Chygrynskiy: "Nunca digo que jugué en el Barça; estuve en el Barça"
Dmytro atendió en mayo a Relevo en Atenas, donde reflexionaba sobre su paso por el equipo contra el que se reencuentra ahora con la camiseta de Shakhtar.

(Recuperamos esta entrevista realizada en mayo en Atenas a Dmytro Chygrynskiy, semanas antes de su regreso al Shakhtar Donetsk, con el que se reencontrará con el Barça este miércoles en el partido de Champions League).
Pasan tres minutos de las siete de la tarde en Atenas. En la avenida Vasilissis Amalias, tocando a la plaza Syntagma, Dmytro Chygrynskiy (Iziaslav, Ucrania, 7 de noviembre de 1986) levanta el brazo para cerciorarse de que le reconozco desde la distancia. Qué gesto tan humilde, pienso, por parte de alguien tan acostumbrado a vivir bajo el foco mediático. A sus 36 años, Chygry disfruta de sus últimas temporadas como profesional en tierra helena, donde 'renació' cuando las lesiones estaban a punto de provocar su retirada. Ha llovido mucho desde que, en 2010, el zaguero abandonara el Barça. Fueron solo 10 meses, pero todos los aprendizajes de aquella experiencia única acompañarán de por vida al hoy central del Ionikos Nikeas, un tipo con un ojo puesto en el césped y otro en la terrible guerra en Ucrania.
Para los que le perdieron la pista cuando se marchó del Barça, ¿cuál es el Dmytro Chygrynskiy de hoy?
Diría que ahora soy un jugador que sencillamente intenta disfrutar del fútbol. Aprecio un momento que sé que no durará para siempre. Con mi deber, con mi responsabilidad, pero disfrutando por encima de todo.
¿Se puede decir que en Grecia has descubierto un nuevo fútbol, alejado de la élite que viviste en Donetsk y Barcelona?
Cuando llegas a cierto nivel, cada paso atrás se verá como que caes. He seguido mi propio camino y creo que ha sido bastante interesante. Cuando te vas de esos clubes te sientes decepcionado contigo, con tu carrera… Pero encontré la más sincera felicidad aquí. No tengo nada que reprocharme, porque cuando eres niño tienes ilusiones y sueños, pero si te digo la verdad nunca fui tan atrevido como para soñar jugar en el Barça. La gente me dice: 'Oh, jugaste en el Barça'. Pero yo nunca digo que jugué en el Barça. Yo digo: 'Estuve en el Barça'. Y eso es diferente, porque para decir que jugaste ahí necesitas haber sido parte importante del equipo. Fue algo más simbólico, algo que demuestra que puedes alcanzar tus mayores ilusiones.
¿Cómo lograste motivarte de nuevo al regresar al Shakhtar?
Fue difícil y a la vez fácil. Nunca me doblegué mentalmente, pero estuve 'fuera' del fútbol tres años por culpa de las lesiones. Y en esos momentos te das cuenta de que puedes perder el nivel pero también la profesión. Estuve cerca de perder la fe. Pero la parte sencilla fue encontrar fuerzas para no rendirme y reconstruir mi carrera tras el Shakhtar. Mi estancia en el Dnipro fue como empezar a jugar a fútbol por segunda vez, fui el más feliz del mundo. Fue como estar muriendo y volver a nacer. La gente me miraba como diciendo: ''Chygry' no va a volver'. Pero cuando sientes que lo puedes perder todo, lo último en lo que piensas es en la opinión de los demás. Ese período me ayudó a crecer.
Qué difícil tuvo que ser no sacar la bandera blanca…
Estaba frustrado, perdido. Todo me irritaba. La gente me paraba por la calle y me decía: '¿Cuándo vuelves, Dmytro?'. Los miras y piensas que lo hacen expresamente para joderte. Pero el enojo está en ti, no en los demás. El mundo es como un espejo; lo que tienes dentro lo verás reflejado fuera. En líneas generales ha sido un camino bonito, quizá perdí algunos años en el Shakhtar, quizá perdí un año en el Barça, pero no sé si en otras circunstancias habría llegado a donde estoy ahora. Las experiencias que tuve sirven más que cualquier partido o trofeo.

¿A nivel económico, cómo se gestiona este cambio de vida?
En el Shakhtar, por suerte, tuve un buen contrato. Está claro que cuando la situación cambia empiezas a echar más cuentas. Pero eso también te ayuda, porque aprecias todo aquello que no apreciabas antes. Entiendes que hay muchas cosas que el dinero no puede comprar, y eso es igual para todos. Si eres una persona responsable, si trabajas, no vas a tener problemas económicos. Cuando eres joven, como todos, compras ropa y otras cosas. Pero nunca enloquecí por coches, joyas o relojes. Para mí siempre ha sido más importante pasar tiempo con los pocos amigos que tengo que estar pendiente de comprar cosas.
Con menos de 20 años ya luciste el brazalete de capitán en el Shakhtar. ¿Fue una presión añadida?
No, no lo creo. Cuando (Mircea) Lucescu me dijo que quería convertirme en capitán no sentí ninguna presión añadida. Estaba preparado. Ese período fue el mejor de mi carrera. Tienes responsabilidades pero sientes que puedes con todo. No piensas en los errores. Esperaba cada partido con ansia de jugar. Y sabía que iba a jugar bien, que ganaríamos. No había dudas.
¿Te acuerdas del día en que te dijeron por primera vez que el Barça te quería?
Estábamos en el mismo grupo de Champions, junto a Sporting y Basilea. En Donetsk jugamos muy bien aunque perdimos al final por 1-2. Tras el partido, Jordi Cruyff, que estaba entonces en el Metalurg Donetsk, me dijo que Guardiola estaba hablando maravillas de mí. La verdad es que jamás pensé que el tema iría a más. En invierno salieron rumores en la prensa, pero no había nada. Días después de ganar la UEFA, recibí una llamada: 'Ahora va en serio, Dmytro. Te quieren'. ¡Uff! Fue la primera vez que sentí presión de verdad en mi carrera. Pero aun así, el momento en el que de verdad vi que la cosa iba en serio fue cuando Guardiola me llamó estando de pretemporada en Suiza. Ahí sí que me 'asusté'. Pep me dijo: 'Quiero que seas la pareja de Piqué por muchos años. Confía en mí, me gusta tu salida de balón, tu primer pase…'. Yo estaba en shock.
¿Fuiste capaz de dormir durante esas semanas?
(Risas). Mira, al final si me habían llamado era gracias al Shakhtar, gracias al equipo. Me centré en mi trabajo y no le pregunté nada al presidente. Él me dijo: 'Si pagan lo que vales, daremos luz verde al traspaso'. Me dobló el salario y lo hizo sin ampliar los años de contrato. Le dije: 'Lo que decidas estará bien. Confío en ti'.
Y luego vino un episodio surrealista: jugaste la final de la Supercopa de Europa siendo ya del Barça.
Dos días antes del partido, el presidente me sentó a cenar junto a Lucescu y me dijo: 'Tras la final, te vas. Pero queremos ganar el título'. Lo que pensé es que no me podía ir con una actuación decepcionante, así que sentí aún más responsabilidad. Ni siquiera me paré a pensar en que me iba al Barça. Perdimos en la prórroga, pero les pusimos las cosas muy difíciles. Me sentí orgulloso del equipo.

¿Te dijeron algo los jugadores del Barça?
Recogimos la medalla y nos hicieron un pasillo. Y mientras pasaba, algunos me abrazaban y me decían: 'Bienvenido al Barça, Dmytro'. Fue bonito por su parte. Tenía sentimientos encontrados, la verdad. Y todavía sobre el césped, el 'presi' me dijo: 'Mañana vas al hotel del Barça, prepara tus cosas. Todo irá bien, gracias por todo'. Fue la despedida que tenía que ser.
¿Recuerdas cómo fue tu primer contacto con tus nuevos compañeros?
Fue todo tan rápido… Cada vez que cerraba los ojos veía algo diferente, era como un calidoscopio. No tuve ni tiempo para pensar qué estaba pasando. Además firmé y me fui directamente con mi selección, por lo que fue rápido y extraño. El día que conocí a la plantilla fue en un entrenamiento en día de partido. Hablé con Xavi, que se preocupó por mí y me preguntó varias cosas. Incluso me bromeó con el marcaje al hombre que le habíamos hecho en la final (risas). Fue todo muy sencillo, el ambiente era muy bueno. Me junté mucho con Maxwell e Ibrahimovic. Con Zlatan vivíamos en el Hotel Princesa Sofía y cenábamos juntos a veces. Yo no conducía y él me llevaba en su coche a los entrenamientos.

Ahora que han pasado más de 12 años, alguna anécdota de Ibrahimovic seguro que me puedes contar…
(Risas). Con 'Ibra' te podría contar más de 100. Mentalmente es muy fuerte, y en su cabeza tiene claro que es el mejor. Un día, antes de empezar el entrenamiento, estábamos peloteando sobre el césped y de repente, mientras hacía toques con el balón, dice: 'Esta gente aún no han entendido que tengo la misma calidad que Messi y Cristiano Ronaldo juntos'. Zlatan es fantástico, no estaría aún en la élite si no tuviera esa mentalidad ganadora. Es un clase mundial.
¿En los entrenamientos llegaste a sentirte inseguro o frustrado?
Yo quería aprender lo más rápido posible. Era un fútbol diferente, un país diferente… Ahora sé que el principal problema que tuve fue mi psicología. Tuve demasiada prisa. Me autopresioné demasiado. Pep me decía: 'Solo haz lo que te pido, no pienses de más'. Pero yo sabía que no era el mejor en los entrenamientos, así que terminaban las sesiones y me quedaba trabajando. Estaba obsesionado en progresar rápido. Con el idioma, haciendo doble sesiones en el gimnasio… Me ponía presión permanentemente para voltear la situación. Y Pep lo vio, porque en varias conversaciones me pidió calma.
¿Se puede decir, por lo tanto, que tu autoexigencia te impidió triunfar en el Barça?
Sin duda. Por desgracia, la experiencia viene con el tiempo, no cuando eres joven. Me puse demasiada presión. No me arrepiento de nada, di lo mejor de mí. Pero si pudiera volver atrás, escucharía más. A Pep, a los preparadores físicos, a mi entorno… Pero lo quería hacer todo de forma inmediata. Pensaba: 'Si no hago trabajo extra el mismo día del entrenamiento, me estoy quedando atrás'. Sentía todo el rato que tenía que hacerlo. Fue un error. Y luego, claro, el dinero que pagaron por mí y las expectativas también jugaron su papel. Venía de ganar la UEFA, pero aún me faltaba experiencia. Ahora lo pienso y era una gran oportunidad para aprender sin prisas de Márquez, Milito, Puyol… pero a la vez tienes la ambición de jugar. No te conformas con estar ahí. Quieres ser importante.
Si me permites la valoración, la sensación que quedó es que fue más un tema de errores puntuales que de nivel.
Es el Barça. No vas a tener dos, tres o cuatro oportunidades. Si no eres suficientemente bueno, un año es mucho. No es como en Inglaterra. A nivel general no creo que fracasara, pero si hablamos de algunos partidos concretos, sí, fallé. Y ese es el precio que pagas en el Barça. Lo digo sin reparos: en el partido de Copa ante el Sevilla fallé. Y contra el Cádiz en Liga también fallé, a pesar de que ganamos. Tuve errores que en el Barça no son aceptables, pues el listón está muy alto. Tampoco me ayudó que al año siguiente se fuera Joan Laporta y entrara Sandro Rosell, ya que no había jugado mucho y nadie me podía garantizar nada. Pese a todo, Guardiola me dijo: 'No leas nada, prepárate. No tuviste pretemporada, pero este año será diferente'. Pero pasó lo que pasó y así acabó mi historia en el Barça.
¿Te decepcionó Guardiola?
¡No! De ninguna manera. Fue una experiencia única para mí y siempre sentí su apoyo. En todo caso yo le decepcioné a él, pero no al revés. Él vio el esfuerzo que yo ponía cada día, y lo apreciaba. Me ayudó mucho. Teníamos muchas conversaciones, solo puedo estar agradecido. Incluso después de mi salida mantuvimos algo de contacto. Coincidimos en Múnich por casualidad en un restaurante y se alegró mucho de verme. Hablamos durante casi media hora, después me llamó para pedirme opinión sobre Douglas Costa… Lo último que diría respecto a Pep es que me decepcionó. Estoy agradecido de haberle tenido como entrenador y le deseo lo mejor. Es un técnico top y una gran persona.
¿Fue duro marcharse del Barça?
Fue frustrante. Las primeras dos o tres semanas después de volver al Shakhtar fui como un robot al que había que dar cuerda por las mañanas para que funcionara. Pero el fútbol es la mejor medicina. Excepto el tramo final de curso, en el que me lesioné, mi primer año fue realmente fantástico, llegamos a cuartos de final de la Champions. Mi estancia en el Barça me ayudó a mejorar. Volví más maduro, más como un líder y me sentía un capitán sin brazalete. Lo disfruté mucho. En febrero o marzo me lesioné y ahí empezó mi pesadilla de tres años con las lesiones, pero es otra historia.

¿Con qué aprendizaje te quedas de tu estancia en Barcelona?
Es difícil quedarse con un solo aspecto, pero estar entre los mejores, aun siendo el peor entre los mejores, diría que no es una gran vergüenza. Fue una experiencia única, una oportunidad para aprender de grandes jugadores y grandes personalidades. Tienes que ser muy malo para no aprender de todo eso. Jugar en el Barça fue la confirmación de que en la vida todo es posible, incluso plantarte ahí donde ni siquiera habías soñado. Ahora mi misión en el fútbol es compartir lo que yo viví con los jóvenes, porque todo el mundo pasa por problemas en algún momento de su carrera. De alguna manera, siento que es mi deber en mi equipo actual.
No puedo terminar sin preguntarte por todo lo que está sufriendo Ucrania. ¿Cuál es tu opinión del conflicto con Rusia?
¿Conflicto? ¿Qué conflicto? No es un conflicto. La realidad es que si queremos vivir en un mundo civilizado con los valores de la libertad y los derechos humanos tenemos que entender que no es un conflicto. Es una guerra. No es una guerra contra Ucrania, es una guerra contra el mundo. Me siento agradecido por cómo el mundo está ayudando a mi país, pero también pienso que solo todos juntos podremos parar esto. Y ahora no se puede pedir la paz. ¿Porque, qué es la paz? Si esta guerra se detiene ahora, será una paz falsa. Porque los rusos ya hicieron lo que hicieron, y Ucrania y el mundo tienen que ganar esta guerra. Queremos ser parte del mundo libre con los valores europeos. Si podemos hablar de nazis, esto son nazis. Sé que en Europa la gente se acostumbró a lo que está pasando, pero no nosotros. Miro cada día el número de muertes, miro cada día el precio que estamos pagando por ser libres. Y es un precio muy alto. No podemos permitir esto. Sé que suena a: '¿Qué más está pidiendo?', pero es la realidad. El mundo tiene que ayudar a Ucrania a ganar esta guerra.
Esto sí que importa de verdad, y no fallar un pase o jugar mal un día…
Por supuesto. Todo ha cambiado antes y después de la invasión. Lo que era antes no tiene nada que ver con cómo he empezado a ver ahora incluso el fútbol. Están las cosas importantes de verdad y luego el resto. Desde los primeros meses se me hizo imposible centrarme en el fútbol. Llegaba a casa y veía vídeos, leía las noticias, veía como morían mis hermanos y hermanas ucranianas…