El futbolista que sacó la guasa de David Vidal y ahora da de comer a estrellas del fútbol: "No se abren todos los días un Borgoña o un Don Perignon..."
Víctor Pardo llegó a jugar en la Damm, en el Albacete y fue compañero de Tello. Ahora tiene dos restaurantes top en Barcelona.

Víctor Pardo (Sant Just, 1991) no tiene una Estrella Michelin seguramente porque no quiere, porque sus restaurantes (Lo Bonaigua y Can Ugal) prefieren mantener la corriente tradicional, que el cliente se sienta como en casa y, como él repite por doquier, no añadirle "florituras". Pero no es necesario esa distinción para cautivar a empresarios y futbolistas, especialmente del FC Barcelona, que han acudido infinidad de ocasiones a degustar sus productos de mercado y de temporada.
En una de las vitrinas, junto a selectos vinos, tiene multitud de camisetas firmadas porque la otra pasión de Víctor Pardo es (o era, quizás) el fútbol. De hecho, llegó a ser una promesa del fútbol catalán que le llevó a jugar junto a Cristian Tello en la Damm, a estar a prueba en el Barça y a coincidir en el Albacete con David Vidal de entrenador y Christian Stuani de goleador. No está nada mal.
Antes que cocinero, pudiste ser futbolista. ¿Cómo empezó esa etapa de tu vida?
Empecé a jugar en Sant Just, en el pueblo. Y luego me trasladé a Molins de Rei, jugaba bastante bien y picaron a la puerta equipos superiores. Me decidí por el Josep Maria Gené. Era cadete y logramos un ascenso. El Albacete me llamó, pero tenía 15 años y mi madre no quería. El otro club fue la Damm, y para allí me fui. En primer año de juvenil iba para el C, pero hice buena pretemporada y acabé en el B, en la Liga Nacional.
¿Quién había allí?
Estaba Rubén Alcaraz, que jugó en Cádiz y Valladolid después, era una máquina, aunque pegaba unos palos... Y luego Cristian Tello. Luego me enfrenté a Marc Bartra, Thiago Alcántara... En el segundo año de Liga Nacional coincidió que todos los equipos que dejábamos los cogía el Barça, así que venía vernos el entrenador. Rodolfo Borrell era el entrenador y pidió si podía ir a prueba a un Mundialito de Clubes. Fuimos Tello y yo a Madrid y Albacete, pero al final Borrel se fue al Iraklis de Grecia y García Pimienta tenía su equipo hecho y se rompió todo.
¿Cómo era aquel Tello?
Tello era un sobrado, a nivel futbolístico. Hacía un esfuerzo fácil, la zancada y la arrancada no eran normales, ni la definición. Hacía un click y ya marcaba diferencias. No se esforzó tanto, luego lo ves en el Espanyol y con poco ya la liaba.
¿Y tú realmente tenías potencial?
Era mediapunta y extremo, era muy trabajador. Tenía calidad pero me tiraba mucho. Pero era luchador y tenía visión de juego. Tenía buen toque, control y tiro, pero no para Primera División. La alimentación era uno de los problemas, no era buena. Voy al Juvenil de División de Honor del Albacete, que insistieron. Íbamos últimos y con tres fichajes salvamos al equipo. Estaba en Segunda y fui a entrenar con ellos. Con David Vidal de entrenador.
¡Qué experiencia!
Como en la tele. Mi padre me dijo que si llegaba a entrenar con el primer equipo me compraba unas botas azules, las de Ibrahimovic o Cristiano, unas Mercury, y cuando me vio con ellas me dijo: '¿Qué hace usted con esas botas de bailarina?'. Él llevaba las míticas Copa Mundial. Lo decía un poco para 'acojonarte', eras juvenil, al final es otro aire y otro mundo. También estaba Stuani, que era un espectáculo. Tengo una foto en el Facebook con él, intentando quitarle el balón. Fue el mejor año de su carrera.
Pero eso fue efímero... ¿Qué pasó?
Tenía pubalgia crónica, me lesioné, me volví a Barcelona y mi representante me llevó al Turo de la Peira, a categorías de regional. Lo dejé, no quería seguir, ya no disfrutaba.
¿Fue duro mentalmente?
Es muy complicado. Debes tener la cabeza bien puesta para saber parar. Desde infantil tienes una dinámica de trabajo diario, cada vez a mayor intensidad. Llegué a Albacete y me dijo el director del colegio, ¿juegas en el Albacete? Pues repetirás curso. Un Barça o Madrid te ayudan más, pero en otros equipos tienes que sacrificarlo. Y luego la familia, y no tener una vida como la gente de tu edad... Lo pasé muy mal. Pero soy práctico con todo en mi vida y vi que esto no iba a ningún lado. Y lo dejé. Hubiera estado frustrado por lograr mi sueño. Hay gente de mi promoción que lo sigue intentando y siguen sacrificando muchas cosas. Lo puse en una balanza, y no veía más opción.
Y le llegó la cocina...
Mi familia estaba en el Ateneu de Sant Just y luego aquí en la carretera. Abrieron un restaurante, compraron un segundo local. Tenía una buena clientela con menú de toda la vida. Cada vez lo hacían mejor.
¿Cómo fueron sus comienzos?
Hice en el grado superior de cocina, y mi primera práctica fue en el Quique da Costa, en Alicante, fue muy duro. Era un restaurante de tres estrellas Michelin, trabajaba 18 horas al día. El fútbol me enseñó una disciplina, unos valores, a relacionarme con personas mayores que yo... Y eso me ayudó en la cocina. En el segundo año, como el grado eran 6.000 al año, empecé a trabajar en Ca la Nuri, al lado de la playa, y me ofrecieron una plaza en el Celler de Can Roca sin cobrar. Y dije que sí, cogí el paro e hice las prácticas allí. Estaba más formado, más sabiduría... Menos estrés.
¿Y cómo es trabajar con los hermanos Roca?
No coincides con ellos. Mejor que con Quique da Costa, que ese año logró tres estrellas Michelin, pero todo era distinto. En total podíamos ser 20 o 30 cocineros. En el Celler me ayudaron mucho a crecer, a saber que era lo correcto y que no. Y luego me incorporé al restaurante de mi familia, era de menú, me adapté y me fui dando hostias por mi manera de ser. Muchos trabajadores se fueron por cómo era, y me di cuenta de que no era el culo del mundo. Yo era muy exigente conmigo... Pero estamos en Sant Just haciendo un menú de 11 euros con salarios que no tenían nada que ver. Ha habido lloros, peleas, pero ahora este restaurante que hemos logrado es un sueño.
¿Y no quiere la Estrella?
Me encanta estar en la Guía Michelin, en la Guía Repsol... Pero tener una estrella... Si me la dan es porque han cambiado los valores, porque yo no voy a cambiar nada. Prefiero hacer 110 comidas un domingo que lo otro: plato perfecto, vajilla perfecta... Me aburre, estoy cansado. Quiero comer como en casa. Estos restaurante lo visten mucho y al final es una gamba. Lo respeto. Estoy contento con lo que hago y tener a la plantilla contenta.
¿Y cuál es la identidad de estos restaurantes que visitan futbolistas, directivos y empresarios?
En La Bonaigua queríamos meter producto. Es un restaurante tradicional, antes un bar de carretera, venían paletas, pintores... Olía a casa de comida. Y ha sido divertido ver la transición. De miércoles a viernes vienen empresarios a comer bien y hacer reuniones de trabajo. Y los fines de semana vienen familias. La identidad es el producto, la temporada y sin florituras. Aquí hacemos dos turnos, pero quiero que te lo pases bien. Vamos por faena. Y el de Barcleona fue una experiencia nueva con socios. Uno de ellos es Enric Mas, que jugó conmigo en la Damm, y es un crack. Decidimos montar algo. Buen producto y comer bien, pero es más de cocina catalana. Y que repitas.
Y jugadores del Barça han empezado a venir a ambos...
Quizás me equivoqué con Hansi Flick. Nos presentaron a través de un amigo de Múnich que está enamorado de mi cocina. Y pusimos una foto en redes y se hizo viral. No me gustó porque me hicieron una entrevista personal en la que el titular iba por mi relación con Hansi... Se ha podido molestar. Han venido muchos futbolistas, tenemos una relación muy buena, pero sabiendo cuáles son los límites. Al comienzo venía Iniesta y era lo mejor del mundo, no sabías a veces como reaccionar.
¿Cómo se controlan esos límites entre la privacidad y lo que se puede publicar en redes?
Tienes que saber quiénes sí, quién no. Podemos hacernos fotos, pero hay que dejarles privacidad. Soy muy culé, la verdad. Y quiero fotos a veces.
¿Cómo se cuidan los futbolistas?
Se cuidan mucho. Beben agua. Hasta Laporta del que se publican muchas cosas y que ha venido muchas veces se porta muy bien, es un señor de los pies a la cabeza, es respetuoso, sin pasar límites. Nunca hubo nada raro. Con normalidad.
¿Es compatible ir siempre a restaurantes y cuidarse bien?
Pedri cuando estuvo lesionado comía todo sin gluten, es muy sano, bebía agua... Lo cuento porque esto ya ha salido y se ha dicho. Y quizás otras personas de aquella mesa bebían vino. Aquí tenemos todo ecológico. Y beber vino no pasa nada. Ir a un restaurante no es ir de jolgorio. No se abren todos los días un Don Perignon o un Borgoña. Yo iría siempre a restaurantes si trabajan bien y si fuera futbolista.