EL ANÁLISIS | BARCELONA-CELTA

¿Por qué el Barça no logró controlar el partido?

Gerard Piqué durante el encuentro/Getty
Gerard Piqué durante el encuentro Getty
Albert Blaya

Albert Blaya

El Barça volvió a caer en sus demonios, en aquel pasado que parecía ya superado y enterrado en el que partidos rutinarios, aparentemente controlados, se transformaban en torturas medievales que exigían un ritmo que el equipo parecía no tener. Ante el Celta, el equipo de Xavi pasó de controlar, dominar y generar ocasiones a hacerse pequeño y perder el hilo del encuentro. ¿Por qué sucede?

Hay algo que es innegable: la defensa del FC Barcelona era una incógnita, estaba construida de tal forma que, ante cualquier atisbo del Celta, iba a necesitar mucha fuerza colectiva para subsistir. Con Alonso de central en línea de cuatro, un Jordi Alba que no vive sus mejores días, Balde a pierna cambiada y Piqué, sin apenas ritmo, siendo el líder de la defensa, en la previa ya se olía un potencial desenlace. Esta zaga necesitaba que, a su alrededor, sucedieran muchas cosas a favor para no notar que era un puzle mal construido. El Barça lo disimuló hasta que el Celta hizo click.

Xavi quiere un equipo vertical, que presione alto y viva en campo contrario, con unas bandas que sean siempre quienes propongan en primera instancia. El primer problema para controlar es cuando tus extremos no ganan duelos, no se imponen y, por ende, terminan haciendo correr a su equipo. Ni Ferran ni Raphinha estuvieron acertados, y tampoco Dembélé, que salió con un partido abierto, teóricamente idílico para sus virtudes, incapaz de imponerse a Galán. Casi siempre que se jugaba fuera, la pelota regresaba dentro en peores condiciones, lo que hacía temer a Piqué que tendría que correr demasiados metros. Y se hundía.

No se puede decir que Piqué haya jugado mal cuando ha sido el central que ha sostenido al Barça en su agonía. 7 despejes, 2 entradas buenas y muchas jugadas límite en las que ha ganado. Pero es como si Piqué empujara al Barça a su terreno, a un fútbol temeroso en el que su inteligencia y oficio priman por encima del mensaje del técnico. Sin Araújo, Koundé y Christensen, defender hacia adelante parece una utopía, y Piqué se hizo fuerte en su lenguaje, olvidando lo que Xavi quiere. El Barça trataba de presionar pero se descosía, con Aspas merodeando la espalda de Busquets, la amenaza era doble. A veces, querer no es poder.

Ya sin Pedri y con Frenkie, el partido se fue hacia una dirección conocida: mucho ida y vuelta, desorden posicional, un Barça que se obsesionó en matar el partido sin tener armas en vez de dormirlo primero y con un unas imprecisiones que cada vez eran más evidentes. Ahí es cuando falta personalidad, querer la pelota y progresar conjuntamente sin querer acelerar cuando no toca. En definitiva, leer mejor cuándo y por qué suceden las cosas. De momento, parece que el Barça solo tiene una marcha y no sabe cómo cambiarla cuando el partido se lo exige. Cuando el Celta hizo "click", el Barça no pudo volver a entender el partido.