Florentino, esta vez la solución no es Bellingham
Hay un tipo de personas a las que admiro con especial devoción y son aquellas que, en su primera noche de vacaciones, no echan de menos su cama. A quien no añora la sábana que le ha arropado en las buenas y en las malas y se abalanza sin remordimientos al primer catre que se le pone en el camino. Yo no puedo. Intento reproducir en el nuevo destino, lo más fielmente posible, el escenario de mi dormitorio, pero es en vano. Lo más duro para mí es la adaptación. Postural y afectiva. Siempre empiezo el descanso con contractura de lumbares y solo acabo entendiéndome con el mobiliario en las últimas horas de las vacaciones. Necesito tiempo. No como Bellingham. No como Ancelotti.
El curso de aclimatación del inglés se distribuirá el próximo mes de septiembre en los kioscos (si aún existen) por fascículos, junto a los coleccionables de tanques de la Segunda Guerra Mundial y las figuras en miniatura de soldados de plomo. Con la diferencia de que lo de Bellingham es un asunto de provecho y de interés general. Hay pocos precedentes que igualen el impacto del británico en sus primeros meses en el Bernabéu. Y los que existen confluyen todos en un mismo punto: sus ganas de comerse el Madrid.
Desde su primer gol de blanco, en San Mamés, vengo sosteniendo que en cada aparición intenta asimilar a alguna leyenda. Comenzó por ponerse la piel de Zidane y bailar mientras imaginábamos la Marsellesa; siguió por mirar con ambición las estadísticas y pedir sitio en la mesa de Cristiano; se lesionó el hombro y juega con protección y dolor como si en cada quiebro quisiera sentir el coraje de Pirri; y ante el Villarreal se sintió Santillana con un cabezazo perfecto, en tiempo y en dibujo, a un balón que le mandó Modric con un pellizco. Jude abrió el marcador y los brazos. 17 goles registra en la temporada para un jugador que no venía a marcarlos. "Algún día dejará de aparecer", dicen mientras sigue apareciendo.
Este domingo, en un Bernabéu techado y con Endrick aprendiendo desde el palco, volvió a a abrir el marcador. Hizo ese primer gol del que Di Stéfano decía que valía por dos. Porque aplaca nervios y da confianza. Rodrygo puede dar fe. Los puntos de Bellingham le han dado aire cuando más ahogado se sentía. Y ya vuela. A Vinicius, ahora lesionado, también le impulsó. Como a Brahim, con quien conectó desde que llegó al Madrid. Incluso a Modric, que ve llanuras en sus desmarques. Sentirse sin grilletes es la clave. "Cuando estoy libre, soy peligroso", aseguró el británico esta semana. Ancelotti ha sabido como nadie quitarle las vallas a su campo.
El entrenador italiano es catedrático en Adaptación. Sólo hay que ver su biografía. Tener de jefes a Berlusconi, Abramovich, Al Khelaifi, De Laurentiis y Florentino, y ganar con todos ellos pese a corrillos, filtraciones y fichajes con calzador le han endurecido la piel y ablandado el cuerpo. No para ser bizcochón sino para no romperse en las duras. Y lo está volviendo a poner en práctica en una temporada que arrancó con nubarrones por el ronroneo de Brasil y sus ojitos ante tanto halago y con las lesiones de gravedad de Courtois y Militao que le rompieron el corazón y los planes. Después fue recibiendo varios golpes (bajas de Vinicius, Alaba, Carvajal, Camavinga, Kepa, Mendy, Tchouameni...) y los fue calmando con cambios de dibujo, modificaciones de discurso y a base de Bellingham, varias respuestas en una, hasta colocar al equipo en lo alto de la tabla y en octavos de la Champions. Un golpe en la mesa encomiable.
Contra el Villarreal volvió a recibir un bofetón. Vio cómo uno de los suyos levantó el pánico en el Bernabéu hasta confirmarlo. Alaba se retiró con todas las miradas puestas en su rodilla izquierda y, al poco, el Madrid informó que se había roto el cruzado. Un drama para el de Reggiolo, en cuadro. En las últimas semanas, y pese a tanta visita a la enfermería, el Real Madrid insistía en que no se iba a acudir al mercado de invierno. Este nuevo contratiempo deja a Carletto sólo con Lucas, Rüdiger, Nacho y Fran García (y una cantera con pocas soluciones que convencen), con un recurso de emergencia a mano como es el de Tchouameni, con la incógnita de cómo volverá Militao en marzo o abril y con el miedo de que la plaga de lesiones no pare en una defensa con demasiado reposo.
Así que todos empezaron el partido mirando a Jude y más de uno, en medio del drama, acabó mirando los centrales de Ocasión para fichar. El primero, Ancelotti, que no cerró la puerta a abrir la ventana de enero aguardando que Florentino tampoco lo haga. A veces cambiar de opinión sirve también para encajar mejor, para no echar de menos la cama. Porque la solución no siempre va a ser Bellingham.