¿Por qué el Barça no está logrando controlar los partidos?
El conjunto de Xavi ha terminado sufriendo otro encuentro más, con un jugador menos y sin capacidad para tener la pelota.
El Barça parece estar viviendo un momento de dificultad, como si jugasen debajo del agua en vez de sobre el césped, mostrándose incapaces de disfrutar con la pelota como hacían hace pocas semanas. Ahora todo cuesta más: los pases no llegan, los controles son largos y las conducciones rebotan. No hay nada limpio en un juego que ha pasado de colores vivos a grises y marones oscuros. El unocerismo parece ser la nueva rutina del equipo azulgrana.
Con las bajas de Gavi, Pedri, Lewandowski y Dembélé se presentaba un choque embarrado en el que el Barça de Xavi debería ser más fluído y preciso que de costumbre para abrir al bloque rival, el de un Valencia que amenazaba cerrar espacios con líneas prietas y forzas a que los culers tuviesen un gran día. El problema es de base, algo inscrito incluso antes de que empezase el choque. La vuelta al 4-3-3 con una tripleta atacante repleta de jugadores con necesidad de reivindicarse y gustarse hacía presenciar un partido más nervioso que controlado, más tendiente a abrirse que a estar plegado bajo el control de los locales.
Se volvió a ver a un Barça pre Mundial, con el asterisco de que no contaba con sus mejores jugadores. El balón iba rápidamente fuera porque dentro no había nadie que lo mimase, solo Busquets tenía forma de participar ya que los de Baraja regalaban espacio al pivote y cerraban filas en la frontal. De ahí nacería el primer y único gol del partido. Pero lejos de ser el pistoletazo a un juego más relajado, fue como si el gol hubiese agravado la impotencia de los locales, dejando en evidencia un plan demasiado plomizo y estéril. El balón nunca iba dentro, y si acababa allí, salía en peores condiciones.
Es evidente que las bajas de Gavi y Pedri -sobre todo de este último- tienen un impacto en la circulación del FC Barcelona, despojándola de toneladas de creatividad y pausa, pero el equipo da la sensación de no saber combatir estas bajas y no adaptarse a ellas, como si ante sus ausencias el plan fuese el mismo de siempre, invariable. Se echa en falta mayor adecuación a las piezas, y sigue siendo sorprendente el escaso protagonismo de Pablo Torre que, puestos a replicar la idea inicial, es el jugador más preparado para jugar en el cuadrado. Con Roberto en ese sector, el equipo de Xavi no tuvo presencia interior y se quedó corto a la hora de poder girar al Valencia, que estuvo cómodo defendiendo junto.
Pero el punto álgido del partido fue cuando, tras quedarse con 10, los de Xavi han traducido la inferioridad numérica en una incapacidad de reordenarse con la pelota. El Valencia ha empezado a juntar pases y a hundir a un equipo que ha pasado de generar ocasiones a protegerse de los zarpazos inofensivos del rival. Con Christensen y Alonso protegiendo el punto de penalti y las ayudas de Kessie, el Barça apenas ha notado las acometidas rivales, pero se echa en falta mayor capacidad colectiva para adueñarse de la pelota para descansar, aunque solo sean unos segundos. Es como si el equipo hubiese olvidado cómo disfrutaba teniendo la pelota hace no tanto, reconociéndose en un juego de mínimos que, de momento, le regala puntos.