Qué más da el fútbol, si el Athletic está roto

En unos años, cuando echemos la mirada atrás y pensemos en la temporada 2024-25, será complicado recordar algo sin mezclarlo con lo que está sucediendo en San Mamés. Y ya es difícil. Porque el Athletic ha estado soñando con pelear una Liga, sigue en la lucha por volver a la Champions más de una década después y afronta unos octavos de final de la Europa League ante la Roma después de siete años de travesía por el desierto a nivel continental. Pero cómo vamos a pensar en fútbol si la familia está rota. En el camino de San Mamés al coche, tras cerrar el ordenador y escuchar a Jagoba Arrasate y Ernesto Valverde analizar un partido imposible de diseccionar sin tener en cuenta lo sucedido en las gradas, pensé en lo que sentía cada vez que entraba en San Mamés cuando era un niño. Cuando el himno resonaba, cada falta era reclamada como si fuese la vida en ella y los córners eran medio gol. Cuando todos, juntos, jugaban su partido.
Pena y rabia. Vergüenza también. Mucha, la verdad. Es difícil opinar. Lo era, al menos. Lo he sentido así desde que estalló este conflicto. No por miedo. La opinión hay que tomársela tan en serio como cualquier información y lanzar frases grandilocuentes sin conocer los entresijos de lo que está sucediendo en las entrañas de esa Grada Popular era cuanto menos atrevido. Pero llega un punto en el que el vaso se ha derramado tanto que estamos con el agua por los tobillos y seguimos mirándonos todos sin alcanzar a entender cómo hemos llegado a esta situación cuando hace poco menos de un año estábamos frotándonos los ojos para no perdernos detalle de una Gabarra que habíamos esperado 40 años. Toda una vida, para muchos de nosotros.
Y ya, más de tres meses después del primer comunicado de la Iñigo Cabacas Herri Harmaila anunciando su disconformidad con la actuaciones policiales y el comportamiento del club hacia ellos, es momento de dejar de mirar al de al lado y buscar dentro. ¿Qué puede hacer cada uno, desde su posición, para que esta bola no siga agrandándose? Para que cada partido en San Mamés no sea un nuevo capítulo de un conflicto que debería sonrojar a todos. Desde el palco hasta la Grada Popular. Por el camino pasó una eliminación copera ante Osasuna, se han escapado puntos ligueros y a cuatro días de uno de los partidos más esperados en esta década estoy aquí, escribiendo que San Mamés necesita a su gente. Quién me iba a decir a mí que iba a dudar de San Mamés en una noche así.
Ante el Mallorca vi situaciones que nunca pensé presenciar en la Catedral. Aficionados que en el minuto 12, tras un silencio casi sepulcral, reivindicaba su guerra con el Herri Harmaila Aurrera mientras dos aficionados bajaban las escaleras hacia sus puestos haciendo cortes de manga al resto del estadio. Pitos de un gran sector hacia esas proclamas. Vaciles de los supuestos dinamizadores hacia el resto del campo ("beste bat, beste bat" -una más, una más-) cuando intentaban sin mucho éxito iniciar cánticos de Athletic Athletic. Una espiral que derivó en silbidos ya con cualquier cántico que nacía de la Harmaila. Un despropósito.
Lo escribí en el descanso: "Me parece muy difícil separar lo que se ha visto en el césped de lo de las gradas", algo que confirmó el propio Valverde después en rueda de prensa. "Que estén unos peleándose con otros es una situación que estresa un poco a los jugadores". También decía en mi tuit que lo "único que tengo claro es que el jueves esto no puede pasar" y que, si pasa, "será uno de los capítulos más vergonzosos de la historia del club". Y me respondió un aficionado que ya lo era. Y tiene razón. Qué más da el jueves. Qué más da la Europa League. Qué más da el fútbol, si el Athletic está roto.
Porque en redes sociales, que aunque no sean la vida real sirven para que algunos destapen sus vergüenzas, he leído también a supuestos aficionados reivindicar que precisamente el jueves es cuando más debe reivindicarse la ICHH para que todos entiendan la importancia que tienen en la animación y, por tanto, en el devenir del equipo. A otros que no hay que bajarse los pantalones y no dar un paso atrás para que se evidencie que lo único que les importa a los "enfadados" -así les definió Valverde- es su lucha por encima del Club. Y entonces te das cuenta de que todo está podrido y que el Athletic, que creíamos superior a las tendencias sociales, ha sido envuelto también en la ola de crispación generalizada que se vive en la sociedad.
Lo sentí con el capítulo del verano de Nico Williams, cuando de un bando y de otro se peleaban atrincherados. Los míos contra los tuyos. La sociedad del algoritmo, en la que nos reforzamos en nuestros pensamientos solo con nuestras ideas, haciéndonos fuertes y viendo al de enfrente como un rival. ¿No estarán todos confundidos? ¿No tendrán todos responsabilidad? ¿No es la clave de una sociedad escuchar al otro, buscar lugares de entendimiento y ceder en virtud de la convivencia de diferentes ideas? Abro el paraguas y adelanto que unos me dirán que coja el megáfono y me ponga a dinamizar la animación a la espera de una multa; y otros que hay que echar a los que no animan. Así, en crudo, sin pararnos a pensar qué puede hacer cada uno para que todas las ideas -con unas pautas básicas de respeto- convivan en San Mamés.
Porque yo estuve en Sevilla. Disfrutando de una kalejira con miles de aficionados completamente diferentes unidos por lo único que tienen en común, que es su pasión por el Athletic, caminando rumbo a la historia. Y también en La Cartuja, viendo cómo resonaba el estadio mientras se desplegaba un tifo enorme con la imagen de Iñigo Cabacas y Jesús 'Txapelas' con un lema que destacaba la fidelidad de los aficionados vascos. No ha pasado ni un año de aquello y ha envejecido bastante mal, por decir algo.
El jueves hay cita importante. Y no sé si el Athletic remontará o no ante la Roma. Me parece mucho más importante lo que suceda en las calles y en las gradas. Si el Athletic sigue dividido en una noche tan grande será una derrota muchísimo más importante que una eliminación, pero si se unen y vuelven a ser uno, el resultado será lo de menos. Porque unos meses después volverá a empezar una temporada. Y al siguiente año, otra. Y al siguiente, también. Y lo que quedará será el espíritu de la gente que quiere a este club y que se traslada generación a generación en Bilbao. Que cada uno piense el Athletic que le quiere dejar a sus hijos.