FÚTBOL

Futbolistas que pudieron y no siempre quisieron

Repasamos la carrera de algunos de los jugadores más especiales de todos los tiempos. Y nos preguntamos qué habría sido de ellos si hubieran querido ser mejores.

Guti, junto a Ronaldinho en un Clásico de 2006. /GETTY
Guti, junto a Ronaldinho en un Clásico de 2006. GETTY
Lorena González

Lorena González

Hay jugadores que pudieron serlo todo. Quizás, para ellos y para muchos, sí lo consiguieron. Otros tantos se lamentaron y todavía se dicen '¿Y si...?'. Mientras, algunos siguen cuestionándose qué era eso de alcanzar el éxito, y cómo es lo que llaman fracaso. En esa dicotomía no dejaron de moverse. Más cerca del artista que del futbolista, repasamos la carrera de jugadores por los que nos preguntaremos siempre: ¿qué habría sido de ellos si hubiesen querido ser los mejores? ¿O es que acaso no lo fueron?

Mágico González

Futbolistas como Mágico González fueron tal vez tan especiales precisamente por ese carácter. Él quería disfrutar del fútbol y lo lograba en el Cádiz. Jugar sin presión, en la ciudad que él quería, con la idiosincrasia que envuelve al gaditano, fomentaba su fútbol de ensueño, relajado y descarado. Famoso por las calles de la Tacita de Plata y sus bares, donde podías encontrarle cualquier día a cualquier hora. Aún hoy surge su nombre en las conversaciones de barra, recordando sus anécdotas, impuntualidad, simpatía, y a los dos hijos que cuentan que tuvo por allí. "Fui vago, me gustaba andar por la calle más que en mi casa", no le gusta mentir. ¿Se conformó? A su manera. "Yo era más del fútbol libre, no era que quisiera llevar la contraria a un superior, pero mi órbita tenía otra ambición. Tenía que ver más con el mariposeo en el cuerpo que me daba el fútbol. Mi máxima siempre era disfrutar jugando al fútbol, y si no la cumplía, nunca alcanzaría a hacerlo bien. Ahora creo que se puede disfrutar menos", nos cuenta.

Mágico González.  Getty Images
Mágico González. Getty Images

Criarse en El Salvador cree que le otorgó de "una inocencia, tal vez ignorancia", que le ayudó a hacer un mejor fútbol. Ese lugar sin infraestructuras y escasos recursos, también le condicionó en sus formas, dentro y fuera de las canchas: "En Cádiz me daban toda la libertad, aunque me costaba atender a los llamados de disciplina que me ponían dentro de la cancha. Me costaba mucho hacer lo que pretendía el entrenador, la verdad... pero lo hacía sin mala intención, ni siquiera me daba cuenta cuando eso pasaba... De repente me encontraba en mi limbo futbolero".

Rechazó ofertas del Real Madrid y aunque le hubiese gustado jugar una Copa de Europa, él se imagina más "con las camisetas de Pink Floyd y del Cádiz. Porque ese soy yo, y doy gracias de haberlo sido". Y en esa delgada línea que separa el éxito del fracaso, Mágico se pregunta: "¿Qué es el éxito? Hacer lo mejor sin pisotear a nadie, tratar de ir cerca de Dios. No me arrepiento de nada".

Ronaldinho

Ronaldinho cambió la historia del Barça. Eso era más de lo que se esperaba, aunque quién sabe hasta dónde podría haber llegado si no le hubiera gustado tanto la noche de Barcelona, la playa y el Carnaval. Nada más llegar a la Ciudad Condal, se enamoró de una joven de etnia gitana que le trajo algunos problemas. Perdió a su padre y tomó a su hermano mayor como figura de autoridad. Quizás esa falta de disciplina, mezclada con el barro en las calles de Porto Alegre, le permitieron ser ese tipo disfrutón. Aunque ese carácter excesivamente confiado y despreocupado le llevó hasta una prisión paraguaya hace unos meses. Incluso en el patio de la cárcel se le vio reír y pasarlo bien jugando un partidillo con otros presos.

Ronaldinho, en su etapa con el FC Barcelona.  Getty Images
Ronaldinho, en su etapa con el FC Barcelona. Getty Images

Todavía hoy intenta esconder algunas travesuras a su hermano mayor, pero al final eso sólo es intentar cortarle las alas y los pies a uno de los futbolistas que más placer provocaban al verle con una pelota. Justamente porque él jugaba para y por puro placer. "Crecí de esa forma. Siempre quise jugar un fútbol con regates, donde hubiera uno contra uno todo el tiempo, y no tanta táctica, con balonazos arriba y todos saltando... Algunos sólo juegan así para obtener resultados, pero yo prefiero ver un partido de un equipo que juega bonito, aunque pierda. Es una forma que se asemeja a cómo me tomo la vida. Yo prefiero estar siempre sonriendo", nos recordó, con su sonrisa. Se pone más tenso si le preguntamos su posible falta de competitividad. Y te argumenta, con toda la razón, que ganó títulos allá donde fue.

Romario, Garrincha...

Son varios los compatriotas de Ronaldinho que destacaron por su ingenio en el campo, pero también por sus estragos fuera de él. Nunca podremos saber si Romario podría haber sido mejor, pero lo cierto es que bailó a todos sus rivales y fue campeón del mundo en el 94. Lo logró, como él siempre contó, disfrutando de la noche a partes iguales. De hecho, dijo que necesitaba de sus salidas nocturnas para poder rendir mejor en los partidos. Se supone que aquello le hacía feliz, y sin duda, se plasmó en el verde. Su cometido lo cumplió con creces: es el tercer mayor goleador de la historia del fútbol con 753 goles. Es el jugador que más veces ha sido máximo goleador en Primera División en la historia del fútbol mundial.

Romario, con la camiseta de Brasil.  Getty Images
Romario, con la camiseta de Brasil. Getty Images

¿Y qué hubiera pasado con el mejor regateador de la historia de haber estado más centrado en su carrera? Garrincha fue campeón del mundo en el 58 y en el 62. No se le puede pedir más. A pesar de sus problemas con el alcohol, de fumar desde los 10 años, tener una pierna más corta que la otra por los problemas alimenticios que sufrió en su infancia; haber tenido que irse a jugar fuera de Brasil por sus problemas con la justicia, o por ser conocido también como un 'ángel pornográfico', que con 40 años ya tenía nueve hijos y otros tantos sin reconocer.

Garrincha en 1957 con la camiseta de Brasil.  Getty Images
Garrincha en 1957 con la camiseta de Brasil. Getty Images

Antes de viajar a Suecia para su primer Mundial, el de 1958, el psicólogo de la selección brasileña consideraba a Garrincha "un débil mental, no apto para desenvolverse en un juego colectivo". Sin embargo, el rey, Pelé, afirmó: "Sin Garrincha nunca me hubiera consagrado tricampeón mundial". Es decir, podríamos decir que sin Garrinchas, no hay Pelés.

Balotelli y Cassano

Con otra calidad y otro contexto encontramos a futbolistas como Balotelli o Cassano, aunque siempre en entredicho por sus posibilidades. En el caso del primero, lo tenía todo para marcar una época en el fútbol europeo. Sus faltas de disciplina le llevaron a jugar casi a equipo por temporada: Inter de Milan, City, Milan, Liverpool, fútbol francés… Allá donde fue, a Mario Balottelli siempre se le esperó. Se le caían los goles mientras estaba motivado, casi siempre a los inicios de cada proyecto. Después, se desenchufaba y malgastó siempre su talento con el gol.

Balotelli y Cassano, con la selección italiana.  Getty Images
Balotelli y Cassano, con la selección italiana. Getty Images

Desesperaba a sus entrenadores con su pasividad y pasotismo, con alguno casi llega a las manos, como fue el caso de Mourinho, Brendan Rodgers o Montella. En unas declaraciones a France Football se definió a sí mismo: "Creo que soy un genio, no un rebelde... Tengo mi vida, mi mundo, hago lo que quiero sin molestar a nadie. Creo que soy más inteligente que las personas promedio, pocos tienen mi talento, así que son pocos los que pueden juzgarme". 'Why always me?', se preguntaba un día en la camiseta que mostró tras anotar un gol con el City. Sí, estaba en todas, en las buenas y en las malas. Acabaron pesando las segundas.

Menos calidad tenía su compatriota Antonio Cassano. Pero tuvo la oportunidad de jugar en el Real Madrid con 23 años, que puso grandes miras y esperanzas sobre él. No quiso cuidarse, sobre todo la alimentación y las fechorías. Él llegó a reconocer: "Comía como un perro.Tenía un amigo camarero. Su misión era llevarme tres o cuatro croissants tras haber hecho el amor. Me los llevaba a la escalera, yo acompañaba a la chica y hacíamos el cambio: él se llevaba a la mujer, y yo me hinchaba a croissants". A Capello, que también lo tendría en la Roma, le insultó y fue apartado del equipo: "A Capello le enloquecí y lo siento: cuando se enfadaba, el 99% de las veces tenía razón". Con el Real Madrid jugó 29 partidos y anotó únicamente cuatro goles. Se arrepintió siempre: "En el Madrid hubiese merecido que me matasen, porque era insoportable. Tiré mi vida por la borda por mi mal comportamiento. Cada viernes cogía un vuelo a Roma. Comía como un perro y no dormía. Vivía una vida de mierda".

Cassano reconoció en su autobiografía, titulada Lo digo todo, que había tenido "pocas novias, pero a cambio me acosté con 600-700 mujeres", "si no hubiese sido futbolista, a estas alturas sería un delincuente" o "no fiché por la Juventus porque quieren 'soldados' y yo necesito hacer lo que quiera. Con mi carácter, hubiese durado tres días: el primero me fichaban, en el segundo me presentaban, y al tercero me echaban".

Guti, Özil, Jesé, Bale...

Compañero suyo en el club blanco fue Guti. Para muchos, el futbolista con más talento que ha dado el fútbol español en décadas. Y a su vez, el más desperdiciado. Una calidad casi incontrolada, aunque con un cierto orden en su caos que le hizo permanecer durante 15 temporadas en el Madrid. Admirado por sus galácticos compañeros, fue siempre la eterna promesa, un incomprendido, aunque acabó convenciendo, antes o después, a todos los entrenadores que tuvo.

Guti, durante su etapa con el Real Madrid.  Getty Images
Guti, durante su etapa con el Real Madrid. Getty Images

"Soy un tipo que no para de día y no para de noche. Me gusta disfrutar de la noche con mis amigos. No me veo con 60 años en una discoteca, me veo ahora", dijo en su momento. Podría haber jugado más, seguro, y en la Selección también. O haberse marchado a otro equipo donde contar con más minutos. Pero Guti simplificó ese supuesto conformismo afirmando que prefería jugar media hora en el Real Madrid, que un partido entero con otro equipo.

Y justo cuando Guti salía de la Casa Blanca, llegaba Mesut Özil. Recordado por su lucidez con la pelota y por estar casi todo un partido sin tocarla. Elegante a más no poder en el campo, le perdía su vaguería y sus desplantes fuera de él. Mourinho se lo dijo a la cara: "Te crees tan bueno que con dar el 50% es suficiente, y no".

Mesut Özil, durante su etapa en el Real Madrid.  Getty Images
Mesut Özil, durante su etapa en el Real Madrid. Getty Images

Después parecería la que apuntaba a ser la nueva joya de la cantera blanca. Jesé Rodríguez. Enseguida llamó la atención su potencia, destreza, su punta de velocidad en escasos metros. Un tipo hábil con el balón, no tanto sin él. No supo aprovechar nunca las oportunidades que le dieron. Le faltó oficio y le sobró toxicidad en su entorno. Es justo decir que en su mejor momento, se rompió el ligamento cruzado de su rodilla y tardó nueve meses en recuperarse.

De ese periodo se recuerdan varias anécdotas, como cuando hubo un incendio en su casa mientras insonorizaba el sótano para convertirlo en estudio musical y continuar con sus temas de reggaeton. El futbolista saltó en muletas a la casa del vecino, su compañero de equipo Álvaro Arbeloa. Poco después, sueldazo en el PSG, que le acabaría echando, noviazgos sonados e hijos no reconocidos. No volvió a cuajar ni en el Stoke City, ni Betis ni Sporting de Lisboa. Regresó a Las Palmas, pero con 27 años ya parecía un exfutbolista. Uno de los jugadores más autodestructivos que han pasado por el fútbol español, Jesé es un claro ejemplo de qué supone ser un juguete roto.

Jesé Rodríguez con la selección española.  Getty Images
Jesé Rodríguez con la selección española. Getty Images

No podemos olvidarnos de Gareth Bale, al que sí, claro que le gustaba el fútbol, pero no pensar en él demasiadas horas. Prefería el golf, pasar tiempo con su familia, dormir temprano, no hacer vida social, fingir no saber español para no tener que hablar demasiado. A él no se le puede reprochar el gusto por las discotecas y los malos hábitos. En Madrid cumplió uno de sus sueños: construir un circuito de minigolf en su casa. Le faltó integración e implicación. Y lo peor: tampoco se le vio intentarlo. Pero su gran carencia, al menos en sus últimos años en el Real Madrid, fue otra. No tuvo pasión por el fútbol. ¿Cómo iba a contentar a la grada si a él no se le veía disfrutar?

Isco Alarcón y Gareth Bale, con el Real Madrid.  Getty Images
Isco Alarcón y Gareth Bale, con el Real Madrid. Getty Images

A Isco el fútbol también dejó de ser lo que más feliz le hace. A ráfagas sigue, entre murmullos de los que piensan que es uno de los mejores jugadores de nuestro país. Con el malagueño se repite a menudo eso de 'Ay si quisiera'.

'Burrito' Ortega

De Sudamérica no podemos olvidarnos de las gambetas del 'Burrito' Ortega. Posiblemente uno de los jugadores con más talento de la Argentina en los últimos treinta años. Verle combinarse con Romario en el Valencia fue un lujo demasiado efímero. A la altura del tridente que formó en River, junto a Saviola y Aimar. Sin embargo, los problemas con el alcohol cortaron su carrera: "No le encuentro una explicación. Estaba peleado con la vida, con mis compañeros, con los periodistas".

Ariel 'Burrito' Ortega, en un entrenamiento con Argentina.  GETTY
Ariel 'Burrito' Ortega, en un entrenamiento con Argentina. GETTY

Su adicción le llevó pasar por un centro de rehabilitación tras aparecer en una concentración con River en estado de embriaguez. Finalmente fue despedido, pero años después, ya retirado, el club le rescató para que formara parte del organigrama de la entidad. Así volvería a tener una motivación y un lugar donde pasar unas horas alejado del alcohol.

Ojalá la mayoría hubiese querido mantener su talento en el tiempo, no sólo haber sido destellos de magia. Aunque el tiempo les dio la razón a aquellos que disfrutaron siendo lo que les dio la gana ser. Y precisamente por eso, lograron ser los mejores. De los demás, nunca sabremos qué hubiera pasado si su cabeza y sus ganas hubieran girado sólo en torno a un balón. Por todo ello, siguen siendo únicos, y tal vez ese era el verdadero éxito.