Un minuto de orgullo

A menudo, para hablar de la vida nos referimos a la muerte. Así de temerosos y agonías somos. Quizás, para contrarrestar, también es cierto que aludimos a la existencia, propia o ajena, cada vez que hay que afrontar un deceso. De ahí que haya velatorios que, sin quererlo y con buena voluntad, se convierten en verbenas. Con Llaneza es imposible hacer otra cosa que recordar, sonreír entre lágrimas y felicitarnos. Básicamente porque catapultó al club de sus amores desde Regional, enorgulleció a un pueblo al que ya conoce toda Europa y trató a todo el que se le acercó con el cariño que sólo da un abuelo.
Llaneza es, que no era, muy grande. No es casual que en mi último día en el AS (qué sano es citar) no me separé de él a las puertas de la Navidad, y desde el primero en Relevo ya estaba pensando cuándo entrevistarle. Llevo horas repasando aquella larga conversación encorbatada de diciembre. Afortunadamente me pusieron como su escudero en unos premios anuales, por ser cronista del Submarino, y la charla -cariñosa y divertida- resume a la perfección cómo era y cuánto sabe.
Para romper el hielo le recordé cómo lo pasamos en Gdansk, donde alzó la Europa League ante las barbas del United como cabeza de cartel del Villarreal. Roig, cosas del destino, tuvo que volverse a España por el COVID sin entrar al estadio. Aquella imagen que preside este homenaje fue histórica. El único minuto en el que toda la tribuna de prensa dejó de teclear orgullosa para emocionarse. El vicepresidente, en nuestra tertulia, replicó para confesarme un disgusto de antaño que aún no había digerido: "Lo de tu primo [Javier Matilla, que salió de su Villarreal al Betis] es inexplicable. Era uno de mis preferidos". La gala acabó en el bar del Palace, entre anécdotas que ahora se hacen imborrables.
Desde entonces, hubo un mensaje de Madrid hacia Vila-real, cuando todo comenzó a empañarse en febrero, que hoy podría replicarse mientras acude al reencuentro con su mujer: "Todos los amantes del deporte te queremos. Un abrazo grande". Ese día él respondió inmediatamente, como fue haciendo uno por uno, con una llamada socarrona de cariño: "Prefiero hablar, que con esto del WhatsApp soy un desastre". Su entereza me conmovió. Así que quedamos pendientes de hacer un reportaje. Y, de hecho, ya está en marcha. Será sin sus palabras. Pero con las de los demás. Así no se quitará ni una coma de importancia sobre todo lo que ha hecho por el mundo del fútbol, por Vila-real y por un club ejemplar.