Ascenso a los cielos, caída a los infiernos y renacimiento: "Era la joyita del Barça"
Adrià Carmona jugó en Barcelona o Milan y ahora es uno de los 'coach' más reputados del país.

Habla con pausa, buscando la palabra adecuada para expresar aquello que pasa por su cabeza. Su temple transmite confianza. Adrià Carmona (Igualada, 1992) es otra de las promesas que parecieron quedarse a medio camino, uno de esos futbolistas presos de las expectativas que le colgaron y sobre las que nunca tuvo poder de decisión alguno. Salió de La Masia, rozó un Scudetto con el Milan cuando era un adolescente y hace algunos años se retiró en L'Hospitalet.
Cuando sus pies dejaron de responder a lo que le pedía su cabeza, empezó a preguntarse el porqué. Nada parecía tener sentido. Siempre había jugado con niños mayores que él, estaba en uno de los grandes del continente. Pero dejó de ser el que siempre había sido. Ahora, como coach, se asegura de que sus clientes tengan respuesta a preguntas que parecen no tenerlas.
Esta temporada ha acompañado a Álvaro Morata, Ferreira Carrasco, Arthur Melo o Jorge Meré entre otros, y también a otros deportistas como Oriola. En sus palabras, a "deportistas que buscan la excelencia en todos los campos". Adrià atiende a Relevo para hablar sobre cómo se ha roto el tabú de la ayuda psicológica, para contar cómo llegó a convertirse en coach y cómo un buen consejo puede cambiar la trayectoria de un jugador.
Un futbolista joven debe aprender a gestionar muchas cosas. Y la gran mayoría no tienen nada que ver con el fútbol. ¿Cómo se prepara uno?
Partimos de la base de que en cualquier formación, la exigencia suele ser muy alta para gente muy joven que debe estar preparada para muchas cosas. Cada uno aprende a gestionar de la forma que cree, pero hay veces que la situación te supera. En mi caso, jugué en categorías inferiores de Barça de los 8 años a los 18, siempre con niños de un año más. Yo era la joyita y mis problemas para gestionar las ganas de querer dar más se traducían en lesiones. Luego quería regresar a los dos días, no lo entendía de otra manera... El no tener esa paciencia o no saber trabajarla me hacía retroceder en todo lo que hacía. A día de hoy hay muchas más herramientas. Antes era un tema tabú, desconocimiento puro.
¿Puede uno evadirse de las expectativas?
Las expectativas siempre van acompañadas de un resultado que has dado. Ese envoltorio que los medios generan te hacen parecer mejor o peor jugador y puede distorsionar la realidad. Ese enfoque diario silencioso, minucioso, que te lleva a conseguir lo otro es lo que se tiene que fomentar. No por mucho que escuchemos el halago o la opinión externa, que poca información tiene de mí, me hará mejor.
¿Cómo viviste el cambio de Barcelona por Milán?
¿Qué consejo le darías a tu 'yo' del pasado?
Más que consejos o qué hubiera hecho, siempre buscaba ser mejor profesional. Buscaba la excelencia. Estuve rodeado de los mejores fisios, nutricionistas… Yo fui el mejor de mi edad. Pasaron dos años y me lesionaba siempre, no rendía igual. No encontraba el cómo, que es la clave de todo. Pero sí que es verdad que a día de hoy hubiera gestionado todo muy diferente a como lo hice. Pero porque lo desconocía. No es que me arrepienta, es que simplemente fue así. No me volvería a poner en ese lugar porque es un sacrificio y esa ilusión ya no está.
¿Cuándo nació esa pulsión por querer ser coach?
Hice mi primer proceso de coaching con 21 años. Me cautivó la manera en que podía reflexionar, en que acompañado de un profesional, a partir de la reflexión y unas herramientas que me daba, me hacía mejorar como persona. Tuve una conversación en una camilla, en el Milan, y le dije a un fisio: 'yo me dedicaré a esto'. Tenía 21 y me dijo que todavía no pensara en eso. Pero me gustaba mucho. Echarle un cable a alguien que está colapsado, que está rindiendo a un 6 y puede rendir a un 10. Ayudar a que alguien lo consiga es una satisfacción que me llena. Mi prioridad era el fútbol, pero empecé a tocar cosas que me gustaban. Después del Covid vi que mi camino no era seguir jugando.
Durante los últimos años se ha naturalizado el tener la figura del psicólogo dentro de los cuerpos técnicos. ¿Hay diferencias con el coach?
La figura interna es diferente. Es más complejo porque estás en una estructura de club, donde es más complejo trabajar con el jugador por un tema de confianza, de confidencialidad con el propio staff. Creo que esa figura que puede ayudar más al staff que al propio jugador. El futbolista tiende a ser un poco más desconfiado. Esta figura externa es la que está siendo más beneficiosa.
¿Le tiene plena confianza el jugador?
El psicólogo te ayuda a canalizar tus sentimientos, viene del mismo staff que el jugador. Entonces te preguntas hasta qué punto me puedo abrir y puedo tener la plena de confianza de lo que diga no va a llegar al entrenador y no me va a perjudicar a mí. Un buen profesional tiene que dejar esa base por escrito y no debe haber ni una mínima duda. Pero a veces ese desconocimiento por parte del jugador hace que esa simple reunión no llegue.
"El campo mental es donde se marca la diferencia, donde hay más margen de mejora"
Coach deportivo¿Hasta qué punto puede marcar la diferencia el aspecto psicológico?
En élite en ese margen de mejora cuando estás entre los mejores equipos, los pequeños detalles son la diferencia. Física, tácticamente, en nutrición… todos están a un nivel parecido. El campo mental es donde se marca más la diferencia, donde hay mucho más margen de mejora. En cómo gestionar una derrota, un varapalo en los primeros 15 minutos, en saber cómo recomponerse al descanso, a la tolerancia al dolor… Hay tantos obstáculos que pueden decidir si me llevo los tres puntos o no que lo que va hacer que un club tire hacia arriba o no es lo mental.
¿Existe una receta para ser un apoyo para el jugador?
Al final depende de la persona, de cómo es su exigencia, su tranquilidad, su mejor manera para rendir… Hay gente que necesita rabia, gente que necesita tranquilidad… Cada uno es como es. La información de saber que jugarás o que te cambiarán en el 80 sirve para preparar el partido y enfocarse en lo que queremos que pase en esos minutos y dejar tranquilo lo que no. Hay mil herramientas. Cuanto más masticado lo tengas, más preparado estarás. Con Morata, por ejemplo hacemos muchas cosas, le van bien unas determinadas cosas y se las potenciamos a tope. La confianza es distinta para cada persona. A mí me gusta la piel, saber de verdad cómo es el deportista, cómo canaliza, su entorno, cómo se comunica… A partir de ahí hay muchas variantes.
¿Puede uno olvidarse de lo que le sucede fuera del campo?
Dependiendo del jugador, de su carácter, de cómo enfoca… Hay gente a la que los resultados no le llegan porque no tiene tranquilidad o ese grado de confianza. O porque está pensando en el dolor del tobillo que arrastra, estás peleado con el club… Esas historias nos repercuten en el campo. El campo es el momento de no pensar. Pero si en mi entorno hay ruido, interferencias, en el momento en el que tengo que fluir no fluyo. Gestionar todo ese abanico hace que la pelota entre. Si el gol llega y no sabes por qué es porque puede llegar, pero no significa que estés haciendo las cosas bien. No hay reglas estipuladas, pero tener controlada la cabeza te acercará mucho más al gol.
"Mostrar una debilidad parece darle de comer al contrario, y es al revés"
Coach¿El jugador siente la confianza como para abrirse?
¿Por qué ha sido el aspecto mental tema tabú durante tanto tiempo?
Todo lo que no es tangible, lo que significa divagar, y queda en un ámbito poco concreto, forma parte de los prejuicios en el deporte en general. Mostrar una debilidad parece darle de comer al contrario. Y es al revés, con verbalizarlo vas ganando porque lo aceptas, lo asumes, y subes un peldaño más hacia tu objetivo. Es un tema que quien no haya trabajado todo esto se pregunta cómo se hace.
¿Buscaste esa figura en Milán?
Sí, me sentía muy tenso, jugaba y al terminar me dolía la cabeza y era por la tensión que aguantaba. Me tomaba pastillas pero no era cuestión de eso, era porque no sabía relajarme, llegar a un estado normal. El deporte es un altavoz, lo que te vaya bien o mal se magnifica. La figura del deportista no son las dos horas que vas a jugar, son 24 horas porque el panadero también te preguntará por el partido. Hay que aprender a gestionarlo.
¿El futbolista es capaz de desconectar?
Tomando tus medidas, rascando en uno mismo... sí. Habrá gente que no le moleste leer críticas, pero habrá gente que sí. Cada uno ha tenido su momento de saber gestionarse y momentos en que todo ha sido una bola.
¿Hasta qué punto se debe o se puede desconectar durante el verano?
Hay que ir rascando y ver en qué verano has sido capaz de desconectar. Yo siempre digo que el fútbol son siete vidas en una. Porque cada domingo tienes examen y el miércoles la Champions. Siempre estás en el escaparate. Y hay que bailar. Hay jugadores que la desconexión la canalizan perfectamente y hay gente que deja de entrenar y no sabe qué hacer, que siente un vacío cuando desaparece la rutina. Y no les gusta aburrirse. También hay que trabajar para aprender desconectar.