Iñigo Pérez demuestra en diez segundos que lo suyo es el triunfo de la sencillez: "El mérito es de los jugadores, no es fácil hacerle caso a un chico sin experiencia y casi con su edad"
El técnico sigue haciendo caso omiso a los cantos de sirena de competiciones europeas: "No miro la clasificación".

Este artículo debería llevar una foto de cabecera de Iñigo Pérez, pero hemos decidido no hacerlo porque probablemente no le gustaría en absoluto. No es que nos debamos a él, sino que no queda otra que reconocer que ha ganado a todo el rayismo desde su perseverancia, su naturalidad y su sencillez. Tras el triunfo ante el Real Valladolid, llegó a la sala de prensa de Vallecas casi como quien oye llover. Para él es impensable pensar en Europa y mucho menos que se le atribuyan méritos del brillante estado de forma del Rayo Vallecano, ahora mismo, a su pesar, centro de todas las miradas por sus nueve partidos sin conocer la derrota y su provisional condición de equipo de Europa League la próxima temporada.
Parecía casi imposible, pero Iñigo Pérez se lo hubiera creído si se lo llegan a decir antes de que comience la temporada. No resulta un golpe de elocuencia, simplemente plena confianza en los suyos: "Tengo mucha fe en estos chicos. Seguramente aunque parezcan palabras al aire por quedar bien, me lo hubiera creído. Cómo se entrenan, cómo se preparan… Tengo mucha fe". Pero claro, que no se malentiendan sus palabras, lo de clasificarse para Conference, Europa League o incluso Champions... Ni hablar del tema: "Sigo sin pensar en Europa. Es lo que siento. Tres puntos más cerca del objetivo. Muy feliz por ellos. Somos capaces de mejorar en aspectos que antes no. Cómo se preparan, cómo se quieren como grupo… Todavía no es momento de utilizar la palabra Europa para mí".
Iñigo sabe dónde está y eso es la clave de todo. La naturaleza soñadora del Rayo como equipo y de Vallecas como barrio no se puede evitar y tiene que ser el entrenador el que a veces ponga calma. Para él resulta imposible no sonreír cuando cantan lo de Rayo-Liverpool, cómo no, pero también es el encargado de poner los pies en el suelo. No hay nada más que ver lo que ocurrió el año pasado. Tras varias temporadas peleando por hacerse con esa última plaza para competición continental, tocó sufrir. Que no es, ni más ni menos, la realidad que le toca vivir a un equipo humilde de forma frecuente.
"Los jugadores lo saben igual o mejor que yo. El año pasado fue un choque de realidad importante. Veníamos de temporadas de ascenso, años muy buenos, rozas Europa… Y el pasado, antes de que yo llegase, el equipo estaba bien y nos encontramos una realidad, pelear por algo que parecía que ya no nos pertenecía: luchar por mantenernos en Primera División. No hay que explicarles nada. La realidad es que estamos cerca de Europa, no sé, la clasificación no la miro. Lo que miro es que estamos tres puntos más cerca del objetivo", reflexiona.
No mirar la clasificación ya era prácticamente una respuesta, pero un futbolero de pura raza como Iñigo Pérez nunca queda ausente del todo de lo que ocurre en el resto de partidos. Hará una excepción en esta ocasión, es la mejor manera de que todos puedan descansar y cojan con más fuerza el partido del próximo fin de semana: "No voy a ver fútbol este fin de semana, es imposible porque uno necesita encontrar sus momentos de desconexión y los utilizaré para desconectar. Estamos muy bien y con muy buena puntuación, pero cuanto menos alteremos nuestra rutina… Creo que nos podemos equivocar si pensamos en que los de arriba hacen estas cosas…".
Iraola, el mérito de los jugadores y sus rarezas con el frío
Que Iñigo es peculiar no cabe duda. Esta vez vio el partido con sudadera, bajo la tormenta y el frío de Madrid. Aunque siempre suele llevar su camiseta blanca, sin pensarlo un solo segundo. En la tensión del partido, el clima pasa a un segundo o tercer plano. Y, además, a él le apasiona que la condición sea adversa, casi tanto como a su grada: "Me encanta la lluvia y el frío. Veo que la gente no se esconde, entra en ebullición. Les doy las gracias. No nos gusta jugar entre semana, pero tenemos que obedecer. Ahora estamos el fin de semana sin esa tensión".
Una grada que lo adora, le vitorea y le reconoce cada esfuerzo que realiza en que el equipo vaya como vaya. Así se lo han hecho saber en decenas de ocasiones. Pero Iñigo Pérez permanece ajeno a todo mérito que le atribuyan y casi se sonroja cuando se le ha disparado sobre una posible relación con lo que logró Iraola: "En mi amistad con Andoni… En cualquier comparación con él salgo perdiendo. Me enteré ayer de nuestra racha, lo prometo. Es mérito exclusivo de los jugadores. Al 99% al menos. Para mí no sería fácil hacerle caso a un chico que no tiene experiencia y casi su edad y encima les aprieta. Estos resultados me llegan por ellos".
Como uno de los entrenadores más jóvenes de todo el campeonato, Iñigo también ha aprendido a gestionar las emociones. Por ejemplo, el otro día ni siquiera festejó la parada salvadora de Batalla ante el Leganés, algo que, por supuesto, ha tenido que explicar: "Hay veces que uno explota de alegría o rabia y otras veces que quizás la ocasión lo merezca, pero… El otro día estaba noqueado. Cuando pitan el primer penalti… Después contar con Augusto es una suerte. Él fue quien nos salvó. Fue falta de fuerza y energía".
Un discurso de lo más particular que demuestra que este Rayo es un bloque, un grupo, una piña. El propio entrenador lo remarcó: "Cómo se esfuerzan, cómo se quieren como equipo". Es la clave del éxito de una plantilla que, pese a que a Iñigo le rechine, duerme una semana más en puestos europeos. Pasará lo que pasará, pero, hasta entonces, técnico y jugadores pueden reivindicar orgullosos que son la gran revelación de esta liga.