El Celta es el ejemplo a seguir para casi todos los equipos de LaLiga

Los que seguimos el día a día del Celta desde hace años sabemos que el conjunto vigués puede ser ejemplo perfecto de hacer las cosas regular. En los últimos años, el equipo ha estado más veces peleando por no bajar en la última jornada que conquistando permanencias holgadas, algo que solo consiguió con Eduardo Coudet. En 2019, 2020 y 2023 tuvo que esperar hasta el último día para saber si seguiría en Primera División el curso siguiente. En el actual todavía quedan cuatro jornadas para el final, pero parece que la salvación se conseguirá antes.
Sin embargo, el Celta necesitó tocar fondo de nuevo para, por primera vez en mucho tiempo, tomar la decisión más sensata. Muchas veces los dirigentes se han complicado la vida con contrataciones que en alguna ocasión rozaban lo absurdo, con movimientos en la plantilla que nadie entendía ni pedía y con enfados caprichosos que poco ayudaban al bien común. Eso parece haber cambiado, sobre todo gracias a Marián Mouriño.
Mucha gente señaló a la actual presidenta del Celta como una dirigente puesta a dedo ahí por ser la hija del anterior máximo mandatario. En cierto modo es cierto, las acciones las tiene su familia y nadie tiene o quiere pagar los más de 100 millones, pero a ella no le dieron ni siquiera la opción de equivocarse. Meses después, su contador de errores está muy por debajo del de aciertos. El último, darle la oportunidad a Claudio Giráldez.
Rafa Benítez llegó a Vigo el pasado de la mano de Luis Campos y un Carlos Mouriño que ya vivía sus últimos días en el cargo presidencia. Su etapa fue de más a menos hasta un punto en el que en las oficinas llegaron a temerse seriamente un descenso. Y con la decisión de su destitución tomada 24 horas después de la derrota en el Santiago Bernabéu, tocaba acertar, porque de no hacerlo, las consecuencias eran catastróficas.
En ese punto, había dos opciones. Por un lado, tomar el mismo camino que en los últimos años y probar fortuna con un entrenador de fuera, con poco tiempo para trabajar y sin conocimiento del club. La otra era ser sensatos y darle el puesto al entrenador del filial Claudio Giráldez. También había riesgo, obvio, pero en un club que se presume canterano y que lo es, merecía la pena. El de O Porriño era la opción más sencilla y aunque no os lo creáis, a veces lo sencillo es lo mejor.
Seis jornadas después, el Celta se ha alejado ocho puntos del descenso y por primera vez en los últimos 13 meses, puede respirar. Y los que más lo celebran son los celtistas, los que acuden en masa a Balaídos cada quince días. El equipo de Giráldez es un equipo vistoso, divertido, liderado por un entrenador de la casa, guiado por el mejor jugador de su historia y leyenda de LaLiga, que también es de la casa, y con un puñado de jóvenes canteranos que ya son protagonistas.
El Celta arriesgó sin arriesgar. Porque en las canteras hay muchísimo talento que merece la oportunidad. Marián Mouriño se la merecía en verano y Giráldez se la merecía ahora. Y las consecuencias no pueden ser más positivas. En definitiva, el Celta es el ejemplo a seguir por casi todos los equipos de LaLiga. Si ven hacia el norte, verán un proyecto. Y había ganas.