La leyenda Laguardia: "Sigo enamorado del fútbol pero hay cosas que nunca voy a entender"
Capitán y leyenda del Alavés, el central maño repasa su carrera, explica su decisión de retirarse y analiza un mundo en el que se ha sentido como un extraño en los últimos años.

Víctor Laguardia se despide del fútbol. Con un año de contrato y en el regreso a Primera División, el eterno capitán del Alavés, cuarto jugador con más partidos de su historia, ha dado un paso al costado y se ha retirado de un mundo del que sigue enamorado pero al que le ha costado adaptarse en los últimos años. Habla con cierta nostalgia, pero con la convicción de haber tomado una buena decisión. Quizá porque el final llegó en el mejor momento, tras ascender agónicamente en el mismo campo que los vitorianos descendieron un año antes y, sobre todo, por tener, en su mente y para siempre, una imagen histórica. "Cuando estábamos celebrando el ascenso en el balcón miré a mi hijo y pensé que cuando me pregunte de mayor cómo fue, le podré enseñar esa foto".
"Dejar al Alavés en Primera División era más que un sueño, era una obsesión", reconoce durante la charla con Relevo, sentado en pleno estadio de Mendizorroza, junto al túnel de vestuarios por el que salió al terreno de juego cientos de veces. Hay ciertas cosas que aún le transportan a la etapa que acaba de cerrar, como "una disputa en un juego aéreo" durante un entreno de los babazorros, pero pronto vuelve "al camino correcto", dice, de "saber que ha habido muchas cosas detrás de una decisión tan difícil como es dejar de jugar a fútbol".
Hay varias razones para poner punto y final a una carrera futbolística a los 33 años, con 14 temporadas a sus espaldas, más de 400 partidos profesionales, dos ascensos, haber jugado un Mundial Sub-20 y rozar un título de Copa del Rey. Las vamos a recorrer en una charla con reflexiones sinceras, personales y crudas, también, pero sobre todo con un aprendizaje y una visión positiva que le definen. La primera: emocional. El peso de representar a una ciudad que le acogió desde el primer día y que hoy siente como suya, casado con una vitoriana y con un hijo vasco. "El ascenso ha sido una gran liberación a nivel personal y emocional. Un punto de inflexión. Si no hubiéramos ascendido este año creo que hubiera vuelto a intentarlo, pero el haberlo conseguido me permitió sacarme esa espina".
"El ascenso ha sido una gran liberación a nivel personal y emocional. Un punto de inflexión"
Se refiere al descenso, después de seis temporadas consecutivas en la élite, récord absoluto en la historia de la entidad vitoriana. Como capitán, líder y referente de aquel vestuario, recuerda muy malos momentos estos últimos años. "Los malos resultados conllevan cambios de entrenadores, que el grupo no esté tan unido… puede parecer desde fuera que incluso el grupo no quería o que al grupo le daba igual descender. Esos comentarios y ese tipo de especulaciones al jugador, que aparte de ser humano tiene familia y sentimientos, le hacen daño. Considero al Alavés mi casa y todo eso me hizo mucho daño a nivel emocional. Tenía esa espina de aquel descenso y me la tenía que sacar. Haberlo conseguido, en el mismo campo y de esa forma, es una gran liberación".
Durante esta temporada, en la que Víctor comenzó en noviembre por problemas de fair-play y no ha tenido muchos minutos, hubo muchas conversaciones con su mujer, su padre, cercano en toda su carrera, amigos… "En esas situaciones el único que me veía fuera era yo. Todo el resto de familiares y amigos, y algún compañero también, todos me han visto dentro en todo momento". Se refiere a la posibilidad de seguir jugando. Si él se sentía "fuera" era por un dolor, más allá del emocional. Así llegamos a la segunda razón: el físico. Víctor ha padecido tres lesiones de ligamento cruzado, una de menisco y una dolencia crónica en una rodilla derecha maltrecha, que ha marcado cada momento de su carrera y que el Doctor Cugat recomendó operar hace tres temporadas.
Protagonista de su vida deportiva desde los inicios, cuando tuvo dos lesiones seguidas, y hasta un último año en el que en "cada frenada y cada acción explosiva sentía como si tuviera un cuchillo" en la articulación de su pierna derecha, tatuada por completo y con síntomas de una carrera dura. "Te da muchas cosas. Te da aprendizaje, te da espíritu de superación, te da trabajo… un trabajo que antes no veía. Esas cosas y esas lesiones me obligaron a verlo y en algún sentido cambió mi manera de ver la profesión y el fútbol", cuenta.
Tiene claro que "por suerte o por desgracia" su carrera ha estado marcada por las lesiones. Desde su debut en el club de su ciudad natal, Zaragoza, hasta el Alavés, con el que ha conseguido dos ascensos históricos. Mira atrás y respira antes de hablar de sus problemas físicos. Sobre todo las dos roturas de ligamento cruzado que sufrió en el comienzo de su vida futbolística profesional. "Yo tenía 19 años y me encontré de repente jugando en el Mundial Sub-20, debutando con la Selección Sub-21, debutando en Primera División en el equipo donde nací, en el equipo de mi vida. Y de repente, de la noche a la mañana, te pega la vida un buen tortazo", recuerda.
"Yo tenía 19 años y me encontré jugando un Mundial Sub-20, debutando en la Sub-21 y Primera División... Y de repente te pega la vida un buen tortazo"
Ahí comienza a cimentarse una personalidad que desprende por los poros. Una visión positiva de cada tropiezo. "No es fácil de gestionar. Tuve momentos difíciles, fueron 17 meses de baja, hasta el punto de pensar, de decir, ostras, no sé si voy a superar esto. Esas dudas surgen, pero la parte positiva, porque siempre me gusta ver la parte positiva, es que me ha dado también un nivel de trabajo que hasta ese día no conocía. Me abrió mucho los ojos a muchos aspectos y me dio un espíritu de superación tremendo".

No quiere una entrevista de lamentos o de desconsuelo por sufrir cuatro lesiones en la misma rodilla. "Joder, si me quejo yo de la carrera y la vida que he tenido"... En este sentido, solo hay algo que le 'duele'. Una pena que le dejó otra lesión. Sucedida en 2017, en su mejor temporada con el Alavés, a pocas semanas de disputar la final de la Copa del Rey ante el Barça. Otra vez la misma rodilla que hace ocho años.
Visitó al doctor Cugat, estudiaron la situación y creyeron que había alguna opción, ya que el ligamento 'solo' estaba parcialmente roto. "Lo intenté, hicimos un trabajo de fortalecimiento hasta por la noche. Empecé a entrenar con el equipo la misma semana de la final y la primera acción, calentando, en un giro, ya se me va la rodilla. Ese proceso fue duro". Otra vez. Levantarse y aprender. Física y emocionalmente, por la ilusión de haber creído que podía llegar. "Creo que es el único debe que me guardo a día de hoy que me he retirado, el único pero y lo único que me dejo dentro", admite. Con su padre incluso siguió hablando hasta esta última temporada de que el fútbol le debía una. Pero no llegó.
La decisión de dejarlo
"Siendo honesto conmigo mismo, la rodilla ya no me permite competir ni rendir al máximo nivel y la Primera División es una vuelta más", reconoce sin tapujos. Y narra el dolor que sentía. "Sin menisco, el cartílago se va desgastando y llega un momento que los huesos chocan. Puedo hacer vida normal con limitaciones, pero cada frenada y cada acción explosiva te va pinchando como si tuvieras un cuchillo. Vas medicándote para que te duela menos, pero llega un momento que la medicación tampoco hace efecto. Amas tanto la profesión y el fútbol que aceptas que si no puedes hacer algo con tu hijo en el parque, pues no lo haces, lo hace mi mujer".
Esta situación, junto al peso emocional de los malos momentos, le llevó a un lugar desconocido hasta ahora. El de plantearse la retirada, un tema "tabú" en el fútbol. "Desde fuera puede parecer un fracaso retirarte con 33 años, pero he tenido tantas vivencias y el cariño y respeto de un club como el Deportivo Alavés...". Hasta llegar a un punto álgido en el que reflexionar.
¿Hay un momento exacto en el que decides dejarlo?
"Volviendo del Ciudad de Levante hacia Vitoria en el avión ya voy pensándolo porque era tal emoción y tal alegría lo que viví, lo que vivimos en aquel avión, en aquel día, que ya venía pensándolo. Y luego en la fiesta del ascenso subí con mi hijo y di un pequeño discurso y un cántico que frecuenta la afición del Alavés. Y ahí dije, ostras, poder retirarme con esta foto, con toda la plaza de la Virgen Blanca llena de la afición del Deportivo Alavés coreando mi nombre… ese fue el momento que un poco miré a mi hijo y dije, cuando sea mayor y me pregunte cómo fue, le enseñaré esa foto y le diré que así fue".
No es casualidad que se haya convertido en un referente de un club como el Glorioso, que idolatra a quienes se dejan la piel por su club. Por su escudo. Le despidieron con una carta emotiva al nivel de su leyenda, dio el pregón de las últimas fiestas patronales y recibió un cariño "muchas veces desmedido" del club y la ciudad. "Me faltará tiempo para devolverle todo el cariño, todo el respeto y toda la confianza que me han mostrado durante todos estos años", dice. "Cuando eres niño sueñas con poder vivir lo que he vivido yo en el Deportivo Alavés. Es uno de los grandes regalos, más allá de partidos buenos o tremendamente malos, a nivel humano, lo que es real, es esto".
Un fútbol moderno al que se no se adapta
Víctor Laguardia, nacido en 1989, pertenece a esa última generación que creció jugando al fútbol en campos de tierra, embarrados, sin redes sociales. Una generación bisagra que ha vivido los dos mundos. Él tenía a Carles Puyol y a Fabián Ayala como grandes referentes a los que seguía. Con el segundo tuvo la suerte de compartir vestuario y poder hoy considerarle un "segundo padre", aunque cuando cuenta cómo conoció al argentino sorprende el cariño que aún hoy le tiene. "Me lo hizo duro, pero me regaló mucho aprendizaje".
"Hablaba con mi padre y le decía, 'ostras, Fabián no me habla, en cada entrenamiento me da unas patadas terribles y luego no me dice 'oye, perdón'. Me estaba siempre corrigiendo y mi padre me hizo entender que me estaba enseñando. Yo era un adolescente, con mi mente más alocada, más inmadura y él me quería de alguna manera hacer ver que esto no era un juego, que era un deporte y que todo era más profesional de lo que yo veía". Le corregía si corría con el coche, si sacaba el móvil en el vestuario, si se quejaba de cansancio en los entrenamientos...
Lo mismo que ahora intentaba hacer Víctor, aunque cree que en el fútbol actual es mucho más complicado. "El fútbol es un fiel reflejo de lo que es la sociedad hoy en día. Ya no se tiene esa figura de jerarquía y autoritaria. Los chicos hacían más caso a los consejos y hoy en día son más rebeldes, tienen más autonomía y son más independientes".

"Me he ido adaptando a los nuevos tiempos... mal", admite. Una realidad en la que se explaya, donde se siente que hay una cierta molestia y que deja varias reflexiones interesantes que le definen. "Hoy en día los representantes presionan y firman que a los dos años ese chico esté haciendo la pretemporada pese a no haber hecho años buenos ni méritos. Tiene que ser todo ya. A corto plazo, rápido, no hay paciencia, no hay tiempo para todo. Los chavales jóvenes es ya, soy jugador ya, llevo un neceser de no sé cuánto dinero ya, quiero el mejor coche ya...".
El móvil, las redes sociales y las cámaras han sido también claves en estos últimos años de carrera. Víctor no consigue adaptarse al fútbol moderno y a unos tiempos en los que han cambiado demasiadas cosas. Incluso dice que le ha costado "varias discusiones con los jefes de prensa" por 'invadir' zonas sagradas para él como son los vestuarios. El uso que hacen muchos compañeros de las redes también le genera incomprensión. Víctor no tiene ni siquiera Facebook, alejado de los mensajes públicos y más centrado "en una llamada o una quedada para tomar un café".
Su visión de las redes sociales
"Hubo un momento que llego a dudar. Hace años hablé con mi agente, que es Gustavo Cañizares, de Bahía. 'Gustavo, si yo no hago esto me voy a quedar apartado de lo que ve la afición'. Porque yo veía que un compañero está mostrando que él está trabajando y la gente está viendo que él está trabajando. Y mira cómo trabaja, qué profesional es, y parece que el que no lo muestra no está trabajando, y estoy trabajando igual o más que él. Hubo un momento que dije, tengo que hacerlo, si no estoy en redes me voy a quedar fuera. Pero Gustavo me dijo que no, que tenía ser como soy. Y mira, a día de hoy, no he necesitado todo eso para tener el cariño y el respeto de la gente. Es otra cosa de la que estoy orgulloso porque no he necesitado publicitarme ni mostrarme en redes".
"Veo gente que está felicitando el cumpleaños a un compañero por medio de redes sociales para que sea público y no está escribiendo un mensaje privado o no está llamando para felicitarte. Son cosas… El otro día, Matos, el chico del Burgos que lesionó a Giuliano, puso un mensaje en redes sociales pidiendo perdón. Y luego hablo con Giuliano, le pregunto si le ha escrito o llamado y me dice que no. A día de hoy no lo sé, pero cuando pasó no le había escrito y ya había puesto el mensaje en Instagram. Son cosas que aunque intente entender, jamás voy a entender".
¿Cómo te has adaptado?
"Me ha costado, me ha costado adaptarme a las redes sociales. Me acuerdo que el jugador de la Roma mítico, Daniele De Rossi, hizo unas declaraciones que decía que no podía con los chavales jóvenes y las redes sociales, porque entran al vestuario y ya están grabando las cosas dentro del vestuario, están grabando el campo donde van a jugar. Y decía que les daba con un bate en la cabeza. Yo creo que somos gente que venimos de otro tipo de vivencias y otro tipo de modo de vivir, y nos cuesta un poco adaptarnos, aunque lo estoy intentando. El vestuario muchas veces es sagrado y a día de hoy ya se graba todo, creo que es parte del show que hoy conforma el fútbol, que a nivel económico para los clubes es muy importante y para las televisiones. A mí siempre me ha gustado lo que era antes, con un poco más de hermetismo y esa privacidad. Así intento vivir mi vida personal, pero la vida de club es difícil y me ha costado conflictos con los jefes de prensa y desde el respeto intentamos buscar un término medio para esas situaciones".
Durante toda la charla hablas con mucho cariño del fútbol, pero, ¿sigues enamorado?
Sigo enamorado del fútbol, pero es verdad, como te he dicho antes que ha cambiado. Ahora lo están llevando más a la parte comercial, a enseñar cosas que antes no existían y creo que el fútbol de antes era más puro. La entrada del VAR tampoco me hizo a mí especial ilusión. Es verdad que yo jugaba mucho al contacto, que el VAR un poco te limita en muchos aspectos, y ya el fútbol ese de la calle, de fútbol callejero, de artimañas, se ha perdido. A mí eso me ha gustado siempre, es verdad que el 80% de la gente no me entenderá, y seguro que incluso no están de acuerdo conmigo y quieren un fútbol más sano, más limpio, pero a mí me ha gustado. Hoy en día sigo viendo partidos de hace años y me encanta. Sigo siendo un enamorado del fútbol, con otros matices a los cuales me voy a tener que ir adaptando".
Y ahora... soñar con «ayudar» al Alavés
Pese a esa incomodidad con una parte del fútbol actual, Laguardia sigue queriendo formar parte de él. Tiene demasiado cariño al Deportivo Alavés como para alejarse. Tras su retirada, ha pasado a formar parte de la estructura deportiva, encargado de ser un nexo de unión entre los despachos y el verde, entre el vestuario y el staff técnico. Por el momento no tiene claro qué busca, más allá de "hacer feliz a toda la gente que nos sigue". "Para mí eso será un sueño y será el objetivo que tengo a día de hoy". Vitoria seguirá siendo su casa y quién sabe, quizá esa segunda final que no pudo disfrutar como futbolista pueda conseguirla en esta nueva vida en el club de su vida.