OPINIÓN

La fotografía que el Real Madrid nunca podrá tener

Lamine Yamal, Héctor Fort y Fermín López celebran la victoria contra el Bayern./AFP
Lamine Yamal, Héctor Fort y Fermín López celebran la victoria contra el Bayern. AFP

Cuando acabó el partido, Fermín y Lamine se abrazaron y cantaron a pleno pulmón el himno del Barça. El de Rocafonda llevó a todos sus compañeros delante de la grada de animación y ahí estuvieron celebrando durante varios minutos. Con Gavi, Pau Cubarsí, Alejandro Balde, Ansu Fati, Héctor Fort, Dani Olmo o Marc Casadó. Todos ellos formados en casa, la mayoría nacidos aquí. Del Barça desde pequeños. Pero de verdad, no lo que se suele decir en las presentaciones de grandes fichajes. Cuando empezaron a enfilar hacia los vestuarios, el Madridista qui no boti les hizo recular y ponerse a saltar de nuevo.

Unas horas después de golear y darle un baño al Bayern, empezó a correr un vídeo de Lamine, Marc Bernal y Pau Cubarsí cantando Un dia de partit, celebrando una Liga ganada hace años. Lo llevan haciendo toda la vida, con el escudo del Barça en el pecho. El partido del miércoles marcará un antes y un después en la historia blaugrana. Porque derrotando al Bayern se cierra un círculo. Y porque se hizo con una columna vertebral de culers de cuna, rodeados de talento diferencial. Ha vuelto a ponerse en el centro de todo el cómo.

"Ojalá volver a tener un gran Barça con gente de aquí", me dice un colega. "Viví momentos que hace muchos años no vivía", me dice otro. Y es que el único espejismo de alegría, el amago de volver, fue la eliminatoria de Champions contra el Paris Saint-Germain. El resultado final, una evidencia de lo lejos que todavía se estaba. Fueron 180 minutos en que el Barça volvió a ser de su gente. En apenas unos meses, los chavales han crecido cinco años. Ahora, los culers han vuelto a ordenar las semanas en función de cuándo hay partido.

Y lo hacen con sentido de pertenencia, aquello que ni bancos, ni fondos, de inversión, ni clubes estado podrán comprar nunca. Con Cubarsí, que escucha los grupos de música que escuchan todos los catalanes -Oques Grasses, Txarango, Els Catarres-, el hijo de un carpintero de un pueblo pequeñito, minúsculo, Estanyol. O con Lamine, un chaval que podrías cruzarte por la calle y que no ha necesitado ningún lifting de marketing para tocar la cima, como referentes. Tan solo su fútbol. Y luego está Marc Casadó, el jugador al que la élite parecía apartarle. Acabó desquiciando a Goretzka, la figura que representó la impotencia blaugrana en Europa durante tantos años. Otro formado en casa.

No sonó Viva La Vida, pero la fotografía del equipo cantando y celebrando fue justo en la semana en que Coldplay 'regresó'. Porque la canción y el grupo retrotrae a cualquier culer a fotos grabadas. Cualquiera recuerda con quién y dónde vivió cada uno de aquellos grandes partidos. También con los de casa, con un fútbol inmortalizado en las figuras de Guardiola, Messi, Busquets, Xavi o Iniesta. Aquel podio del Balón de Oro. Ningún ganador tendrá la trascendencia de aquella imagen. I used to rule the world.

Ya han pasado suficientes años como para saber que esto no va de ganar, perder o de títulos. Va de ver el partido con los amigos y vestir la camiseta con orgullo. Porque la generación del Viva La Vida creció sin descubrir que también se podía estar al otro lado, también se podía perder. Lamine tenía siete años la última vez que el Barça había ganado al Bayern. Cubarsí, ocho. Gavi, diez. Después de una década de caídas, de algunas alegrías, y también del adiós de Messi, el Barça no es que vuelva a vencer, sino que vuelve a ser un equipo reconocible. Con jugadores de la terra. Esto no va de ganar Clásicos. Y los que piensan que sí es porque no conocen el significado de la fotografía de ayer, la que el Real Madrid ni ha tenido ni tendrá nunca.