REAL MADRID - ATLÉTICO DE MADRID

Gabriel Paulista, un Ferrari entre todos los Skoda que un día dijo: "Cirugía, un carajo"

El central brasileño deja el Valencia con un puñado de anécdotas y palabras que ayudan a entender al nuevo fichaje del Atlético.

Paulista, con la cara ensangrentada en un Valencia-Getafe./EFE
Paulista, con la cara ensangrentada en un Valencia-Getafe. EFE
Cristina Bea

Cristina Bea

'Las ironías de la vida', enésimo capítulo, acaban de añadir un nuevo episodio al serial. Buscando el enlace al comunicado oficial con el que el Valencia anunció el 18 de agosto de 2017 la llegada de Gabriel Paulista al club para las siguientes cinco temporadas procedente del Arsenal, para ver cómo se vendió su llegada, la respuesta es Contenido no encontrado. Volver a la portada. La portada es la crónica de la derrota del Valencia C.F. ante el Atlético de Madrid en el Metropolitano por 2-0. El último acto de servicio che del brasileño, ante su nuevo equipo.

Meriton ha dejado salir a uno de sus capitanes; junto a Jaume, Gayà y Diakhaby, los únicos supervivientes de la era Marcelino y la Copa del Rey de Sevilla; al segundo jugador de más edad del equipo: 33 años, apenas 21 días menos que Jaume; sólo ellos dos rebasaban los 30 en la plantilla más joven de LaLiga con una media de 24,4 años que ahora menguará aún más para mueca de un Baraja que tenía asumida la falta de refuerzos -aún así llega Peter Federico, al que él no pidió, y le han dejado colgado con Rafa Mir, al que sí quería-, pero que pretendía, sobre todo, evitar salidas.

Lo que ha querido evitar la propiedad valencianista, pensando en la caja y no en el verde, es pagarle los 5,5 millones brutos de la próxima temporada por la renovación automática firmada en su contrato si disputaba 45' en 20 partidos esta campaña (llevaba 16 en Liga y los octavos de final en Copa ante el Celta), y Baraja no estaba dispuesto a descabalgar al brasileño de su defensa.

El Pipo sabe que pierde a uno de sus hombres fuertes en la zaga. Es cierto que en las dos últimas temporadas el runrún en torno al brasileño y una posible y/o necesaria salida era continuo, pero no en ésta, en la que el físico le estaba acompañando y había empastado en el centro de la zaga sobre todo con un Mosquera que le tapaba muchos balones a la espalda en los que Gabriel se veía superado por velocidad o por colocación.

A Paulista siempre se le ha visto como un líder en la defensa, por jerarquía, por carácter, pero recuerdo una entrevista con él en la que charlábamos sobre Ezequiel Garay y reconocía que lo necesitaba al lado: "Yo necesito cerca a alguien que me calme y él me da mucha tranquilidad". Nada como conocerse y saber de las desconexiones que han acompañado y supongo acompañarán a Paulista, que ahora estará mucho más arropado en la zaga atlética con otros dos centrales.

Esa línea de cinco del Cholo le beneficiará notablemente, porque potenciará sus virtudes (intensidad, garra, anticipación), y camuflará sus carencias, especialmente vinculadas a la punta de velocidad, menor por la edad y un físico en el que la era Bordalás le ha dejado un lastre importante en los isquios de su pierna derecha. 119 días estuvo fuera del verde en la campaña 21/22 por una dolencia, la más larga de su carrera, que se acrecentó con varias recaídas generadas por sus ganas de volver y por la exigencia de acortar plazos en la recuperación del técnico alicantino.

"Cirugía, un carajo", escribió Paulista en una story en esa etapa en la que se valoró su paso por el quirófano. Tres palabras bastan para describir su vehemencia, su visceralidad, la misma que quedará reflejada en numerosos partidos en los que literalmente se ha partido la cara jugando y ha seguido en el campo con grapas y vendajes varios. O con ellos en cualquier pierna, lo que no impedía que se diera a la carrera. En la retina valencianista, la imagen de un Gabriel con la cara ensangrentada tras un choque fortuito con Garay en la última jugada de la mítica vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey de 2019 ante el Getafe en Mestalla que acudía a la tangana posterior -a poner orden-, sin camiseta y con el rostro y el hombro derecho teñido de rojo.

Inolvidable también es el tremendo enfado que tenía después de caer 3-1 en Londres en la ida de las semifinales de la Europa League en 2019. Volvía a medirse a su exequipo, el Arsenal. Los de Marcelino llegaban al duelo como el tercer equipo menos goleado de LaLiga. La pareja Garay-Paulista funcionaba de memoria pero el técnico asturiano introdujo un cambio de sistema que acabó con hasta seis defensas por delante de Neto, con Garay, Roncaglia y Paulista en el centro de la defensa, Gayà y Piccini en las bandas y Diakhaby en una posición de contención, más adelantada. El descalabro fue mayúsculo, como el enfado posterior de los dos centrales ante el micrófono por esa variante tan poco trabajada. "Yo quiero hacer historia aquí, quiero ganar un título aquí", añadía el brasileño con la ira en los ojos y la mandíbula.

La misma que se le ha visto en recordadas expulsiones, como la de un Las Palmas-Valencia o la patada a Vinicius en Mestalla la pasada temporada. En diciembre se perdió el Valencia-Barça tras una doble amarilla totalmente evitable e innecesaria en el Coliseum: vio la segunda cartulina a los cuatro minutos de la reanudación en una jugada con exceso de fuerza sobre Latasa en el centro del campo, desoyendo la cautela que le habían pedido en el vestuario. ¿Para qué? ¿Por qué? Esas preguntas giran en ocasiones en torno al fútbol de Paulista.

Tan usuales sus cortocircuitos momentáneos como sus disculpas posteriores. O sus lágrimas en declaraciones pospartido cuando el Valencia luchaba por no descender la pasada campaña. Porque el Atlético se lleva a un buen tío, a pesar de que sea capaz de decirte que sí a todo, darse la vuelta y hacer lo que le dé la gana. Es el punto de anarquía que acompaña a Paulista, el único futbolista esta temporada capaz de aparcar su Ferrari rojo en el parking de la ciudad deportiva de Paterna entre todos los Skoda que, por patrocinio, el club che les obliga a conducir a sus jugadores.

El Cholo se lleva a un guerrero, gana un nuevo soldado para su causa. Un inconformista. "¿Firmas el empate en el Camp Nou?" "No, podemos ganar", me contestó en una previa allá por 2018. A un tipo con garra. "¡Esto es Valencia!", gritaba Paulista en la puerta del vestuario che en el Johan Cruyff Arena tras clasificarse para los octavos de la Champions tres meses después de la salida de Marcelino, de que el equipo superara problemas deportivos, institucionales y médicos. El Cholo se lleva a un gladiador que a veces es fiera, pero que siempre da la cara por lo que siente suyo. Pronto se abonará al sentimiento rojiblanco. En carrera y con defensas adelantadas se verá, pero a sentir le ganan pocos al bueno de Paulista y eso, en el Atlético de Simeone, es un win-win de manual.