ATLÉTICO DE MADRID

Todas las claves de la solución al 'imposible' caso Griezmann

Barça y Atlético habían roto relaciones, 30 minutos por partido, tensión, portazos... y al final todos han salido ganando.

Antoine Griezmann aplaude al público durante un partido del Atlético. /EP
Antoine Griezmann aplaude al público durante un partido del Atlético. EP
Sergio Fernández

Sergio Fernández

Ha sido el culebrón silencioso del verano. El triángulo Barcelona-Atlético-Griezmann no ha dejado de generar noticias, aunque buena parte de ellas no han salido a la luz. Ahora hay una solución: el jugador francés pasará a ser propiedad del Atlético a cambio de unos 20 (+2) millones de euros. Él rebaja su salario pero se queda en Madrid cuatro temporadas más. El Barcelona hace caja y se libra del año de contrato que le quedaba al galo con ellos. Todos contentos. Es increíble, pero al final ha salido bien para todos. Vamos a intentar explicarlo todo.

En un minuto

Muy resumido: Griezmann ficha por el Barça después de amagar la temporada anterior y cabrear a buena parte de la afición. No termina de cuajar en el Camp Nou. Simeone lo quiere de vuelta. Lo ceden dos años con opción de compra obligatoria de 40 millones de euros si juega más del 50% del tiempo que esté disponible. Primera temporada bien. Segunda temporada de cesión: el Atleti no quiere pagar esa cláusula y sólo pone a Antoine el 49% del tiempo. El Barça se mosquea, amaga (fatal) con denunciarlos. No lo hacen porque saben que lo pierden, rompen relaciones ambos clubes. Vía muerta. Parecía que iba a jugar 30 minutos por partido durante el resto de la temporada.

¿Qué ha pasado?

El último día del mercado de fichajes el Atlético intentó solucionar el tema comprando al 8 rojiblanco, pero el Barcelona no quiso. Los dirigentes rojiblancos terminaron muy enfadados con esta reacción y cerraron la puerta a volver a sentarse. Pensaban dejar al atacante francés jugando el tiempo que no les obligase a pagar los famosos 40 millones de la cláusula todo el año. La temporada siguiente volvería a Can Barça cobrando los 22 millones netos (44 brutos) que marcaba su ficha y el problema sería para los azulgrana...

Y esa es justo la clave de todo esto: el Barcelona intentaba simular una posición de fuerza en toda esta negociación... pero nadie se lo creyó en ningún momento. Por aclarar el contexto: con todas las palancas, Laporta salvó la inscripción de sus jugadores esta temporada. Vendiendo activos del club. Gracias a eso ha tenido unos 650 millones de masa salarial (que es una pasada).

La temporada que viene, que no "venderán palancas", el tope salarial azulgrana se quedará en alrededor de 450. Eso significa que, o se quitan bastante gente (sueldos elevados) de encima, o la plantilla va a seguir costando 650, pero sólo van a poder pagar 450. Tienen que quitarse 200 (brutos). Esto, que más o menos lo sabe todo el mundo, colocaba al Barcelona en una posición negociadora horrible. Sólo facilitando la venta de Griezmann ya tenían casi un cuarto de esos 'deberes' hechos.

Mateu Alemany se puso en contacto con el entorno del jugador y propuso sentarse en una mesa y no levantarse hasta que todo se hubiera arreglado. Y se encontró con un no rotundo por respuesta.

La (no) denuncia

Es aquí cuando se activa la vía "estamos enfadadísimos y pensamos denunciar al Atleti con todo". Pero como no es lo mismo "pensar denunciar" que denunciar, y además el contrato de Griezmann estaba sujeto al Tribunal de Arbitraje de LaLiga (donde casi seguro hubieran perdido), pues se quedó en eso, en poco menos que un postureo.

El 13 de septiembre L'Équipe y Relevo publicaron que las posturas se habían acercado mucho. Ambos clubes negaron que se hubieran reunido (no que la solución estuviera cerca). Era verdad. No se sentaron en la misma mesa. Tuvo que ser el abogado de Griezmann, Sevan Karian, y su equipo de representación, con Héctor Fernández a la cabeza, los que ejercieran de mediadores. Como en una pelea de niños pequeños que no se hablan pero que, en el fondo, saben que van a tener que compartir recreo toda la vida.

De hecho, en algún momento del verano la solución que más cerca estuvo fue... ¡renovar por el Barcelona! A un precio mucho menor, un 50% menos de su sueldo, y volver a cederlo al Atlético. Esta idea estuvo cerca de concretarse, porque también dejaba a todos más o menos contentos, pero al final no cuajó. Con las relaciones que había entre ambos clubes, todo parecía difícil.

Un contrato sencillo

Al final todo ha salido adelante con un contrato muy sencillo. El Atlético ha apretado mucho, Griezmann no quería nada más que seguir en Madrid a toda costa. Ha aceptado bajar su salario otra vez (ya lo bajó, de 20 que cobraba en el Barça a 10) y dejarlo en alrededor de 7, que fue lo que le pidió Miguel Ángel Gil en su casa, en una emotiva reunión durante el verano, cuando parecía que la situación tenía difícil arreglo.

Después de aquello el Atlético se movió bien: consiguió cerrar la operación de Lodi, traer a Reguilón pagando sólo el 30% de su salario (en torno a 800 mil euros) y ganando margen para su tope salarial y para afrontar la operación Griezmann.

Porque él quiere

Con la actitud normal de otros jugadores este verano, la realidad es que el 8 rojiblanco hubiera terminado, con toda seguridad, entrenándose con el Barcelona la temporada que viene y cobrando un salario espectacular. Ha sido la determinación de Griezmann de quedarse en Madrid (más bien de quedarse con Simeone) a toda costa lo que ha desbloqueado el acuerdo.

Sin florituras, sin bonus por objetivos claros, sin medias tintas: se ha bajado el sueldo para quedarse. Mucho. En el Atlético creen que si hubieran exprimido más la situación el Barça hubiera terminado bajando todavía más el precio porque, la realidad, es que necesitaban urgentemente liberarse del año de contrato que les quedaba.

Todos contentos

Al final, contra todo pronóstico, todos contentos: el Atlético mantiene un jugador con caché de estrella mundial a un precio razonable. Les va a seguir generando beneficios en términos publicitarios durante el Mundial, por ejemplo. El Barcelona igual: se olvida del tema, cobra algo de traspaso y libera mucho espacio salarial.

Y el jugador irá al Mundial, dejará de contar los minutos que puede jugar, se quedará en la ciudad en la que es feliz y con el entrenador que siempre le ha demostrado que le quería. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.