El argentino que vive enamorado del Real Valladolid en la distancia: "No soy ni de River ni de Boca, pero no iba a caer en la sencillez de ser del Barça o del Madrid"
Diego Chiaramoni se enamoró de Castilla por las historias de su abuela, la literatura y el fútbol.

"Yo me crie comiendo en la casa de la abuela, y siempre me contaba sus historias de un enigmático lugar que ella llamaba Castilla la Vieja", recuerda Diego Chiaramoni. Nació en Buenos Aires, donde ha vivido toda su vida, pero con el tiempo han sido varios factores los que le han llevado a ser un hijo adoptivo de Valladolid: las raíces familiares, la literatura y el fútbol. Ahora, a sus 49 años, este profesor de filosofía ha podido visitar una vez España en una experiencia inolvidable y ya planea su regreso en 2025.
«Aquí no soy ni de River ni de Boca, obviamente no iba a caer en la sencillez de ser del Barça o del Madrid»
"Mi abuelo era del Bierzo y ella de Burgos. Es un amor que se ha ido revelando de a poco y fue creciendo, tampoco pensaba anclar el corazón ahí tanto", confiesa Diego. "Soy muy futbolero y tenía que elegir un equipo español, y como aquí no soy ni de River ni de Boca, obviamente no iba a caer en la sencillez de ser o del Barça o del Madrid, y busqué en el corazón de toda esa Castilla mítica y ahí llegó Valladolid que con los colores del equipo conquistó mi corazón", cuenta a Relevo con la narrativa poética que le caracteriza.
Desde la capital argentina, Chiaramoni ve todos los partidos de su Pucela, sobreponiéndose a los problemas que puedan surgir para ello: "Algunos no tengo otra opción que verlos desde sitios no santos, digamos, un poco piratas. Los horarios no suelen ser malos, pero algún domingo me toca levantarme a las ocho de la mañana para hacerme mi mate y ver al Valladolid", nos cuenta.
«Mi sobrina de cinco años se sabe el himno del Valladolid de punta a punta»
"Mi familia y amigos me acompañan en esta pasión, aunque obviamente les parece una cosa extraña, porque aquí poco más que Madrid y Barça y algún otro equipo en el que haya dejado huella algún argentino", explica el sudamericano. "El otro día vimos el partido en casa de mi hermana con mi sobrina Jazmín, que con cinco años se sabe el himno del Valladolid de punta a punta. Siempre que vamos caminando por la calle y ve algo violeta y blanco me dice 'mirá, Pucela, tío'. Creció con eso", presume.
"También tengo un compañero de trabajo al que no le gusta mucho el fútbol, pero lo sigue y comentamos los partidos. Lo ven con sorpresa, pero todo lo que está hecho con pasión y sinceridad, rompe la indiferencia del otro. ¿Qué tendrá esa ciudad que le ha enamorado a este?", reflexiona Diego.
«Llegué a España por primera vez y a las cinco horas estaba en el José Zorrilla»
En 2023, nuestro protagonista consiguió cumplir su sueño de visitar España. "Parecía un guion escrito por Dios. Llegué al aeropuerto de Madrid por primera vez y a las cinco horas ya estaba en el José Zorrilla viendo un partido. El estadio lleno, bajan un tifo con la cara de Miguel Delibes y a los 40 segundos estábamos ganando 1-0 al Barcelona. Yo decía: 'no se puede soñarlo tan bien'", afirma del momento en el que se juntaron sus pasiones deportivas con las literarias. "Ganamos al Barcelona y ya me tenían como el talismán argentino", bromea.
Su curioso perfil de extranjero aficionado al Pucela le llevó a ser conocido por las redes sociales entre la comunidad blanquivioleta. Antes de venir, ya tenía amigos en la ciudad que le recibieron y le regalaron "una experiencia inolvidable". "Me recibieron como un hijo pródigo. Me llevaron a recorrer las nueve provincias castellanas, me dieron de comer como nunca y vine feliz de gastronomía, de historia, de recuerdos, de ropa que me traje del club…", rememora, con evidentes ganas de que se repita.

"Pasar por el lugar por donde murió Colón, o por donde estuvo Cervantes, o donde Juan de Juni hizo sus tallas. Esto es un lujo. Quizás allí no lo noten porque es parte de lo cotidiano para ustedes", apunta el hincha pucelano. Enamorado del clarete y de las fiestas de pueblo castellanas, define Valladolid como "un lugar donde se junta la historia y lo nuevo, con un centro que es primer mundo absoluto, pero si haces 20 kilómetros en automóvil estás en el corazón del campo castellano, entre las viñas y el cereal". "Y eso es maravilloso, porque te da el nivel de vida óptimo para no meterte en la ciudad de la furia, como es Buenos Aires o Madrid", asegura.
"Se suele decir que el castellano es frío. Yo siempre he estado contra este pensamiento", niega. "Al tocarles el corazón, el corazón se les abre, te abren la puerta de su casa, te extiende la mano, te valora, te aprecia… eso nunca puede ser un corazón frío. El castellano es sobrio, diría yo, pero no frío", corrige Diego.
«En Argentina el equipo tendría que entrenar con custodia, aquí entrenan a puerta abierta»
Por otro lado, el filósofo también saca otras conclusiones del fútbol español en comparación con el de su país natal. "En Argentina el fútbol es una guerra. Aquí hace más de una década que no hay público visitante en los estadios porque no sabemos competir y el rival no es rival, es enemigo y eso ha dejado una estela de violencia desde hace muchísimo tiempo", admite apenado. De Europa destaca "el ambiente, del respeto, la limpieza y que la familia vaya al estadio", algo raro de ver en otros países.
"Me acuerdo contra el Getafe que las aficiones llegábamos todas juntas, entramos al estadio sin ningún problema y cantaron 'Pucela es de Primera' cuando ya estábamos descendidos. Aquí en Argentina es imposible, los tendría que sacar la policía porque se quedan burlándose de ti o no terminarían vivos todos", compara. "Por otro lado, aquí se cantan los 90 minutos y se mira el partido de pie, hay más aliento", comenta haciendo balanza.
Siguiendo en las diferencias que hacen diferentes a ambos continentes, Diego asegura no entender "la pasividad de la gente" con un equipo que "arrastra el escudo y tiene "comportamientos dudosos en lo profesional y en lo humano". "Ponen un entrenamiento a puerta abierta y les van a pedir fotos y autógrafos. Aquí no podrían abrir, tendrían que entrenar con custodia. A los jugadores que van de soberbios y tienen gestos feos, acá aparecen cuatro o cinco muchachos robustos, le ponen los puntos, como decimos aquí en Argentina, y o se va o aprende a hacer las cosas", compara, aunque manteniéndose al margen de comportamientos violentos con los que él no se identifica. "La gente se porta bien, no insulta, tiene paciencia", valora.
Es por esto que, uno de sus objetivos, cuando vuelva en 2025, además de visitar el País Vasco, región que le resulta muy atractiva, le gustaría ir a un partido del Real Valladolid como visitante. "Si Dios quiere estaré para Semana Santa en Valladolid", apunta en el calendario con los billetes de avión ya comprados. Esta vez, además, volverá con un amigo. "Lo único que quiero es que no se repita el descenso, aunque por cómo vamos me parece que voy a estar para otro descenso más", lamenta.
Además del Pucela, el hincha argentino es aficionado de Huracán en su tierra. "Huracán y Real Valladolid tienen muchas cosas similares. Ustedes allí le llaman el equipo aspirina, y aquí Huracán también es el típico equipo aspirina. Huracán es muy pucelano y Valladolid es muy huracanense". Curiosamente, el actual entrenador del club español, Diego Cocca, también lo fue del argentino entre 2011 y 2012.