La felicidad va por Barrios... y el de Pimienta está casi sin luz

Estado de depresión. Ha vuelto, sí. Aquello por lo que luchaba tanto el Sevilla, por ahuyentar esos fantasmas del pasado que colocaron la guillotina sobre el cuello de cualquier entrenador que asomara la cabeza por Nervión. Pues eso vuelve a llamar a la puerta de cristales del Ramón Sánchez-Pizjuán, la cual han copado antes y después del partido numerosísimos aficionados cansados de una situación que solo empeora.
Pero el señalado, una vez más, vuelve a ser el banquillo. Los dedos del palco, ante los cánticos contra la directiva, se dirigen a un García Pimienta que ha llegado a una situación límite. Está solo. El vestuario ya le dio dos golpes durante la pasada semana. Primero, Badé, uno de los hombres fuertes. Después, Carmona. Ambos fueron titulares. Ese primer 'golpe' lo ganaron los jugadores. Y es que el técnico se ha metido en una batalla donde la historia le llama perdedor y el presente lo empuja al alambre.
Dos más dos en Nervión nunca salen. O raramente sí. En el caso de los entrenadores, en estos últimos años, suele dar un cuatro clavado. Ni siquiera decimales. Cuando la mirada acusa a la directiva más de la cuenta y el equipo tambalea en resultados... puerta. La culpa, del banquillo. Y en este caso pueden tener motivos de sobra, aunque eso no le quita ni una pizca de responsabilidad a aquellos que le renovaron sin haber ganado ni un solo encuentro.
"El equipo está más que vivo", ha dicho García Pimienta en sala de prensa. Ahora que se acerca la Semana Santa a Sevilla, bien se puede interpretar esta frase como el último grito. Como la expiración del entrenador. Como el último gesto de fuerza... a sabiendas de que todo el que le rodea lo acusa directamente. Sin ningún tipo de pena por aquel que veían como cabeza visible de un proyecto a largo plazo que vuelve a quedarse en más que cortito. Del Nido Carrasco y Víctor Orta están en la pila lavándose las manos. Las que no le temblaron, por ejemplo, con un entrenador campeón como José Luis Mendilibar. O para incrustar en el asiento tan respetado en tiempos anteriores a Diego Alonso.
En Valencia se la va a jugar. Un sitio que parece totalmente escogido para 'quemar' a otro entrenador. Nada nuevo en este Sevilla Fútbol Club. Aunque ni fútbol ni club, y el nombre de 'Sevilla' sólo lo sujeta una afición que volvió a salir a la calle para defender su historia. Se vivió tensión por todos lados. Es tal el hartazgo que se acordaron de cada una de las grandes familias de accionistas que conviven con este desastre. También hubo para distintos trabajadores del club, hasta uno fue agredido a la salida del estadio y tuvo que ser escoltado por la seguridad.
Una tarde de desmadre. Un día que se veía que iba a llegar. El hartazgo es máximo. En Valencia tendrá su última bala García Pimienta, pero ya saben que cuando se apunta demasiado al palco... no dudarán en mojarle el plomo. Con la misma botella que pretendieron quitarle a Monchi. Con el mismo agua que pretenden utilizar para sanar una entidad rota. Spoiler: no es potable.