Que todas las noches sean noches de Atlético - Barça... y de Lamine Yamal
Los de Flick le dieron la vuelta a un 2-0 con dos goles de Ferrano, otro de Lewandowski y el 2-3 de Lamine Yamal.
"Qué todas las noches sean noches de boda", cantaba -canta- Joaquín Sabina, reconocido colchonero que ha hecho del Atlético de Madrid su vida, que sabe lo que es sufrir como le ocurrió el miércoles ante el Real Madrid con ese guion final de partido cruel y retorcido, quizás parecido al que les ha tocado vivir a los de Simeone ante el Barcelona este domingo. En una semana los colchoneros han rozado unos cuartos de Champions y han estado con un 2-0 para reengancharse a LaLiga, pero el destino les ha sido macabro como le ocurre habitualmente en las grandes citas, la gracia le es esquiva una vez más en unos minutos que fueron una locura como son habituales contra los de Hansi Flick.
Si en la primera vuelta el Atlético ganó 1-2 con un tanto de Sorloth en el último suspiro y en la ida de semifinales de Copa del Rey los de Simeone igualaron un 4-2 en los últimos compases, le tocó este domingo desperdiciar un 2-0 y perder 2-4 cuando todo hacía indicar que Szczesny perdería su primer partido de 2025 y al Barça se le envenenaría LaLiga, pero no hay imposibles para un equipo azulgrana capaz de levantarse, con una mentalidad de hierro y con un intervencionismo desde el banquillo crucial y que gana partidos: y es el primer equipo que le remonta dos goles al Atlético.
Lamine Yamal, el diablo del Barcelona de principio a fin
Y eso que todo empezó bien para los de Simeone. Después de que en Montjuïc Lamine Yamal le sacara los colores a Galán, Simeone situó esta vez a Reinildo en el lateral izquierdo. A los dos minutos, ya le había marcado al canterano azulgrana, con una entrada a destiempo que rozó la falta y un gesto de "levanta, levanta". Quizás se creyó invencible el mozambiqueño en ese momento, pero apenas le duró un minuto la adrenalina, lo que tardó el zurdo de Rocafonda en dejarlo por los suelos con uno de sus regates. No se conoce la causa, si Lamine aprendió a burlar gracias a sus perros, como él mismo dijo en Dazn esta semana, si fueron sus entrenadores quienes le moldearon o si lo llevaba en la sangre, pero lo cierto es que este adolescente es un diablo, una serpiente de cascabel aunque acumulara 140 días sin marcar en LaLiga.
El Barça se asentó en campo rival al son de un Lamine que tuvo la primera gran ocasión del partido: una pared con Olmo que ajustó tanto en el remate que besó el palo y se escapó fuera. Una cobra en toda regla. A los 36 minutos, el propio brasileño vio la amarilla porque Lamine seguía siendo una pesadilla... aunque controlado, dentro de todo lo que él puede ofrecer, por los rojiblancos.
Aunque nadie quiere ver al Real Madrid, ni en pintura, en el vestuario azulgrana hay un mayor temor al Atlético por su manera de jugar, su capacidad para atacar los espacios, su orden defensivo y esa concentración que les permite jugar los 90 minutos a tope. Que los dos partidos anteriores en Montjuïc se resolvieran en el tramo final no es casualidad. Y eso es lo que les da respeto a los de Flick, que aún no aún sabído jugarle a este Atlético. Ni rastro de Raphinha en la primera mitad, impreciso Olmo, lejos de portería un Lewandowski que lanzó al larguero antes del 1-0, un cenefa de pases que rompieron la línea de fuera de juego del Barcelona, inquebrantable hasta entonces.
Oblak amagó con jugar en corto para atacar al Barça en largo, con un pase a la cabeza de Lino al que no llegó ni Koundé, con Casadó a mitad de camino y Cubarsí dando un pase adelante. El que no dio Íñigo. El balón le llegó a Griezmann, quien giró el juego a un Simeone igual de pícaro que su padre, que estaba más por el suelo que de pie, pero que encontró la lucidez para regalarle el gol a Julián Álvarez cuando el inmatible Szczesny ya se estaba venciendo. El guion era el mejor para el Atlético, el peor para un Barça que afrontaba la segunda mitad consciente de que debía masticar cristales si quería mantener el liderato.
Y así salió el Barcelona, mentalizado de que debía ser más intenso en la presión, más incisivo en los pases y atacar más el área del Atlético. Pero el ejercicio de dominación no dio resultado porque delante había un ilusionista, capaz de escaparse de un baúl cerrado con llave. Y lo hizo al galope de nuevo por el lado derecho, donde de nuevo Koundé y Cubarsí no se coordinaron con Íñigo Martínez, lo que propició que Gallagher corriera al espacio y Sorloth, el sicario de Simeone y del Barça, al que ya le ha metido dos goles, metiera el 2-0. Pedri reclamó una clara mano en la pérdida de la acción de Rodrigo de Paul, pero la jugada se había vuelto a reiniciar. O eso consideraron los colegiados, en el Metropolitano y en el VAR. Simeone había movido ficha quitando a Julián Álvarez, y el gol lo fabricaron los dos cambios.
La gran remontada del Barça con un Ferran clave
También movió el banquillo Flick. Entró Eric García por un Casadó que regresaba por la ausencia por gastroenteritis de Frenkie de Jong, pero no fue un buen partido del joven canterano. También entró Ferran, por lo que el Barça renunció a un centrocampista por otro delantero, y Raphinha centró su posición, arriesgando como en Lisboa cuando le dieron la vuelta a un partido que perdió 4-2. Y de nuevo obtuvieron premio. Muy marcado Pedri, fue Íñigo Martínez que tiro de arrebato y talento para enlazar con Lewandowski en el área, que mantiene la distancia en el pichichi pese a la insistencia de Mbappé, y enchufó el balón a la red con un zurdazo. Inapelable para Oblak. El Barça estaba destatada en un partido que era un correcalles, lo que perseguía, y lo que le llevó al 2-2 de Ferran a centro de Raphinha. El revulsivo le funcionó a Simeone y a Flick.
No con esas, en el correcalles que fue luego el encuentro, el Barça encontró el 2-3 con un gol de Lamine Yamal que tocó en Reinildo y se coló en la meta de Oblak. Un golpeo que hizo parabola, que besó la red, que propició que el delantero rompiera su gafe de 140 días sin marcar en LaLiga, que enloqueció quitándose la camiseta y viendo una amarilla. Todo eso con una sonrisa perenne, la de un Barça al que incluso le dio tiempo de marcar el 2-4, de nuevo obra de Ferran, en la última jugada del encuentro.
El Atlético-Barcelona no defraudó. Es un verdadero Clásico... Y deja a los aazulgrana con LaLiga cuesta abajo solo mirando al Real Madrid. Y en estado de gracia, porque todas las noches son ahora las de Lamine Yamal.