OPINIÓN

El Barça se aburre a sí mismo

El Barça se aburre a sí mismo

Uno ya acude a los partidos del Barça como se asoma al abismo: en silencio y con la certeza de que volverá a caer al vacío por muy preparado que esté. Los partidos del Barça han perdido todo atisbo de magia y nervio, sustituyendo aquello que recorría al aficionado hace no tanto por una extraña sensación de rutina kafkiana. El Barça era un viernes noche y ahora es un lunes en una Big Four. Uno va porque se le vende un futuro mejor bajo una promesa que te ves obligado a creer para acudir el siguiente día. Sin mentirnos a nosotros mismos, no veríamos el siguiente partido del FC Barcelona.

El Barça de Xavi es llegar a la adultez de forma abrupta y sin aviso previo. De repente descubres que hay que pagar facturas y que los amigos del instituto no duran toda toda la vida. Nadie nos había avisado que llegaría de esta forma, sin que pudiésemos prepararnos y asumir lo que iba a venir. El equipo está jugando en este mes de febrero como si fuese julio y la temporada estuviese empezando a andar, porque uno no detecta nada sólido en este equipo salvo su mediocridad, que amenaza con taparlo absolutamente todo salvo el talento de aquellos que son demasiado jóvenes como para entender el infierno que les rodea.

Las remontadas han sido el abono del Barça a lo largo de la temporada para paliar el déficit de juego que ha tenido el equipo. Por lo menos el aficionado ha tenido la certeza de que se llegaría al tramo final de los encuentros con algo que jugarse, aunque en muchos casos solo fuese el honor perdido. Ha llegado un punto que el juego es tan pobre y raquítico, que se normaliza que el campeón de Liga que tiene mejor plantilla que hace un año esté peleando por entrar en Champions y no por el título con casi toda la segunda vuelta por disputarse. La memoria en el fútbol no existe.

¿Y si uno ya ni se enfada? El Barça lleva al aficionado a no padecer, a no sentir casi nada salvo un aburrimiento atroz que se interrumpe cuando las genialidades de los jugadores se cruzan en medio de la monotonía a la que el equipo se ha forzado en estar. Es difícil enfadarse con algo que sabes cómo va a ir, porque si algo tiene este Barça es una facilidad pasmosa para jugar siempre el mismo tipo de partido, independientemente del rival o del escenario. Se aburre s sí mismo, no tanto por lo mal que juega, sino por lo recurrente de sus errores, que de tan puntuales se han vuelto crónicos.

La Champions se ve en Can Barça como la última bala cuando debería ser la consecuencia del trabajo bien hecho. Quizás tenga sentido, pues no hay competición que premie tanto la fortuna como esta, y no hay equipo que fíe tantas cosas del juego a la suerte como este equipo. La unión, que podría parecer antagónica, tiene sentido si se analiza desde este prisma. Tan cierto es que el Barça jugará unos octavos de Champions por primera vez en tres años como que nunca ha jugado y competido peor en este lapso de tiempo. El fútbol es infinito porque no solo permite frases contradictorias, sino que las abraza.