"Laporta va a petar"
Amigos y trabajadores del Barça reconocen a Relevo su preocupación por el estado físico del presidente.

El día que el Manchester City arrasó al Real Madrid en el partido de vuelta de las semifinales de la Champions League, en el programa Que t'hi jugues de Radio Barcelona entrevistaron a Jaume Roures. Sique Rodríguez, director y presentador del programa, preguntó al presidente de Mediapro, que avaló económicamente a Joan Laporta ante LaLiga para que pudiera ser presidente del FC Barcelona: "¿Cómo ves a Laporta?" Se refería a la gestión del club, pero con su sarcasmo habitual Roures comenzó la respuesta diciendo "bueno, aparte de más gordo…".
En verdad, el estado de salud del presidente del Barça es motivo de conversación, pero sobre todo de preocupación entre sus amigos, principalmente, y también entre sus compañeros de junta, los trabajadores del club y seguramente, entre muchos de los socios y aficionados de la entidad que le han visto subir de peso de manera imparable desde que accedió a la presidencia.
Lluís Carrasco, jefe de campaña de la candidatura de Laporta camino de las urnas, el ideólogo de la pancarta colgada frente al Bernabéu, la de "ganas de volver a veros", le puso a dieta durante aquellos ajetreados días y, obediente, el hombre que en el 2003 lideró el cambio en la historia del barcelonismo, llegó hecho un pincel a las urnas. Ganó las elecciones y se dejó ir. Ahora, resulta irreconocible. Pero más allá de su imagen, lo que preocupa es su estado de salud. "Va a petar", es una de las coletillas que preside las conversaciones cada vez que alguno de sus muchos amigos, cada vez que alguien de los que aprecian a Laporta sacan a relucir el tema en alguna tertulia referente al presidente.
Lo curioso del caso es que la dietista del primer equipo, la reputadísima Silvia Tremoleda, es la esposa de Xavier Sala i Martín, uno de los mejores amigos de Laporta. "Jan, pero ¿tú no has hablado con ella?", le preguntó no hace mucho un amigo común, evidentemente consciente de que el sobrepeso del presi no era nada bueno. "Sí, y ella lo intenta, pero no le hago ni caso y me ha dejado por imposible", fue la respuesta del mandamás azulgrana. "Es cierto, lo he intentado todo, pero ni caso. Y estoy asustada", reconoció Silvia en una conversación informal con el mismo interlocutor. Ella está asustada y muchos como ella, porque el problema ya no es que sus parámetros analíticos adviertan de la evidente posibilidad de un colapso que le lleve a un paro cardiaco. "Eso sería un mal menor, lo que nos asusta es un ictus", admiten en el entorno presidencial, tal es el grado de preocupación.
Y es que su conducta alimentaria es compulsiva. Las anécdotas pueden resultar divertidas si fueran ocasionales, pero no lo son. Por ejemplo el día que, reunido con un futbolista del primer equipo y su esposa, lo más cercano a una modelo en el vestuario del primer equipo, para celebrar la firma de su renovación, se zampó el postre de la señora mientras le advertía de que estaba seguro de que ella no se lo comería: "Vosotras sabéis guardar la línea, no como yo".
O como ocurrió durante la visita del Barça a Girona, el club presidido por Delfí Geli, que agasajó a la directiva azulgrana, como suele hacer con sus invitados, con una muestra de las bondades culinarias de la tierra en el Castell de Sant Gregori, localidad cercana a la capital gerundense. La comida fue suculenta, como para saciar a un león. Laporta no perdonó un plato. Incluso repitió de postres. "Comió a dos carrillos", recuerda uno de los presentes. Hubo quien, en confianza, le avisó. "¡Pero Jan!, ¿no te estás pasando?". Y él respondió: "No puc, no puc, m'ho menjo tot, els nervis" ("no puedo, no puedo, me lo como todo, los nervios"), fue la respuesta del presidente.
"Lo fuerte es que media hora después de la comida, llegamos al campo, donde siempre ofrecemos en el antepalco unos dulces de bienvenida. Y no perdonó, volvió a comer. Y en el descanso, otra vez, atacó a los canapés. Y al final del partido, de manera compulsiva, le hincó el diente a bocadillitos de jamón".
Hablan los profesionales
Psicólogos consultados por Relevo, que conocen al presidente y han trabajado vinculados con el Barça, y deportistas de alto nivel conocen lo que es el hambre emocional. Se trata de un tipo de ansiedad que lleva al enfermo a situaciones de consumo que pueden derivar en el consumo tóxico autodestructivo, en ocasiones, como parece ser el caso de Laporta, por el abuso de comida de manera descontrolada.
"El enfermo come sin hambre por problemas personales que no sabe gestionar. Normalmente suele ocurrir cuando se sufre estrés, ansiedad, tristeza o angustia. Se come para llenar el vacío". El especialista ha visto casos de tenistas becados por academias en Estados Unidos que sufren problemas de adaptación por exceso de exigencia que al año regresan pesando diez kilos más. El caso de Laporta parece tener condicionantes propios de quien sufre angustia y estrés y come para combatir la angustia y llenar un vacío propio del que se siente solo.
"Lo hemos intentado casi todo, pero no tiene freno", admiten personas muy cercanas al presidente, verdaderamente preocupadas. Una de las más cercanas resulta ser su chófer, a quien hace más de año y medio detectaron en unos análisis rutinarios parámetros un tanto alarmantes. Se tuvo que poner a dieta. Para él resultó un suplicio comer con el presidente, cosa que debe hacer a menudo. Pero bajó de peso, mientras Laporta no se privaba de nada.
Lo cierto es que ha tenido que cambiar su fondo de armario desde que llegó a la presidencia. Y mientras trata de cuadrar números para poder fichar, para poder darle a Xavi una plantilla competitiva que no tiene, angustiado por cómo solucionar las deprimentes cuentas del club, Laporta sigue comiendo. Y sus amigos, cuando le ven, se miran y se desesperan porque se temen lo peor. Y, asustados, se dicen unos a otros: "Va a petar, es que petará".