Lo que se cuece en el Barça: Flick sigue sin entender algunas cosas pero lo que tiene claro es que se acabaron las excusas
El alemán, como hizo Cruyff con el derrotismo y Guardiola con la madriditis, quiere terminar con las justificaciones ajenas al rendimiento del equipo.

Ha costado convencer a Hansi Flick de que haga publica la lista de los concentrados para disputar el partido de turno. Él no entiende la razón ni el revuelo que se montó cuando no facilitó los nombres de los citados para el partido contra el Sevilla. Desde su punto de vista, quien juega es el Barça. No uno u otro futbolista. Todos los jugadores son el Barça, por tanto, juega el Barça y punto. Tras la polémica, se le convenció para volver a la tradición de las rutinas del fútbol y hubo anuncio de convocados para el partido ante el Sevilla y el tema parece resuelto. Pero hay más cosas que no le gustan, como el exceso y la posición de las cámaras en las sesiones preparatorias. Quiere intimidad y desarrollar su filosofía sin presiones. A su manera. No quiere excusas para nadie, tampoco para él. La responsabilidad es de cada uno en la puntualidad, en el trabajo, en el rendimiento ,en la concentración, en la conducta sobre el terreno de juego, en el desarrollo del entrenamiento invisible y, por supuesto, en la relación con los árbitros, los grandes personajes de los últimos meses que, sin ningún tipo de duda, están sometidos a una presión desmedida que genera un nivel de tensión insostenible.
Sin duda por ese motivo, Flick convirtió la rueda de prensa del viernes en un alegato en favor de la clase arbitral, insistiendo en que técnicos, futbolistas y medios tienen el deber de protegerlos como se intenta defender a entrenadores, jugadores, prensa, radio y televisión cuando son ellos, y no los colegiados, los que cometen errores. Flick, que lleva meses advirtiendo a su equipo que no puede perder un miligramo de fuerza discutiendo estérilmente con los árbitros, abandera esta campaña de apoyo como signo de identidad de su gente. No quiere enfrentamientos ni declaraciones contra los colegiados porque entiende que no compensan de ningún modo y que, sobre todo, pueden sonar como excusa para justificar una mala o incorrecta acción de los jugadores. Y Flick, como rasgo característico de su gestión, odia las excusas. Quiere erradicarlas del vestuario y del terreno de juego. La responsabilidad es del jugador o de él mismo, ya sea consecuencia de una impuntualidad, una falta desmedida, una expresión sancionable o un planteamiento equivocado. Y no parece una pose sino una conducta meditada. Una rasgo de personalidad que, si es capaz de mantenerlo, marcará su etapa en el Barça.

Llegará un día en el que Flick ya no esté en el Barça y pasará el juicio del balance por posiciones radicales como esta. Con Cruyff, a otro nivel y en otras circunstancias, pasó lo mismo. El insuperable Johan se empeñó en acabar con el victimismo blaugrana. Y lo consiguió a base de jugar un fútbol excelso, aplicando una filosofía particular y consiguiendo que el seguidor barcelonista pudiera viajar por todo el mundo con la cabeza bien alta y el optimismo por bandera. Once títulos en su etapa. Con la primera Copa de Europa, cuatro Ligas, una Recopa, una Copa del Rey, tres Supercopas de España y una de Europa. Y lo más importante, con tres/ cuatro extranjeros (Koeman, Laudrup, Stoichkov y Romario) liderando el producto nacional llevó a sus jugadores españoles a llevar las riendas de la Selección en donde no era extraño ver a siete, ocho o nueve futbolistas blaugranas en la lista del seleccionador de España. ¿Por qué? Pues porque eran buenísimos y además tenían un espíritu ganador fuera de lo común. Johan, a través de su equipo, acabó con el derrotismo del entorno y de lo que no es el entorno. El propio Barça. Lo mismo que está intentando hacer Flick con las excusas tradicionales.

Y si hablamos de Guardiola, que como Cruyff y Flick tomó durante su gestión decisiones discutibles, ocurrió lo mismo. Superado con Cruyff el derrotismo, con Pep se superó la madriditis crónica del club. Su Barcelona jugaba tanto y tan bien que los resultados eran indiscutibles fuese quien fuese el rival. Es cierto, sin embargo, que en su época Guardiola sí se refirió a los árbitros en varias ocasiones, y para esquivar su posible incidencia en los partidos Pep exigió el máximo rendimiento en todos los encuentros. Su objetivo no era sólo ganar títulos, en este caso que nos ocupa hoy las Ligas haciéndolo en el último día como Cruyff, que ganó tres en la jornada final. Guardiola insistía en que para ser campeón el Barça tenía que ser mejor que cualquiera de sus rivales todos los días y alcanzar el campeonato con tal diferencia de puntos que los posibles errores arbitrales no tuvieran incidencia en el desenlace del campeonato. Y lo consiguió en España y en Europa. Catorce títulos: 3 ligas, 2 Champions, 3 Supercopas de España, 2 Supercopas de Europa y 2 Mundiales de Clubes. A todos estos, por supuesto, Pep añade, como primer título de su etapa blaugrana, el ascenso del Barça B en su debut como entrenador. Un palmarés basado en que es el fútbol, tu fútbol, el que te hace campeón, o no, sean quienes sean los árbitros que dirijan tus partidos.
En resumen, si con Cruyff se terminó con el derrotismo, si Pep acabó con la madriditis (nunca le ha ido mejor al Barça que cuando con Guardiola se olvidó del Madrid), con Flick se está trabajando para terminar con las excusas. Tremendo propósito porque en este juego la tendencia es echarle la culpa a otro para explicar derrotas o fracasos. Flick no lo hace. Señala, como hemos visto con Koundé, a los responsables y les sustituye sin parpadear. Y en cuanto al equipo, exceptuando el día que se quejó del gol anulado a Lewandowski en Anoeta (fuera de juego que aún hoy nadie ha visto), la conducta del entrenador alemán es impecable hasta el punto de ser capaz de razonar las derrotas y los malos momentos del Barcelona sin tener que echar mano de la recurrente responsabilidad ajena. Sinceramente, aquí somos de los que nos gustan este tipo de entrenadores sin necesidad de compartir el cien por cien de sus decisiones, pero valorando su filosofía como el camino a recorrer para encontrar un escenario mejor para todos.