Arabia llama a Vinicius y le ofrece 1.000 millones de euros ¿cómo actúa un agente en un caso así?: "Se nos debería escuchar más"
Tres representantes de jugadores explican lo que supone una oferta como la de Arabia Saudí y el proceso de decisión que se usa para asesorar a la estrella.

Vinicius quedó segundo en el último Balón de Oro, pero si se miran las cifras es, probablemente, el jugador más atractivo del mercado futbolístico. Las informaciones aseguran que una oferta venida de Arabia Saudí le permitiría cobrar 1.000 millones de euros divididos en cinco campañas. Eso no solo sería un récord sino algo más de eso, es un paso más porque son cifras impropias del negocio, como la semana pasada explicaba Aleksander Ceferin en una entrevista en su país. Desde el fútbol no se entiende, pero cuando Arabia entra en la ecuación de lo que se habla no es estrictamente de fútbol.
El caso es que, si las informaciones son ciertas, el jugador brasileño ha recibido esa mareante oferta con un dinero que, para los profanos, cuesta pensar en una respuesta que no sea sí. En ningún lugar va a percibir eso, por más que se le sume a la historia todos los ingresos de marketing que se quieran.
Relevo ha hablado con tres agentes futbolísticos de gran prestigio de tres países distintos para entender qué supone para un jugador una oferta así y cómo se gestiona desde el lado del representante cuando llega una propuesta mareante. Ninguno se ha enfrentado con algo realmente así, porque ninguno lleva la carrera de Vinicius, pero sí con disyuntivas similares. No se desvelan los nombres porque, ya se sabe, el mago no desvela sus trucos a cara destapada.
Aunque para el que vive lejos solo exista un "sí" como respuesta cuando de lo que se habla es de una oferta que revienta el mercado, en el fútbol no es tan fácil. Todos los preguntados coinciden, la oferta es importante, pero en el fútbol es imprescindible entender el contexto general. Por más que pueda ofrecer Arabia, jugar en Europa —y en este caso todavía más, pues hablamos del Real Madrid— no es una experiencia que se pueda replicar tan fácil en otro lado.
"Si tienes menos de 24 años y estás jugando en las cinco mejores ligas, yo lo desaconsejaría, porque reduces tu mercado y a la larga termina por no funcionar", explica un agente brasileño que ha movido jugadores por toda Europa.
"Yo creo que cuando ya estás en ese escalafón de crack, creo que no tiene precio hacer historia en el Real Madrid, no tiene precio hacer historia en Europa, no tiene precio jugar en el campo del United, del City, de la Juve... creo sinceramente que la vida ya la tienes solucionada", apunta también un español dedicado al mismo oficio y con muchos años de experiencia.
"Hay que pedirle un poquito de introspección al jugador. Que valore bien su situación, están en un determinado club ¿cuál es tu proyecto deportivo a corto, medio y largo plazo? ¿Qué quiere tu familia? Porque irte a Arabia Saudí tiene un impacto importante, hemos visto muchas veces que la familia no se siente bien y ahí todo se complica. El jugador tiene que entender bien cuáles son las consecuencias de sus actos, también a las deportivas", añade un representante de origen francés.
Cada caso, por supuesto, es particular. Depende todo de la personalidad del jugador, del momento de su vida en el que le llegue la oferta, de lo que haya pasado antes en su carrera, de su entorno... Lo explica con un ejemplo sencillo el representante español: "Es muy importante el perfil del dinero que ha ganado ese jugador a lo largo de su vida. Por ejemplo, si Gabri Veiga cobra en el Celta 500.000 euros y le llega una oferta de 25 millones al año que le soluciona la vida es diferente a que si juegas en el Madrid ganando 20 limpios y te llegan 100 y tienes la vida ya solucionada. Gabri Veiga puede ser que no tenga ni un piso, una oferta así le cambia completamente todo".
Es verdad que en algún momento estas decisiones se entendían como una renuncia final a una carrera, irse a Arabia era lo mismo que jubilarse al ojo del aficionado europeo. "Ya no es así, cada vez está más presente un arco distinto de carrera, volver después de haber ganado mucho allí", remarca el representante brasileño.
El entorno, siempre el entorno
Una de las partes más sensibles cuando llega una oferta así, aunque esto no solo está circunscrito a las cifras mareantes, es navegar en el entorno del futbolista. El representante necesita asesorar al joven, exponerle los distintos escenarios a los que se expone, pero el ruido a su alrededor en no pocas ocasiones es estruendoso y no ayuda.
"Es fundamental comunicar bien con el jugador, pero también con el entorno, que van a estar con él en el día a día. Muchas veces hablas con el jugador, que es fundamental porque le tienes que dar tus opiniones. Es importante que tenga claro que tu problema no es cobrar una gran comisión, que tú no tienes ese filtro financiero. Y también, si tienes buena relación con su familia, hablar también, porque así puedes ver mejor lo que piensan y anticiparte un poco a lo que pueda ocurrir", explica el agente francés.
Y es que, como cuenta el representante español, eso también forma de su trabajo y sus frustraciones. "Yo creo que se nos debería escuchar más. A mí me parece que ahora interviene mucha gente en las decisiones de los jugadores, algo que hace unos años no existía. Ahora todo es más difícil, pero también es verdad que la última decisión la tiene siempre el jugador. Y por mucho que le digan, si el jugador tiene personalidad va a ser él quien dé el paso que quiera dar".
Un agente FIFA lleva la carrera de un futbolista, hace los cálculos, le busca ofertas, es su mano derecha en las finanzas. Eso, al menos, es lo que dice la teoría de las escuelas del gremio, pero su huella en el jugador va más allá, en muchas ocasiones tiene que ejercer de adulto en la sala, controlar que el futbolista no se desboque en las buenas ni se hunda en las malas. Porque hablamos de jóvenes millonarios, algo desapegados de la realidad y con unos niveles de presión realmente descontrolados. Más todavía, por supuesto, cuando una oferta así llega a la bandeja de correo.
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Uno de los consultados para este artículo introduce una de las palabras que siempre se asocian a estas cosas, el ego: "Los jugadores tienen mucho ego. Mucho. En ocasiones, como le puede pasar ahora a Arda o a Endrick, les cuesta entender esos procesos, el aprendizaje. Hay una cantidad de gente enorme diciéndoles lo buenos que son, que no entienden que no juegas, que Carletto no les da un minuto... eso hace mucho daño. En el tema de Arabia el jugador que tiene una oferta así va al vestuario dos metros por encima del suelo, aunque no se vaya, porque lo comenta en el vestuario y se habla y tal. En otros mundos hay menos ego y la gente no habla si llega una oferta".
Y, sin que medie conversación entre ellos, y a pesar de que ser representante no es ser contable, no hay una pauta concreta que haya que seguir, otro de los agentes coincide en que ese silencio, a la larga, es un aliado para que las cosas no se desboquen y el jugador reduzca así el estrés en un momento de una decisión como esta.
"En este tema hay que ser supercontundente desde el principio con el jugador. Tú no hablas del tema, dices que ni siquiera estás al tanto de las cosas, hay que poner todo el papel del malo en el agente. El discurso tiene que ser decir que no sabes nada, que no llevas nada y no entrar en más discusión. En el momento en el que entras en opiniones, en sentimientos, en emociones... se acabó".
Es absurdo pensar que el estrés en una decisión no existe, pero quienes tratan tanto con los jugadores creen que lo llevan más o menos bien. Al fin y al cabo manejar la presión forma parte de los requisitos irrenunciables para ser futbolista.
La contraoferta
Hay otra parte más que corresponde al representante y que, cuando llega una oferta, si el jugador se quiere quedar, es el momento para llamar al club de origen y pedirle más dinero. Porque el mercado, en todas las profesiones, funciona un poco así. Aunque también en eso hay que tener cuidado, que estar en una buena posición para un aumento no quiere decir que no haya riesgos.
"Sin ninguna duda te da opción de renegociar, pero hay que tener en cuenta varias cosas. Es un tema sensible, si tu club ve que has ido muy lejos en tu negociación con el otro club puede ir en tu contra, que no les guste tu actitud y desestabilizarte a nivel interno. Así que algo positivo puede convertirse en un problema", explica el representante de origen francés.
"Claro que tienes que buscar el mejor contrato posible, y esta oferta te puede ayudar en eso. Cuando una oferta así le llega a Vinicius le da una ventaja para negociar, pero los interlocutores van a ser José Ángel y Florentino, que si tienen presupuestados 30 millones para ti, no se van a salir eso", resume el español, que da el caso de Baena, que ha tenido una oferta de Arabia que, muy probablemente, le ayudará a subir su perfil económico en el futuro cercano sin necesidad de marcharse. Le señala, además, como un ejemplo casi perfecto de cómo se debe plantear esta cuestión a un club de origen, especialmente si, como ocurre en este caso, el deseo es permanecer en el mismo.
Aunque esto pueda parecer que pone al club de origen entre la espada y la pared, en realidad una oferta de este estilo no es necesariamente una mala noticia. Al fin y al cabo, como explica uno de los agentes, los clubes son empresas y una subida del valor del futbolista les ayuda también en sus cuentas. "No es tan negativo, porque aunque el jugador pueda negociar, el club está en el mercado y da un valor de un activo muy importante, cuando se sabe que potencialmente valen mucho dinero de algún modo están subiendo también su capacidad financiera", remarca uno de los consultados.
Cada oferta es un mundo y cada jugador decide su destino. Vinicius se enfrenta a una oferta y conoce perfectamente lo que hay a cada lado de esa bifurcación. Cuando te ponen 1.000 millones en un contrato el primer impulso es decir sí, pero las decisiones importantes rara vez son tan sencillas.