Orta que salió de Nervión como uno de los peores entrenadores de su historia.
El adiós de Mendilibar se argumentó por los malos resultados. Nadie en el club creía en el del Zaldibar pese a los méritos acumulados la temporada anterior y se aprovechó el malestar de los capitanes para justificar su adiós. El paso de las semanas sólo ha servido para señalar la torpeza de los que tomaron aquella decisión y también a esos pesos pesados del vestuario que se rebelaron ante el vasco de manera interna y que también han sostenido a Diego Alonso hasta que la realidad ha hecho imposible su continuidad. Ni el respaldo de Sergio Ramos o de Ivan Rakitic ha servido para cambiar la dinámica de un vestuario que, como siempre que se acumulan las derrotas, ha ido acumulando grietas.
El propio Sergio Ramos, nombrado recientemente capitán en sustitución de Joan Jordán, señaló a algunos de sus compañeros tras la derrota en Lens. Ha querido el camero erigirse en líder de este Sevilla con la mejor de sus intenciones, pero sin resultados es imposible adquirir la trascendencia necesaria en una situación tan delicada como la que atraviesa el Sevilla. Todo lo que podía salir ha ido saliendo peor en este equipo dirigido por un Diego Alonso cuyo discurso tampoco llenó el vacío que dejaba la imagen de sus futbolistas.
La gestión de plantilla del charrúa tampoco ha ayudado a conseguir esa unión desde la que llegan los éxitos. Entregado a los capitanes, Alonso se olvidó de que en el fútbol de hoy en día, y más en un Sevilla que juega cada tres días, se necesita la implicación del mayor número de futbolistas. Escasas rotaciones y malas decisiones -y tardías- en los cambios acabaron por acumular un extenso parte médico que acabó dejando a Januzaj, un jugador fuera de los planes del Sevilla, como primer recambio en las derrotas ante Mallorca y Getafe.
Con sólo 13 puntos en 16 jornadas -y tras quedar eliminado de las competiciones europeas- al Sevilla ya empieza a tener como único objetivo alcanzar la permanencia y jugarse la carta de la Copa del Rey. Demasiado pronto queda el conjunto de Nervión eliminado de la pelea por Europa, por lo que los dirigentes deben medir los siguientes pasos tanto en la elección del entrenador como también en esa deseada renovación de la plantilla en el mercado invernal y en la que la economía tampoco permitirá nuevas equivocaciones.
El Sevilla conocerá en las próximas horas a su nuevo entrenador -con Quique Flores y Javi Gracia como mejores colocados-, el tercero en cuatro meses de competición, toda una señal de esa deriva deportiva que sacude a la entidad. Con un cambio presidencial a la vuelta de la esquina -aunque sea más nominal que otra cosa ya que las decisiones trascendentales corresponden desde hace tiempo a José María del Nido Carrasco-, el Sevilla acudirá a otra solución de emergencia, con el que se confía en revertir la mala dinámica de resultados pero también tapar una gestión que exige autocrítica y decisiones de mayor calado.