OPINIÓN

¡Qué bochorno, Sevilla!

El presidente, José Castro, y el vicepresidente, Del Nido Carrasco, miran al expresidente Del Nido Benavente./EFE
El presidente, José Castro, y el vicepresidente, Del Nido Carrasco, miran al expresidente Del Nido Benavente. EFE

Más de seis horas de alta tensión en Los Lebreros reflejaron la división dentro del Sevilla. Ni la Europa League lograda en Budapest, en la temporada de la que se hacía balance, frenó las críticas al consejo. El deteriorio social e institucional incluso van más allá del económico o el deportivo. El epílogo de la Junta General de accionistas, con ese agrio cruce dialéctico entre el presidente, José Castro, el vicepresidente, José María del Nido Carrasco, y José María del Nido Benavente sólo sirvió para elevar el sonrojo de un sevillismo que ha perdido el rumbo y que, además, tiene a los denominados americanos cada vez más metidos en la entidad.

Del Nido Benavente, sobre el enfrentamiento con su hijo. ALONSO RIVERO /RELEVO

Dejó entrever el final de su mandado el presidente de la manera más agria. Ni esos logros deportivos que él mismo recordó le han servido para ganarse el favor del sevillismo en su adiós. Quizá en algunos momentos de manera injusta, pero José Castro debería reflexionar sobre ese desapego de los aficionados hacia su persona. No siempre se puede achacar todo al enemigo Benavente y sí hacer autocrítica con los muchos sevillistas minoritarios que volvieron a salir a la palestra para afear la gestión de la entidad. Y su traca final contra el expresidente sólo sirvió para abochornar más a cualquier aficionado neutral.

Pero Del Nido sacó otra vez su peor faz de perdedor. Ni con muchos argumentos a su favor fue capaz de ganarse el favor de buena parte de los accionistas (y aficionados) que tampoco quieren su vuelta al puesto de mando. No acepta el expresidente esas críticas de los que entiende que su tiempo en el Sevilla ya ha pasado y menos aún que su hijo, Del Nido Carrasco, respondiera a los accionistas en modo presidente a mitad de la Junta. Pero, eso sí, sigue sumando apoyo accionarial, lo que lo convierte en actor principal de cualquier solución que se pretenda alcanzar para el futuro de la entidad.

El todavía vicepresidente fue el menos perdedor de una Junta para el olvido. Asumiendo voz delante del sevillismo con serenidad y educación, o argumentando sus decisiones, por más que no siempre se compartan, sobre todo por esa deriva deportiva de la entidad a la que no está siendo capaz de poner remedio, Del Nido Carrasco comenzó su mandato sin todavía haber sido nombrado como máximo dirigente de la entidad. Lo hizo plantándole cara a su padre, una cuestión que no es sencilla en una Junta de accionistas, pero con un deterioro económico, deportivo y social que debe frenar si quiere tener relevancia en la historia de la entidad.

No pasan buenos tiempos para el Sevilla, al que esa batalla accionarial le está pasando factura, pero que tampoco viene tomando buenas decisiones en su día a día. Si además las formas desaparecen el cuadro final queda manchado para una entidad que hace bien poco se vanagloriaba por su manera de hacer las cosas. Ya de madrugada seguro que muchos sevillistas se marcharon a la cama con una sensación amarga por esas peleas cainitas que aumentan la zozobra de su querido club.