La espinita clavada de Marcos, leyenda del Mallorca y amigo de Maradona en el Sevilla: "Es la primera vez que lo reconozco, nunca me gustó jugar de pivote"
El centrocampista confiesa en Relevo las dificultades de su amplia carrera deportiva que compartió entre Palma y Nervión.

Seis temporadas en el Sevilla y toda una vida en el Mallorca presentan a Marcos Martín de la Fuente (Palma, 1968), un centrocampista que despuntó en el fútbol de los 80', se consolidó en los 90' y vivió la gloria con el equipo de su tierra en el inicio del siglo XXI, cuando alzó esa Copa del Rey en Elche en 2003 después de que también hubiera vivido aquella final de 1991 en el Vicente Calderón. "Ese Mallorca ya tenía otra madurez y otro poso", recuerda para Relevo en una entrevista telefónica justo antes de ese enfrentamiento entre los dos equipos que marcaron su carrera deportiva.
Fue Marcos un centrocampista de los que demanda un entrenador, con carácter y competitivo. Así lo vieron Víctor Espárrago, Carlos Bilardo o Luis Aragonés, tres de los entrenadores que lo dirigieron en Nervión, y que readaptaron a Marcos a un posicionamiento más defensivo. "Nunca me gustó, es la primera vez que lo reconozco públicamente", dice el balear sobre ese cambio de ubicación que empezó con el entrenador uruguayo y que continuaría después con el argentino y el mítico Sabio de Hortaleza.
Educado y criado futbolísticamente en el CIDE, en el que incluso hizo sus pinitos como entrenador con apenas 15 años, Marcos recibió hace unos días el homenaje de esa escuela en la que se desarrolló como persona junto a otros como Chichi Soler o Pedro del Campo, con quien precisamente desembarcaría en el Sevilla en 1991. "Tuve la suerte de que se acordaran de mí. Aquella fue una etapa muy diferente a la del profesionalismo, pero muy gratificante", dice Marcos, que cursó estudios hasta COU justo antes de empezar en las categorías inferiores del Mallorca y ese salto hacia el primer equipo. Luego llegaría su etapa como director del fútbol formativo bermellón e incluso una etapa como segundo entrenador en el Mérida.
¿Todavía emocionado con ese homenaje con el que te recordaron en tu escuela?
Llegué allí con dos años, académica y futbolísticamente empecé y acabé en el mismo sitio. Quizás con un poco más de éxito en el aspecto futbolístico, porque me incorporé a los entrenamientos con el Mallorca cuando acabé el antiguo COU. Fue un homenaje muy emotivo. Es una etapa también muy bonita, donde vas creciendo, donde vas desarrollando futbolísticamente y donde te vas encontrando con compañeros y amigos. Es una etapa muy diferente a la del profesionalismo, pero también de otra manera muy gratificante. Y tuve la suerte de que se acordaron de mí. La nueva directiva está empezando a hacer homenajes y a tener en cuenta el pasado del club.
Allí tengo entendido que también hiciste de entrenador...
Era muy diferente en aquel tiempo y quizá hoy ya no se estila tanto, pero yo tendría 15 años y era entrenador de un equipo de futbito, como lo llamábamos entonces. Con niños que empezaban, de ocho y nueve años. Durante esos años y hasta que acabé juveniles compaginaba un poco, entrenaba un par de veces a los niños y luego el día del partido. Me gustaba y me lo tomaba bien. Quizá de eso me quedó siempre un poquitín ahí la ilusión de poder un día organizar algo parecido y de seguir trabajando en la formación y desarrollo de los chicos.
En el campo también te comportabas casi como la prolongación de un entrenador. ¿Nunca te has visto en un banquillo?
No, yo creo que primero era el carácter. Nunca he dado el paso. Porque uno nunca sabe, aunque ya a mi edad se echa un poco tarde empezar. No tuve o no he tenido todavía, no he recibido esa llamada del entrenador. Debo reconocer que no siento esa pasión. Seguro que los demás sí sienten ese deseo de ponerse al mando. Yo quizá no lo he tenido tanto en los banquillos. Sí tuve la fortuna, como te dije, en el de la formación y fue satisfactorio. Lo que pasa es que ya tuve la experiencia y después no he continuado por diversas circunstancias personales. Hay veces que cuando vas teniendo una edad, tus necesidades, tus ilusiones y tus expectativas van cambiando.

En tu carrera tuviste a entrenadores de mucho carácter... ¿Te dejaron esa huella?
Tenía un entrenador en alevín que me marcó mucho en el sentido de decir que si un chico tiene un determinado talento hay que dejarlo desarrollar. Vas incorporando esas pequeñas cosas. Luego cuando llegué a juvenil tuve a Biel Timoner, que me dijo que si quería algún día intentar ser profesional, cómo debía trabajar en el día a día. Y eso, quieras o no, también te marca. Indudablemente, luego ya cuando das el salto al profesionalismo, te encuentras entrenadores como Bilardo, que claro que te marcan. Es un entrenador campeón del mundo. O Luis Aragonés, que es un entrenador posiblemente uno de los más prestigiosos en la historia del fútbol español, y que tuvo los mismos éxitos en el día a día de los equipos que luego con la Selección, algo que pocos han conseguido.
Del CIDE pasaste al filial del Mallorca y rápidamente al primer equipo.
En honor a la verdad, el primero que me pone a entrenar con el Mallorca es Lorenzo Serra Ferrer, pero el que me hace debutar sí que fue Lucien Muller. Fue en primer año después de llegar al colegio y durante esa primera temporada debuto con el Mallorca. Fue una bonita experiencia. Quizá era en otros tiempos, donde todavía te estoy hablando de hace... De 86, sí. Yo empiezo a entrenar con el Mallorca en el 86-87. Estamos hablando de hace 38 años y era todavía diferente. Era un tiempo en el que los jóvenes subíamos con mucho sigilo y discreción. Había unos ciertos códigos que era un poco diferente a lo que después he vivido.
¿Qué veteranos te hicieron de guía entonces?
Por ejemplo, guardo muy buen recuerdo del Tronquito Magdaleno. Era un jugador con personalidad y buen compañero. También estaba Paco Bonet, que había sido un jugador del Mallorca, luego ya se fue al Elche y de allí al Real Madrid. Era un jugador increíble, impresionante y con personalidad. Estaban saliendo Paquete Higuera, Orejuela... Yo veía los partidos de los domingos del Mallorca y para mí ellos eran referencias. Y cuando llegas a ese vestuario lo haces con mucha humildad, intentando hacer las cosas bien, pero sabiendo perfectamente cuál es tu sitio. Fue de los 18 a los 22 años y luego es cuando me voy al Sevilla, precisamente con Pedro del Campo, que habíamos sido compañeros en el CIDE desde los 11-12 años. Vidal, Chichi Soler, Del Campo, Trujillo... Todos habías pertenecido al CIDE y luego estuvimos en la plantilla que fuimos subcampeones de la Copa del Rey. Era lo más alto a lo que había llegado el club, en el año 91, la final contra el Atlético que perdimos en la prórroga. Fue una experiencia bonita y poder compartirla con gente con la que llevabas junta desde el colegio.
"Luego me he arrepentido de irme del Sevilla; honestamente, no fue la mejor decisión que tomé"
De allí pasaste al Sevilla, donde estuviste seis años y dejaste huella...
(Interrumpe). Tenía más años de contrato y podía haber seguido en el Sevilla, al menos algún año más. Hay gente que suele decir, o tiene la capacidad de decir, que no se arrepiente de nada porque no sirve a las cosas. Bueno, a mí sí que me quedó una pequeña... Quizá ahora tiene poco valor decirlo, pero hay que reconocer las cosas. Era un jugador que estaba valorado en el club y, aunque después lo que hice estuvo bien, en ese momento la situación del club era difícil, y no sé por qué, me dio la sensación de que era el momento del cambio. Porque además yo hablé con el club bastante tiempo y pensé que quizá era el momento de dar un cambio en la vida profesional. Y yo después sí que me he arrepentido. Porque podía haber estado allí. Tenía contrato y podía haber estado unos años. Y Sevilla siempre es el Sevilla. Y me dio muchas cosas buenas. Quizá honestamente no fue la mejor decisión que tomé. Evidentemente uno lo asume, y después he tenido muy buenos momentos en el Mallorca, pero creo que algunos años más podía haber estado.
En aquel Sevilla te consolidaste como un mediocentro que daba equilibrio. ¿Te influyó ese entrenador que habías llevado dentro?
Lo primero que se produjo en Sevilla fue un cambio muy importante en mi vida futbolística. Yo no había jugado en una posición que Víctor Espárrago me colocó. Eso fue una alegría, pero también un pequeño y mi mayor arrepentimiento. Alegría porque me convertí en un jugador más polivalente y más maduro. Profesionalmente crecí, porque fui capaz de jugar en más posiciones. Pero, sin embargo, también hay veces que en esa posición yo no disfrutaba. O no sentía que esa posición era mía. Lo que hoy se denomina un seis, el pivote defensivo. Él pensaba que el equipo necesitaba algo en esa posición y creía que el que lo podía hacer era yo. Y yo nunca había jugado en esa posición. Yo siempre jugaba con una cierta tendencia de centrocampista con vocación ofensiva.
Y ya te quedaste en esa posición para siempre...
Recuerdo que cuando llegó Bilardo lo primero que me dijo es: 'Sé que a usted no le gusta jugar en esa posición. Pero va a jugar en esa posición. Porque yo he visto los partidos y he hablado con el entrenador anterior'. Ése es el primer recuerdo que me viene a la cabeza con Bilardo. Yo le contesté que no me gustaba, que no quería jugar ahí. Pero nada, él me respondió que me iba a tener que aguantar, que iba a venir un jugador de Argentina, un tal Diego Simeone, y que iba a hacer pareja con él en el centro del campo. "Usted va a tener que ser ese jugador que se ancle ahí para dar equilibrio'. Y después llegó Luis Aragonés y también me dijo lo mismo.

¿Nunca te llegaste a rebelar?
Yo le dije a Luis que estaba dispuesto a empezar en el banquillo, que me daba igual, porque no quería jugar en esa posición, nunca me gustó. Y es quizá la primera vez que lo reconozco tan abiertamente en una entrevista. Nunca me gustó. Y es una de las cosas que todavía hoy, como te he dicho antes, me arrepiento. ¿Me convirtió en un mejor jugador? Posiblemente. ¿Más polivalente? Posiblemente. ¿Maduré? Mucho. Sobre todo tuve que madurar en levantarme todos los días y pensar... Es igual que si a ti, por ejemplo, lo que te gusta es hacer entrevistas y un día te dan una cámara de fotos o una cámara de vídeo para grabar. Y tú dices que lo que te gusta es hacer entrevistas, pero el jefe te dice que te ve grabando. Tú dirías, vale, voy a aprender a grabar y aprenderé muchas cosas, pero dejas otras atrás. Lo reconozco, lo que más fuerte me hizo fue eso, pensar que cada día, de alguna manera, estaba sacrificándome. Tenía que ser fuerte y lo hacía por una causa, que, evidentemente, es lo más importante, porque cuando tú fichas por un club es más importante que tú. Ni más ni menos, es así.
Ahí salía ese carácter competidor que siempre has tenido.
Hay pequeñas señales cuando todavía estás en formación, en desarrollo, que te hacen ir por un sitio o por otro, pero al final te conviertes en un competidor. Yo muchas veces he dicho que... No he vuelto a jugar a fútbol. Sólo lo he hecho cuando me lo han pedido personas muy cercanas para algo puntual. Pero no he querido volver a jugar, no le he encontrado un aliciente. Cuando juegas a fútbol profesional es otra cosa, un poco con mi experiencia, que no debe ser la única. A mí lo que me gustaba era competir, no tanto el fútbol, sino la competición, te conviertes en un competidor. Creo que les pasa a muchos jugadores, que después de dejar el fútbol ya no juegan tan asiduamente. No encuentran ese aliciente que tenía la competición, de la adrenalina, de esos dos minutos antes de salir al terreno de juego.
¿Se convierte la competición en una adicción?
Una vez escuché, llevado al extremo máximo, a un soldado que decía que la guerra era una droga, y que cuando le falta esa adrenalina de la batalla sentía que le faltaba algo. Pues era algo así más o menos.
"Maradona era una persona muy cercana, en el Sevilla fue un muy buen compañero"
Volviendo a aquel Sevilla... Estuviste rodeado de grandes jugadores como Maradona, Súker, Zamorano, Simeone...
Fueron compañeros muy importantes porque, no sé cómo extrapolarlo a tu profesión, pero yo creo que a cualquier profesional que tenga desde pequeño un ídolo y cuando lo tienes a tu lado es una ilusión tremenda, qué duda cabe.
Te unió una buena relación con Maradona, ¿qué situación recuerdas con más cariño?
Del aspecto futbolístico creo que no hace falta resaltarlo, ahí están los vídeos y su historia, poco puedo aportar yo. Pero sí puedo decir que como compañero era muy, muy buen compañero. Una persona muy cercana. El otro día me contactó una persona para un tema de camisetas de un museo y estuvimos hablando un poco, rememorando alguna anécdota. Dentro de esas recordé una vez que fuimos a Argentina con el Sevilla a jugar unos amistosos en esa época de Maradona. Jugaba Boca Juniors contra River Plate, él había sido todo el año Boca y Boca y yo bromeaba con él diciéndole que River era mejor equipo, que si los resultados... Cuando llegamos al estadio de Boca, él nos regaló una camiseta a cada uno del equipo para que nos la pudiéramos poner en La Bombonera, pero a mí no me la dio y me dijo: 'Para ti tengo una especial'. Entonces, sacó de una bolsa una de River para mí. Además se preocupó de serigrafiarla con una dedicatoria que ponía: 'Marcos, sos un gallina'. Así es como se llama a los aficionados de River. Y me dijo que me la pusiera si era tan valiente. Y yo diciéndole a Diego que quizá no era el momento. Eso es simplemente para que te hagas una idea de lo bueno y cercano que era, que él se ocupó de tener esa camisetas preparadas para todos.
Me decías al principio que te arrepentías de haberte ido del Sevilla... ¿Qué crees que te faltó?
Sí, me hubiese gustado mucho, mucho, ganar algo con el Sevilla. No lo hicimos, pero lo consiguieron después. Me hubiera encantado, lo reconozco. Sí que siento envidia de las generaciones posteriores, no me atreveré a decir que del todo, pero sí, siento un poco de envidia. Pasé muy buenos momentos, tuvimos un buen grupo, éramos unos jóvenes aplicados también. Juan Carlos Unzué, Nacho Conte, Ricardo Bango, Monchu, Chuti Andrades, Monchi, Perico del Campo... Lo pasé bien y estuve muy a gusto durante esos años.
¿Esperabas el recorrido que han tenido algunos como Simeone o Monchi?
En esa etapa vivías más el momento, no te planteabas quién podía ser después entrenador o dónde podía llegar. Yo no hacía ese tipo de análisis, lo reconozco, no sé otros compañeros. No podía vislumbrar si Pepito de los Palotes acabaría así. No jugábamos ni hablábamos de si uno quería ser entrenador o no. Podía ser una ilusión, un proyecto de vida a futuro, pero yo no sabía si Suker podía ser presidente de la Federación Croata, Monchi director deportivo, Simeone entrenador o Martagón el delegado. Eso se va recomponiendo después y te pones en tu sitio.

Después del Sevilla fuiste a Mérida. ¿Cómo viviste ese cambio?
Lo que peor me supo ese año fue el descenso y no haber podido ayudar un poco más. Me lesioné justo al principio de la segunda vuelta, me rompí los ligamentos y el peroné. Durante la primera parte habíamos estado bien, pero luego las cosas se torcieron un poco.
¿Esa lesión fue lo peor de tu carrera?
No lo llamaría así, aunque sí es un poco frustrante por no poder ayudar más. Quizá también aprendí lo que es un largo periodo de inactividad. En ese sentido he sido un privilegiado y he tenido la suerte de no lesionarme mucho. Aprendí a luchar contra un periodo de inactividad, a ser muy disciplinado con los tiempos de recuperación, con el trabajo, el gimnasio... Evidentemente, un futbolista lo que quiere es jugar, pero si no puedes es el momento de ser el mejor profesional posible.
Allí en Mérida coincidiste con Pablo Alfaro, que luego se convirtió en icono del sevillismo.
Sí, un muy buen compañero, hice una muy buena relación con él. Pasamos momentos delicados, por la situación económica, y tuvo un comportamiento muy bueno. Aprendimos mucho de una situación delicada, que nadie buscó pero había que solventar. Fue una experiencia diferente futbolísticamente. Él tenía un carácter muy competitivo, fuerte y no me extrañó nada que se convirtiera en un jugador importante y carismático. Es lo que era. Aunque fuera del campo era muy tranquilo, así como quizás yo tenía un carácter más lineal dentro y fuera, él era el Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Del Mérida volviste al Mallorca y pudiste saborear la gloria con el equipo donde empezaste. ¿Fue una recompensa a tu carrera?
No lo he vivido nunca como una recompensa, como si yo hubiera hecho algo o lo hubiera merecido. Cuando llegas a un sitio intentas trabajar lo mejor posible y aportar humildemente lo que puedes. Y mira, el primer año fue fenomenal, conseguimos una clasificación de Champions y estuvimos peleando el campeonato. Al año siguiente jugamos la Champions, al siguiente fuimos campeones de Copa con el Mallorca, al otro jugamos competición europea.. Son éxitos y logros que son bonitos y profesionalmente es muy atractivo jugar competiciones de alto nivel.
"Luis era menos visceral de lo que parecía y más metódico de lo que se dice; todos los respetaban y asumían su liderazgo"
¿Esperabas cuando firmaste que iban a ser años tan especiales?
Eso de esperar... Uno intenta analizar un poco el siguiente paso que vas a dar en tu carrera y dices, es un buen momento para ir con el Mallorca, pues parece que sí. Ves el equipo, ves el entrenador y parece que sí. Lo de esperar, sabes que es muy… Yo no esperaba demasiadas cosas, sabes que si no vas a por ella, pues posiblemente no las vas a conseguir. Con lo cual, yo ni esperaba ni dejaba de esperar absolutamente nada. Esas cosas hay que ir trabajándolas. Además, tuvimos un poco de mala suerte. Cuando el primer año conseguimos la clasificación para Champions, que hicimos un gran año no sólo de resultados sino que conseguimos un fútbol muy atractivo, el problema es que Luis (Aragonés) se fue al Atlético de Madrid. Ahí se cortó algo que podía haber tenido más continuidad en el Mallorca si hubiera estado al menos un par de años. Luego, en la siguiente etapa, después de otros entrenadores, él llega otra vez en el que era mi cuarto año aquí. Llegó a los diez partidos, porque no estábamos teniendo los resultados que esperábamos, la temporada acabó más o menos bien y él fichó por la Selección, con lo que otra vez no pudimos tener continuidad con él.
¿Era tan especial como decís la mayoría de los jugadores?
Sí, lo era. Yo incluso tuve una relación muy estrecha con él. Después de haber ganado el Europeo, organicé un campus, lo invité y vino. 'Marcos, yo voy a ir allí, le voy a acompañar si usted quiere que vaya'. Vino y estuvo unos días con nosotros. Para mí sí era especial, era una persona que te hablaba claro. Era muy inteligente y quizá menos visceral de lo que parecía. Pensaba las cosas, aunque hay veces que evidentemente no todo se puede pensar o no todo se puede controlar, pero él sí que pensaba las cosas mucho, era mucho más metódico de lo que se dice. También habrá habido jugadores que no estarían tan a gusto con él o que creían que no era tan bueno o lo que sea, pero yo creo que sí que hay un denominador común, que es lo más importante, es que creo que todos lo respetaban y todos asumían su liderazgo como entrenador.
De aquel Mallorca de los '80 al campeón de 2003. ¿Cómo viviste ese crecimiento del club?
El Mallorca ya había sufrido un cambio en los años previos a que llegara yo. El club había crecido mucho y también deportivamente. Por ejemplo, la primera vez que fuimos a la final de Copa en el 91 en el Santiago Bernabéu contra el Atlético de Madrid, cuando saltamos al campo en la grada había un 93% contra un 7%. Cuando nos aplaudían nuestros aficionados rápidamente eran acallados por la inmensa mayoría. El Mallorca desde los '80, que fue trabajo duro y difícil. No tengo el dato exacto, pero el 80% de los partidos del Mallorca en Primera son desde el año 87. A partir de Héctor Cúper empieza a crecer. Llega a una final de Copa, al año siguiente en la Recopa la final contra la Lazio, juega previa de Champions... Ya son logros deportivos que va haciendo. Luego, nosotros cuando ya vencimos al Real Madrid te presentas en la final de otra manera. Fue ante el Recreativo, que la gente puede pensar que no era el rival más duro, pero ese Mallorca ya tenía otra madurez y otro poso. Fue importante poder culminar todo ese proceso de tantos años.
Para terminar, ¿cómo estás viendo a Sevilla y Mallorca este año?
Los dos están en una posición realmente cómoda. El Sevilla al principio empezó algo peor, pero hora parece que se va asentando ese trabajo del entrenador. Desde el primer momento pidió que necesitaba un poco de tiempo para consolidar su idea de fútbol. Con buen criterio sabía que tenía que trabajar mucho. Desde hace una serie de partidos se ve un equipo más sólido, sin tantos altibajos durante un partido o entre diferentes encuentros. Ahora es un equipo que puede ganar a cualquiera y los jugadores han dado pequeños pasados y adquiriendo confianza. Lukebakio ha mejorado mucho y es determinante. Hay que ser realistas, es difícil que vaya a Europa, pero tampoco creo que sea ahora mismo el principal objetivo, sino asentar esa idea de fútbol y poco a poco, crecer. Y el Mallorca no sólo empezó muy bien sino que está haciendo un gran trabajo. No se esperaba quizá al principio, pero el aficionado está contento y cuando se es capaz de aunar resultados y juego, mucho mejor.