El Barça da un supermanotazo al Madrid que no olvidará

El Barcelona arrolló al Real Madrid. La expulsión de Szczesny, después del 1-5, privó a los blaugrana de escribir un marcador histórico. Durante muchos minutos, el Barça convirtió a los blancos en un equipo totalmente hueco, incapaz de reaccionar a posesiones que les esterilizaron y acabaron por hundirles gol a gol. El Barcelona viajó a octubre, volvió a evidenciar que es el único equipo del planeta al que teme el Madrid.

Entre el pánico blanco, Lamine Yamal explicó que ve en los grandes escenarios el parque en el que creció. Le rodeó un Raphinha que no dejó de correr y un Lewandowski que volvió a marcar. Por detrás, Marc Casadó, Pedri y Gavi insistieron en descoser al Madrid, siempre con las líneas separadas y un compromiso defensivo cuestionable. El Barça de Flick, aun con diez hombres, apenas se incomodó. El alemán levanta el primer título como culer.

Aunque el inicio fue mentiroso. Bastaron cinco minutos para que se dibujara el guion que todos imaginaban, aunque pronto cambiaría. El Barça mimó el balón y tuvo dos buenas ocasiones, en la zurda de Lamine y la cabeza de Raphinha. El tiempo se congeló en una pérdida de Marc Casadó. Vinicius y Mbappé iniciaron una carrera de 70 metros que el francés resolvió sin necesidad de apoyarse en el brasileño, con un Balde muy tierno delante. Kylian volvió a reconciliarse con el que fue. No le dejó cicatriz al Barça, Raphinha tuvo el empate en un tiro cruzado.

En una segunda carrera, Mbappé se lastimó el tobillo y más adelante tuvo que ser atendido. Los médicos atendieron al francés sobre el terreno de juego y no fuera. Raphinha, empeñado en ser capitán dentro y fuera de la cancha, se llevó la bolsa de los preparadores blancos a la zona de banquillos. El 1-0 no afectó emocionalmente al Barça. En una buena combinación, Lamine comenzó una conducción messiánica hasta que se encontró delante a Courtois. Y donde muchos se derrumban, el delantero catalán soltó una caricia a la base del palo. El de Rocafonda sigue ensayando el futuro en un presente perpetuo, un presente en el que es uno de los futbolistas más determinantes del planeta. Hay goles de Messi que recuerdan a los de Lamine.

En una de esas ironías del fútbol, Iñigo Martínez se lesionó -perdieron los blaugrana a uno de sus pilares- y tuvo que entrar a Araujo. Acababa de cambiar el partido y posiblemente también la agenda de Deco. El Madrid se limitó a esperar el error del Barça para correr, mientras Lamine se limitaba a disfrutar, con Fede Valverde y Camavinga. En un gesto imprudente, el francés le hizo una plancha a Gavi y Gil Manzano, tras consultarlo con el VAR, señaló penalti. No falló Lewandowski desde los once metros. El control del Barça era absoluto y en un pase largo, infinito, de Koundé, Raphinha remató de cabeza al fondo de la red. El Madrid, tras asustar con el gol de Mbappé, se quedó mudo.

Los blancos palidecieron todavía más al filo del descanso. El Barça había insistido en demostrar a los de Ancelotti que sin el compromiso colectivo en defensa podía bailarle como quisiera. También al contragolpe. En una carrera, Raphinha le cedió el balón a Balde y el lateral volvió a batir a Courtois. La primera parte blaugrana rozó lo catedralicio. Convirtió al Madrid en un juguete y dejó la promesa de continuar haciéndolo en el segundo tiempo. Ancelotti, al descanso, optó por intentar vertebrar al equipo dando entrado a Ceballos.

A los dos minutos, Rodrygo mandó un cohete al palo. En una construcción desde atrás, el Barça acabó encontrando a Raphinha solo. Otra vez, el brasileño se encontraba corriendo hacia Courtois. Recortó a Tchouameni con maestría, que volvió a salir en la foto, y firmó la manita cuando todavía quedaba una eternidad. Lo que parecía convertirse en una sobremesa blaugrana, se quebró con una salida tardía de Szczesny que desembocó en una roja provocada por Mbappé. Por delante, más de media hora.

En la falta, lanzada desde la frontal por Rodrygo de manera magistral, a Iñaki Peña se le dobló la mano y el Madrid convirtió el 2-5. Lo que podría haber sido una goleada histórica pasaba a ser un hilo de esperanza para los blancos. Los catalanes protestaron un pisotón de Vinicius al tobillo de Koundé que hubiera supuesto la segunda amarilla. Ancelotti, que metió a Modric y Brahim, tenía a dos los protagonistas, pero le faltaba argumento. El Barcelona no se inmutó. Solo Mbappé mantuvo la dignidad. No tembló, en un ejercicio de seguridad defensiva y madurez que acabó en sobresaliente. Y en el estreno de las vitrinas blaugrana de Flick.