Deco tiene razón: Oporto es muy bonito (pero no sabe quién es Laureano Ruiz)
El Barça volvió a escena, en Vigo, con el modelo en debate y con 1-2 sobre la bocina.
Si el Barça hubiera jugado en el Camp Nou, ante su gente, hablaría el pueblo. Antes, se lanzaban almohadillas; luego, se usaban los pañuelos a modo de barómetro de opinión. Muy taurino. Pero ahora se juega ante 17.000 fieles porque el resto son guiris que ni debaten ni son del Barça aunque digan que lo son. Y aunque Deco abra la boca y sea el director deportivo del Barça quien abra el debate. Por eso en Montjuic han volado bandejas de pastelitos...
Y uno pasa por saber si en verdad es Anderson Luis de Souza (Sao Paulo, Brasil, 1977) el hombre que debe liderar la resurrección futbolística del Barça.
En verdad, el Barça ha vivido de debate en debate desde que se fundó en un gimnasio del Raval y tuvo que escoger el escudo. Al menos eso he leído, me han contado y he visto desde que tengo uso de razón. De hecho, si en el Barça se debate es porque el pueblo habla. Y, en teoría, se le escucha. Eso sucede al menos desde que al pueblo, al socio, se le dio voz y voto y se dejó de escoger al presidente en asambleas clandestinas donde votaban cuatro. Y a los catalanes nos gusta mucho debatir y razonar. Y votar, máxima expresión en teoría de la voz del pueblo.
En el Barça se ponen las urnas para escoger presidente. Esto no es el Real Madrid, donde la dictadura de Florentino Pérez tiene al pueblo muy cómodo y las elecciones son asamblearias. El pueblo no habla. Es lo que tienen las dictaduras. El que manda, manda; y hasta que no hay hambre, todo va bien. El problema es cuando el pueblo pasa hambre. Que se lo pregunten a Ceaucescu (para los de la ESO, un dictador rumano, no un delantero centro del Steaua).
Bueno, a lo que íbamos. En el Barça hubo debate a final de los setenta, cuando apareció Núñez. Núñez no gustaba a los sectores más catalanistas, es decir, a Convergència y al pujolisme, porque la derecha catalanista que controlaba los poderes del país en aquellos días también quería controlar el Barça. Pero sorprendentemente apareció Núñez, prometió títulos –pan- y el pueblo, que quería pan porque llevaba desde el 74 –cuando Cruyff era futbolista- sin morder na de na decidió que lo de las senyeres estaba muy bien pero eso no llenaba ya la tripa.
En esas Núnez prometió títulos y con 25.000 votos –y alguna triquiñuela- le alcanzó para la presidencia. Y ahí estuvo 22 años. Ciertamente cambió al Barça y al fútbol español, al punto que un día, para ganar las elecciones, recuperó la flaca, e inmensa, figura de Johan Cruyff. Necesitaba ganar las elecciones y con Johan las ganó. Y Johan devolvió el orgullo al barcelonismo y cambió la idea del fútbol español. Un antes y un después.
Y entonces en el campo, se acabó el debate. Se recuperaron las esencias futbolísticas del barcelonismo, las de un equipo que históricamente siempre -siempre- había tenido buen gusto por una manera particular de cuidar la pelota. La de un equipo que en sus orígenes estuvo plagado de jugadores llegados de Escocia –esos que se inventaron el passball- y después, del centro de Europa, muy influenciados por la escuela húngara. Y, por supuesto, de Holanda. El primero, claro, el estandarte, Johan Cruyff, el hombre que como futbolista en 1974 llevó al Barça a conseguir una liga después de mil años de sequía, y que liberó de complejos a la sociedad –deportiva- catalana. La otra se había liberado ya en las playas a golpe de rumbitas, porros, porrones y bikinis.
Y el Barça volvió a mirar conceptos que se habían degenerado, recuperó las enseñanzas de la escuela de Laureano Ruiz y al tercer hombre para que el fútbol no chocara contra la pared.
Y entonces, el nuñismo lo volvió a matar todo.
Primero, a Johan. Después, a la Quinta del Mini: la de Iván de la Peña, Quique Álvarez, Celades, Óscar y Roger Garcia, Toni Velamazán, Juan Carlos Moreno...
Y ahí se abrió otro debate.
Núñez, el nuñismo, que ya olía a pata rancia de jamón, o el Elefant Blau.
Y se abrieron las ventanas. Y llegó Laporta y con él, un tercer hombre, Txiki Begiristain. Y rabiaron los del otro modelo, los del nuñismo, pero llegó el sextete, y el balón volvió a lucir en el escudo del Barça. Duró poco.
Lo curioso es que sea con Laporta de presidente que el modelo sea puesto en tela de juicio.
O no. Al fin y al cabo, cuando tuvo a Txiki de jefe deportivo y en la duda, le preguntaba a Cruyff, los dos conocían el percal. Deco sabe que Oporto es muy bonita y que algún día volverá a vivir allí. Y cómo hace los negocios Jorge Mendes. Y que el club está metido en un marrón económico, eso sí lo sabe.
Y ahora lo sabe el soci, que ha abierto otro debate. Y le señala a él, a Deco.
Todo empezó con una entrevista concedida por Deco, el director deportivo del Barça, a LUZ una revista portuguesa muy bonita. Se la hizo un amigo suyo y el titular era espectacular y definitivo: "O Porto será sempre a minha cidade". Toda una declaración de principios. Y que define perfectamente qué es para el Barcelona: la ciudad dónde jugó cuatro años y ahora trabaja como director deportivo. En esa entrevista dejó una reflexión que convulsionó el debate en torno al futuro del Barcelona. Puso en cuestión el futuro del modelo de juego del Barça. Solo que se planteara esa idea molestó en el club hasta el punto de que Deco llamó a su amigo, con el que se había pasado tres días en Barcelona para que le ayudara a solucionarlo. Y el amigo no tuvo problema: "Fue un mal entendido, el no me dijo eso". Venga va, solucionado. Qué gran homenaje a la amistad. (Lo del periodismo es más dudoso, pero eso vamos a dejarlo que al colega portugués le quedó muy chulo el reportaje después de pasarse tres días con Deco en Barcelona).
Pero hay algo que sigue ahí, y es la tremenda entrevista que le hizo Joanllu Pallás, jefe de deportes de La Vanguardia. Palabras, frases, contenido que Deco nunca desmintió, porque no hubo malentendido posible. Lo que dijo está clarísimo. Por partes:
Dijo que con Xavi, todo bien, "estoy en el día a día con él", pero que "fue una sorpresa para mi su decisión". Vaya, le conoce bien, ¿no? También que no será él, que será el club quien escoja el sustituto, que a él le encantaba el Barça de Cruyff, que tuvo a Mourinho en el Oporto, al que considera "un revolucionario". Y recordó los años que había trabajado a las órdenes de Scolari y Ancelotti "... y también con Frank, en el Barça". Ah, y añadió que lo que le gusta "es ver a un jugador de calidad en un equipo de calidad". Olé.
Y llegados a este punto, se sacó la careta: "¿Le guarda rencor (a Guardiola) por su salida?", le pregunta el insigne periodista. "Aquella fue una decisión del club", responde. "¿Guardiola es el mejor entrenador posible?", repregunta Pallás. Y ahí se estira Deco: "Cuando llegó al Barça, se habla de una gran revolución pero es una gran mentira. Nos fuimos Ronaldinho y yo, pero estaban Xavi, Iniesta, subía Busquets, Yaya Touré, Messi por supuesto, Eto'o... Guardiola fue inteligente y puso orden". Eso sí, le reconoce que ese Barça es el mejor equipo que ha visto nunca. Y punto.
Vaya por Dios.
Olvida o no sabe Deco que la decisión de que se pirara del Barça fue de Guardiola. Y a Txiki le pareció muy bien. Y el presidente lo bendijo, claro. Porque en Barcelona, cualquiera que saliera a la calle más tarde de las diez de la noche se sabía. Y en el vestuario sabían. Y en el club sabían. Y el presi, por muy amigo que Deco fuera del cuñadísimo, del facha, de Echevarría –de eso ya hablaremos otro día, continuará...- en lo deportivo no entraba mucho porque Cruyff le dejó siempre muy claro que en esos temas, cuidadito.
Pep no quiso a Ronaldinho ni a Eto'o, pero Xavi una mañana entró en su despacho y le pidió que le diera una oportunidad a Samu, que el equipo creía en él. Y Pep se la dio. Y se quedó. De Deco, Xavi no dijo nada, porque de Deco estaban hartos en ese vestuario hacia tiempo.
Deco, que tenía 13 años cuando el Barça de Cruyff ganó la primera Liga, no sabe por qué ganó el equipo de Guardiola y ahora no sabe por qué no gana el Barça de Xavi. Porque Deco no sabe nada. Deco se pasó cuatro años en el Barça y jugar, jugó bien, a ratos, pero se lo pasó de puta madre en Bikini, con Ronaldinho. Enterarse no se enteró de nada, para él, el tercer hombre sigue siendo Alejandro Echevarría.
Por supuesto, Laureano Ruiz no sabe ni quién es. Eso sí, se atreve a cuestionar el modelo.
Total, él volverá a vivir en Oporto, que es muy bonita.