ATHLETIC CLUB

Gorka Iraizoz y el peor momento de su carrera por las críticas de San Mamés: "Fue muy duro, me sentí fuera de la familia"

El portero, tercero con más partidos en la historia del Athletic, repasa su carrera de rojiblanco con sus luces y sus sombras pero, sobre todo, con un crecimiento personal del que está orgulloso.

Gorka Iraizoz, en un partido en el viejo San Mamés de la etapa de Marcelona Bielsa./Getty Images
Gorka Iraizoz, en un partido en el viejo San Mamés de la etapa de Marcelona Bielsa. Getty Images
Patxo De la Rica

Patxo De la Rica

Gorka Iraizoz vive tranquilo en Berango. Su nueva vida, entrenando a un modesto pero histórico Gernika en busca de la salvación en Segunda Federación, se parece en poco a la que vivió durante dos décadas, defendiendo las porterías de Athletic, Espanyol, Eibar o el propio equipo gerniqués. Sigue en el verde, pero ya no convive con una presión constante que supone defender una portería en la soledad del terreno de juego. Quizá por aquello, durante su carrera desarrolló una sensibilidad emocional que repasa en esta extensa entrevista con Relevo en la que habla, sin tapujos, de sus miedos e inseguridades, pero también de los mecanismos que desarrolló para superarlos.

Y también, claro, de mucho fútbol. De éxitos, como el título de Supercopa ante el Barça o los históricos años con Marcelo Bielsa y Ernesto Valverde, y de momentos más complicados. El más duro, sin duda, el que le tocó vivir cuando San Mamés pagó con él los platos rotos de una temporada convulsa aún con el argentino como entrenador. Aquel día, en una abultada derrota ante el Espanyol, se sintió "fuera de la familia" que es para él el club rojiblanco, pero como casi siempre le dio la vuelta. Como lo hizo también cuando pasó meses lesionado y, "en una noche oscura" junto a su madre en la que lloraron sin parar se comprometieron a tirar hacia adelante.

Todo ese camino, que comenzó con una charla con Ernesto Valverde en Barcelona que nunca había desvelado, se redondeó en La Cartuja hace unos meses cuando el Athletic levantó la Copa del Rey. No la siente como propia y se emociona al hablar de ello, pero aquel día, aquellos abrazos, simbolizan el cariño que siente hacia sus excompañeros, hacia el Txingurri y hacia todo lo que significa ser athleticzale. Hoy, en un día que Unai Simón puede ser elegido como mejor portero del mundo y llevar Lezama a un plano aún más internacional, Gorka repasa su carrera en Relevo.

Quiero repasar toda tu carrera, pero lo primero que me interesa saber es cómo llegaste a la portería porque creo que empezaste metiendo goles.

Casi como todos, ¿no? Jugábamos al fútbol en el parque, en el patio de la Ikastola o en el pueblo y nunca jugábamos de portero. Cuando empecé era un chico grandote y tampoco corría mucho, así que jugaba de delantero hasta que en el equipo de fútbol que teníamos, en el que mi tío era el entrenador, nos quedamos sin portero. Creo que hizo lo fácil, antes de tener bronca con otro, lo fácil era poner al sobrino porque yo no me quejaba. Y ahí me quedé.

¿Cómo convivías con esa posición que es tan especial?

Bueno, la verdad que no pensaba mucho. Cuando eres muy joven, sobre todo al principio jugando en fútbol sala o cuando ya pasé a la Txantrea, nunca he tenido el recuerdo de los fallos o de esa presión. Mi padre, si no había podido ir a verme, me preguntaba y yo le decía cuántos goles me habían metido. Disfrutaba el momento y ya está.

¿En esa época, llegabas a pensar en ser profesional?

Mira, tengo una anécdota muy curiosa con mi tía. Nosotros vivíamos en Ansoain, y mi tía, por parte de mi madre, vivía en la calle siguiente y pasábamos mucho tiempo juntos. No sé si es que había sacado malas notas, pero me estaba llevando alguna bronca. Y siempre cuentan que le dije a mi tía que iba a ser futbolista y le iba a comprar un chalet. Todavía me lo recuerda. Pero, bueno, más allá de eso, creo que todos los niños que nos ha gustado jugar a fútbol siempre hemos tenido esa ilusión.

¿Cuando llegaste a Lezama, con 17 años, seguías conviviendo bien con la presión de la portería?

No, yo creo que ahí fue un gran salto y un golpe de realidad. Desde los meses previos, en los que en la Txantrea me dicen que tengo que ir al Athletic, lo asumo como un oportunidad. Pero como a cualquier chaval joven que está cómodo en su casa, con su familia, con sus amigos, sabes que te va a cambiar la vida. Estaba bastante inquieto, viví un proceso con mi madre y con mi padre de cambio de responsabilidad, de salir de casa y crecer. Tienes un proceso de maduración más rápido que lo que puede llevar un chico de nuestra edad porque tienes que hacerte responsable ahí donde vas. Y la exigencia que suponía llegar a Lezama, ver cómo funcionaba, que eras exigido por conseguir un objetivo común e individual, me hizo colocarme en esa realidad. Ahí empecé a convivir con esa presión inherente a la posición en la que yo he jugado, en la portería.

¿Te costó mucho?

Sí, sí, yo creo que ese proceso no es instantáneo ni fácil, incluso es doloroso. Yo soy una persona muy responsable, que al final soy muy pensativa y me gusta reflexionar sobre las cosas mucho. Pasaba tiempo reflexionando sobre lo que me ocurría y lo que no. Pasaba momentos difíciles siempre alejado, porque en esa época Pamplona no es como ahora, que lo vemos aquí al lado. Había momentos de soledad que eran complicados de gestionar y había que hacerlo para poder crecer.

Creo que ahí hiciste mucha relación con Carlos Gurpegui gracias a los viajes en coche, ¿no?

(Se ríe). Vivíamos juntos en la residencia, que entonces estaba en el Seminario de Derio. Nos sacamos el carnet de conducir ese año, el primero que llegamos, y Carlos fue el primero en tener un coche. Tenía un corsita pequeño. Antes de tener ese coche salíamos a la antigua carretera a que nos recogiera alguien. A ver si pasaba el médico, algún jugador del primer equipo, un entrenador, lo que fuese, porque el autobús pasaba cada hora y no nos venía muy bien para nuestros horarios. Y ya cuando Carlos sacó el carnet íbamos con el corsita. Imagínate, dos tíos grandes allí, con alguno más que llevábamos… Fueron muchas horas, con algún viaje a Pamplona también, hicimos muchísima relación hasta hoy, que familiarmente estamos muy unidos. Son las cosas bonitas que te deja el fútbol, esas relaciones que generas.

En tu caso, tuviste que salir de Lezama para jugar en Gernika. ¿Cómo recuerdas ese paso?

Había subido del Basconia al Bilbao Athletic, pero no jugaba. Estaba pasando por un momento psicológico duro, difícil, trabajando con la psicóloga de Lezama para sobrellevar esos momentos de no jugar, de estar fuera de casa y de sentirte un poco en tierra de nadie. Yo creo que se me había acumulado todo, porque el primer año había sido duro, con una lesión y por la adaptación, y en diciembre apareció esa posibilidad de poder ir a Gernika. Y fue clave deportivamente. Volver a sentirte jugador y aportar en el terreno de juego fue importante. La vida y las situaciones te van colocando en la realidad de lo que tienes que vivir, y es lo que tiene que pasar para que des un paso adelante y poder crecer. Y en mi caso fue tomar esa decisión de ir a un pueblo pequeñito, donde todo era muy familiar, donde yo me sentía arropado… Allí me quité ese peso que venía cargando desde que había llegado a Lezama. Ahora estoy allí (como entrenador) y lo que intento es devolver todo eso que me dieron a mí.

[Su etapa en el Espanyol ya ha sido tratada en una entrega previa que puede leer aquí]

El gran rendimiento en Europa League con el Espanyol hizo que el Athletic pagase más de 4 millones de euros por ti en un momento de muchos cambios. ¿Cómo recuerdas el fichaje y, sobre todo, esa primera temporada en la que te lesionas gravemente?

Echando la vista atrás creo que la lesión es la consecuencia al proceso que yo viví. Esa final de Glasgow con el Espanyol la juego ya sabiendo que el Athletic quiere que forme parte del club, con la ilusión que a mí, como athleticzale, como parte de la familia Athletic, me hacía sentir. Y yo creo que ahí empieza un poco el proceso de todo el verano, de que no había forma de llegar a un acuerdo entre clubes para el traspaso. Al final se alarga en el tiempo y vivo una pretemporada con el Espanyol difícil de gestionar para Ernesto. Sabiendo que un jugador va a marcharse pero tiene que jugar. Recuerdo jugar en Inglaterra un amistoso y llevarme un golpe en la cabeza que me quedé medio mareado. Y yo decía: 'aquí me va a pasar de todo'. No podía descansar bien con todo el estrés, todos los días hablaba por teléfono con mi representante… Fue un momento de alegría cuando ya se cerró todo, pero claro, llegar al Athletic, siendo la primera vez que se pagaba un dineral por un portero, en la situación que se venía arrastrando los años anteriores en Bilbao…

(…)

Todo eso yo creo que se fue amontonando en forma de estrés. Por mi forma de ser, por cómo yo soy y la responsabilidad que para mí conllevaba ser el portero del Athletic, la conclusión fue que mi cuerpo dijo basta. Llegó un momento en el que dijo basta. Ese día de Copa en Alicante contra el Hércules el cuádriceps se rompió.

Iraizoz celebra uno de los goles del triunfo del Athletic en semifinales de Europa League 2012. Archivo
Iraizoz celebra uno de los goles del triunfo del Athletic en semifinales de Europa League 2012. Archivo

Una lesión con dos fases, antes de volver a romperte ante el Sevilla. Y, sobre todo, con un proceso de recuperación larguísimo. ¿Cómo lo sobrellevaste?

En un primer momento tenía una rotura cercana a tendón, pero con un tratamiento conservador en dos o tres meses volví a jugar, contra el Sevilla en San Mamés. Pero no estaba recuperado. Creo que hubiese pasado igual aunque hubiese esperado un mes más porque mi cuerpo no había generado una cicatriz lo suficientemente fuerte y consistente para poder soportar toda la tracción que se exigía en cada golpeo. Y en el primer golpeo que hice se rompió completamente el tendón y ahí fue un poco donde se complicó el tema.

Y te operas en Barcelona.

Con Ramón Cugat, que fue en quien deposité toda mi confianza porque ya nos conocíamos, ya me había operado del codo en Barcelona. Fue quien confió en que aquello iba a salir bien y que iba a ser capaz de salir adelante. Como siempre he dicho, he estado en una silla de ruedas en Barcelona, un mes ingresado en un hospital sin poder salir y tres meses de rehabilitación constante fuera de tu club. El Athletic se portó de diez, con Paco Angulo, con Álvaro Campa y todo el servicio médico. Hicieron un gran esfuerzo por estar presentes.

Iraizoz recuerda los momentos duros durante la lesión grave que sufrió al llegar al Athletic.RELEVO

¿Hay algún momento que recuerdes especialmente duro e importante?

Sí. Estaba en Barcelona, lejos de mis padres y de mi gente, de mi equipo… Estaba solo, me sentía solo. Mi madre vino al hospital a pasar todo ese tiempo conmigo. Recuerdo que la operación estaba dispuesta para una hora o hora y cuarto, y estuve tres horas y media de operación. Me explicaron que habían encontrado ese tendón tan abajo, tan retraído que costó mucho subirlo hasta arriba. Claro, para mi madre, decirle una hora y cuarto y estar el doble de tiempo sin saber qué ocurre… Recuerdo que me desperté durante la operación y tuvieron que volver a anestesiarme, tener problemas para orinar, vómitos… Parecía que las cosas no se podían complicar más. En esos primeros días lo pasé mal y no me daba tiempo a reflexionar sobre nada. Era sobrevivir. Pero cuando ya todo se calmó un poco, recuerdo una noche abrazar a mi madre y empezar a llorar sin parar. Y con ella tomamos la decisión de sacar adelante esto. Yo creo que sin hablar, sólo llorando y abrazándonos, tomamos la decisión de que iba a salir bien y que iba a hacer todo lo que estaba en mi mano por sacar la situación adelante. En esa noche oscura que viví con mi madre decidimos que esto lo íbamos a sacar adelante.

Con Marcelo Bielsa también se vivieron partidos inolvidables. ¿Qué significó para ti el argentino? He hablado con diferentes jugadores y la mayoría tienen buenos recuerdos, aunque también hay episodios más complicados.

Sí, Marcelo, la exigencia que pedía para él nos la exigía al resto. Fue una experiencia en la que fue muy, muy, muy exigente. Nos llevaba al límite. Siempre estabas exigido, hasta estando en casa. Era constante y es algo duro porque no hay un momento de relajación. Esa es la realidad de vivir con Marcelo. Pero aprendimos tantas cosas, fuimos capaces de desarrollarnos de tal manera… No creo que hubiese habido otra manera de conseguirlo. Esa era la manera. Y esa era la manera de dar otro salto psicológico, de creer en nosotros. Recuerdo charlas con él en las que nos comparaba con jugadores y salíamos diciendo: ¿cómo ha podido compararnos con este o este otro? Pero es que luego lo demostrábamos.

Tendrás mil anécdotas con él.

Muchísimas. En todas esas charlas que teníamos, a veces nos preguntaba cosas. Éramos exigidos y él, cuando a veces decíamos algo que no le gustaba, nos lo recriminaba. Recuerdo tener una charla muy larga en un avión cuando íbamos a Gelsenkirchen a jugar el partido del Schalke, en la que había algo que a él no le había gustado cómo yo lo había hecho. Fíjate que nosotros somos jugadores con un gran sentimiento Athletic, de familia, de que el club está por encima de todo y nosotros estamos a disposición. Y él se lo había tomado de otra manera y yo intentaba explicárselo. Recuerdo haberlo pasado mal en esa conversación. En ese momento yo estaba trabajando con una persona, con un coach, y le conté esta conversación que había tenido con Marcelo. Utilizo esta anécdota para que la gente vea cómo yo siento a Marcelo. Pese a ser exigido, lo veía como mi padre porque tenía un carácter muy parecido. Sentía que quería lo mejor para mí, pero sin ser capaz de comprender lo que le estaba intentando explicarle. Esa noche recuerdo llegar a escribirle una carta para decirle cómo me sentía, que tenía que jugar un partido en Alemania en menos de 24 horas y mi estado era…

El portero recuerda una anécdota con Marcelo Bielsa.RELEVO

¿Se la llegaste a dar?

No. Ganamos 2-4 y Marcelo me dio un abrazo después del partido en el que dije: 'Buah, ya está, aquí no ha pasado nada'. Ese cariño, esa admiración, incluso con ese símil con mi padre que yo realicé, creo que queda muy evidente el sentir que yo tengo de Marcelo. Una persona que me ha exigido al máximo, que me ha puesto al límite, pero al que le tengo en estima y le llevo dentro de mí porque sin esa etapa yo no hubiese sido el jugador que fui después.

Después vino una temporada complicada en resultados y en la que hubo muchas críticas hacia ti. Y Bielsa llegó a sentarte tras una goleada recibida para apostar por Raúl en dos partidos ante Málaga y Real Sociedad, en el que él también falló. ¿Cómo viviste tu situación y la de tu compañero?

Fue duro. En ese momento estaba centrado en mí y en lo que me estaba ocurriendo. En poder, desde mi situación complicada y difícil que estaba viviendo, siendo tan exigido y sobre todo señalado, porque yo fui señalado y es así, aprender a convivir con ello. Poder estar a disposición del equipo, desde esa situación individual complicada y difícil. Era una situación muy dolorosa. Creo que esa situación que había en el ambiente, con tanto estrés y tanta carga emocional, con tanta exigencia, le cayó a Raúl y la tuvo que recoger él en un espacio muy corto. Creo que demasiado pronto para él. Raúl era un gran portero, lo sigue demostrando en Miranda, pero tuvo que lidiar con algo que no le correspondía. Y en ese sentido, yo estaba lidiando otro momento en el que tenía que estar a disposición del equipo y a su disposición también.

Gorka Iraizoz explica su momento más duro.RELEVO

¿Es tu peor momento en el fútbol?

Sí, posiblemente junto con la lesión. Las lesiones son lo peor que le pasa a un futbolista, pero emocionalmente y psicológicamente posiblemente este sea la más complicada. He perdido un montón de finales, pero al final es un partido y con el tiempo se ve diferente, pero ahí fue muy, muy duro porque para mí personalmente fue sentirme fuera de mi familia. Para mí el Athletic es mi familia y jugar era la forma con la que yo contribuía. El poder estar en buenas condiciones mentales, psicológicas y físicas para ayudar a mi equipo, que era mi familia, a salir adelante. Y cuando me ocurre en San Mamés todo aquello me sentí fuera de la familia. Y eso fue muy duro, muy duro.

En una entrevista con Kevin Doyle en Durango Telebista hablaste de tu lucha psicológica. ¿Puedes contarnos más sobre esa guerra contra ti mismo?

La clave es esa, que es conmigo mismo. Que mucha gente, muchas veces, pensamos que la lucha es con alguien de fuera y la lucha es con uno mismo internamente. Con cómo te estás viendo, con cómo te cuentas las cosas, con cómo te exiges, con cómo aceptas cada circunstancia que te viene y cómo intentas superarla. Yo he vivido en esa lucha mental toda mi vida y así seguirá siendo. Estar con Imanol Ibarrondo (su coach) era un aprendizaje y una forma de abrirme en esa búsqueda que yo tenía por gestionar situaciones que me costaban mucho y que me ayudó a esos momentos críticos de mi vida deportiva para saberlos gestionar de una manera consciente y acompañada, porque él me acompañaba en cada momento. Me hizo conectar con mi verdadero ser, con ese sentir que desde mí yo creo mueve montañas y me ayuda a sacar mi propósito, de por qué jugar fútbol, de por qué estar a disposición del equipo, estar ayudando al equipo en todo momento, desde ese sentir de familia que yo tengo por el Athletic.

¿Qué es lo que sentías? ¿Te sucedía en el campo?

Ese saboteador que yo tenía, por ejemplo en esa época de Marcelo, me podía decir qué injustos son contigo, no te lo mereces, no sigas adelante… Esa voz que te intenta proteger pero que no te ayuda a desarrollarte y afrontar el reto que tienes de la manera correcta. Y sí, recuerdo tenerlo entrenando o tenerlo en un partido. Recuerdo tener esa voz, identificarla y darme la vuelta en el entrenamiento y decirle que se vaya. Buscar herramientas para poderla gestionar.

¿Qué tipo de herramientas?

A veces me sentía pesado, lo comparaba con las aves que en el Prestige estaban en el chapapote. Y buscábamos herramientas. Es algo mental, buscar gestos, como por ejemplo hacer el gesto de quitarme el barro (hace un gesto de limpiarse desde los hombros). Eso me aliviaba y me hacía sentirme más ligero. Es un proceso de meditación, previo y durante el partido. Estar conectado con lo que ocurría cerca. Es complicado de explicar. El jugador está dentro de las líneas del campo, pero fuera de las líneas ocurren muchas cosas, y a mí me habían ocurrido muchas que me habían afectado y estos acontecimientos me llevaron a buscar herramientas de poder estar consciente dentro del campo. Fueron cosas que trabajamos con Imanol, que la verdad fueron un gran descubrimiento para mí y me dieron un salto en todo ese desarrollo deportivo.

No sé si lo sientes así, pero con la vuelta de Ernesto Valverde a Bilbao llegaron tus mejores temporadas y tu mejor nivel futbolístico, con una final de Copa, un título de Supercopa, Champions League...

Lo de las finales… He tenido la suerte de jugar muchas finales y he perdido todas menos una. No sé si habrá mucha gente que tenga tantas como yo. Ese ha sido el signo de mi carrera, pero he vivido grandes momentos para llegar a esas finales. Pero sí que es verdad que, aparte de futbolísticamente, porque creo que está ligado, es una de las épocas que mejor me sentía. Tenía tanta complicidad con Ernesto, me entendía tanto con él y con los compañeros, sintiéndome ya referente para los jóvenes que llegaban, que creo que fue el momento de mi carrera en el que he tenido el estado emocional más regulado. Siempre he dicho que Ernesto ha sido la persona que ha sabido controlar ese potro que yo llevo dentro. Volver a estar con él en esa etapa creo que fue clave para ese sentir ese estado más zen, más óptimo mental y psicológico para poder desarrollar mi profesión.

Me sorprende, y me gusta, que hablas con tanto cariño de él pese a que fue el entrenador con el que perdiste la titularidad definitivamente. Imagino que sería difícil para ti, ¿no?

Y para él. Ahora que soy entrenador, sé que no es fácil dejar a un chico fuera, decirle que no va a jugar no es fácil. Para Ernesto no fue fácil las decisiones que tuvo que tomar, primero con Andoni (Iraola), luego con Carlos (Gurpegui) y conmigo. Tres años seguidos. Pero recuerdo con mucho cariño esa temporada y esas charlas. Sé que estaba preocupado, le preocupaba mucho cómo podía afrontar esos devenires, esas decisiones que él iba a tomar. Pero estoy muy feliz de cómo nos relacionamos él y yo, de todas las conversaciones que tuvimos. Y así como de esa primera conversación en el Espanyol me hubiese gustado actuar de otra manera, en ese final de mi estancia en el Athletic me alegro de que fuera con él porque me permitió conectarme a ese Ernesto en el que me tenía que haber conectado en la primera temporada en Barcelona.

En tu último partido en San Mamés no jugaste para la despedida.

Yo quería jugar, lógicamente, pero como que he querido jugar cada partido que he sido convocado. En Europa, cuando no jugaba y jugaba Iago, quería jugar pero ahí estaba animando. Ernesto me veía y me decía, ¿estás enfadado? Sí, Ernesto, estoy enfadado porque me gusta jugar, pero no te preocupes. Acepté que la despedida sería como tuviese que ser. Acepté que ya había vivido todo lo que tenía que vivir estando dentro del campo y que ese final, que ya era evidente que venía, lo iba a disfrutar fuera como fuera. Quería ser feliz, y si tenía que llorar, lloraría; si tenía que abrazarme, me abrazaría. Lo viviría todo intensamente. Recuerdo con mucho cariño esos últimos partidos y esa última conversación con Ernesto. Hay una foto de los dos sentados encima de un balón en medio del campo. Una conversación con mucha complicidad y con mucho amor. Tengo un grandísimo recuerdo y le doy las gracias a Ernesto por haberme brindado esa oportunidad.

Te retiraste en Girona. ¿Ya se hablaba de este proyecto que asombró a todos el año pasado?

Cuando yo llegué, me lo cuentan y yo me sentía aún con ganas de poder aportar futbolísticamente. En otro lugar, de una experiencia familiar, un sitio que conocía porque yo había vivido en Barcelona. Sabía el entorno como era, la estabilidad que podía tener. Tengo tanta gratitud a la gente de Girona que ahora cuando les veo me alegro mucho por ellos. Me contaron una historia de lo que querían, que parecía una locura pero está pasando. Yo me la creí, y me sentí querido y yo creo que ellos por mi parte también. Me siento orgulloso de haber vivido esa etapa allí y de que mi final fuese allí.

¿El final lo fuiste masticando?

Sí, en Girona empecé a ver un poco que ya era el momento de salir, de pasar a otro plano de mi vida, que no sabía cuál iba a ser. Sí que es verdad que allí en Girona empecé a sacar el título de entrenador de porteros, Quique Cárcel y el cuerpo técnico me permitieron incluso ir a sacarme el carnet de entrenador de porteros a Madrid una vez al mes. Aprendí a procesar ese momento y a ayudar a otras personas. Siempre he querido jugar, pero en Girona sentí que tenía que ponerme a disposición de Bono para transmitirle lo que yo sentía y lo que había vivido y que él lo tuviera a su disposición. Cada vez que le he visto jugar me siento orgulloso de lo que la hace. Irra, el director de la escuela de entrenador, siempre me dice que él se acuerda del partido con Eusebio en el Bernabéu contra el Madrid, que ganamos 1-2, y en el que al final del partido yo estaba todo el tiempo de pie como si fuese el entrenador. Él dice que ahí vio al Gorka entrenador. El cuerpo también fue importante, porque tenía muchos dolores en el hombro y no era capaz de encadenar dos partidos seguidos. Y ya fue un mensaje de que ya bastaba. Cuando alguien piensa en cómo retirarse piensa en ganar un título, pero a mí me llegó con un descenso. Ya tenía tomada la decisión meses antes y aunque no se la dije a nadie, Eusebio, que quizá se imaginaba algo y con ese corazón enorme que tiene, decidió ponerme en su último partido en Vitoria. Pude retirarme jugando a fútbol, que para mí fue también muy importante.

Más allá de tu faceta de entrenador, que ahora te pregunto por ella, hiciste tus pinitos también como comentarista. Te vi en La Cartuja con ETB más nervioso que los jugadores.

Fue bonito tener esa posibilidad de vivir esa experiencia. Además nos tocaron las dos entradas del carnet de socio y mi hija Martina dijo no, no, yo voy a ir seguro. Guardo el recuerdo de tener a mi hija al otro lado, cerca de donde estábamos colocados, con su abuelo. Nervioso estaba muchísimo, la verdad. Porque, joder, sentía que ya tocaba. Que dentro de todo ese proceso del club, que todos los que amamos al club hemos vivido, era el momento.

La felicidad de ver a sus excompañeros como campeones de Copa del Rey.RELEVO

Los capitanes y Valverde repitieron que ese título tenía una parte de los que habéis pasado por el Athletic y no habéis conseguido ganarla. ¿Sientes que eres partes?

Sí, lo hemos empujado todos, sí. Pero… ¿Es mío o lo siento mío? No, es de ellos. Lo han conseguido ellos. (Se emociona) ¿Cómo me siento yo? Me siento muy orgulloso de ellos. Y lo hago desde el corazón. Tener amigos con los que he vivido, como Óscar (De Marcos), como Muni, como Willy (Iñaki Williams)...

El propio Ernesto...

El propio Ernesto, sí. Recuerdo después del partido estar con él y decirme: "Con las que he vivido contigo". Y a mí se me caía el alma al suelo. Cuando me dijo eso, le di un abrazo... Me siento orgulloso y súper feliz por ellos. Verles esa felicidad que tenían allí y tener la posibilidad de verlo en primera línea, poderlos abrazar en ese momento para mí ya es suficiente. Es de ellos. Claro que es un proceso de crecimiento del club, de asentamiento de unas bases para un pensamiento competitivo que conlleva llegar a esa final y que ahora está instaurado en el club, pero en ese proceso ellos son los que lo han culminado. El título es de ellos.

¿Pudiste estar con Iker Muniain y con Óscar de Marcos en La Cartuja?

Sí, les pude dar un abrazo. Recuerdo también el abrazo de Unai (Simón), que vino corriendo y casi me tira. Recuerdo a Willy, ver a su madre cómo estaba allí. Fui un espectador de lujo, de primera línea, que jamás pensé que podría ser. Y ver toda esa alegría, sentirla de tan cerca, me hace sentir feliz y orgulloso de lo que ellos han hecho. Y poder decirles que nos han llenado de alegría para mucho tiempo, ¿no?

Y ahora ya la última. Estás ahora en Gernika como primer entrenador, peleando. ¿Cómo te planteas el futuro? ¿Disfrutas de la profesión?

Como todo en la vida, son etapas y como te he dicho, al final de mi carrera, que no sabía muy bien en qué quería encaminar mi futuro en ese momento. Poder ayudar a todos los chicos que tengo la posibilidad de entrenar a que desarrollen su potencial lo máximo posible, que intentan luchar por ese sueño que tienen, como yo lo tenía cuando era joven, y que aprendan en este camino de la vida. Que el aprendizaje que les dé el fútbol les sirva para la vida, que al final es lo que a mí también el fútbol me ha dado. Entonces, desde esa disposición de ayudar a los demás, yo creo que desde ese propósito, qué mejor manera que hacerlo con lo que he hecho toda mi vida. Y además tengo la posibilidad de hacerlo en uno de los lugares donde más feliz he sido y donde tengo ese sentimiento de deuda, de devolverles todo lo que ellos me dieron.