La obra de teatro que junta el derbi, la Semana Santa y unas elecciones generales: "Si pierdo quiero que me machaquen... y si gano quiero machacar"
Alberto Maldonado y José Manuel Rodríguez atienden a Relevo en una de las semanas más especiales de la ciudad.

Sevilla es distinta. Para el que escribe esto, la mejor ciudad. Para los que lean... algunos pensarán lo mismo, otros lo contrario. Pero lo que está claro es que no deja indiferente a nadie. Es la ciudad de la intensidad. De la pasión. De la ilusión por llorar de risa o de alegría, o de risa y de alegría. Es la dualidad. Es fútbol, pero también Semana Santa. Canta y baila con la Feria, pero trabaja y 'se mata' en su día a día. Todo ello sólo lo entiende el que la vive... y el que ve 'Derbi de Ramos'.
Hace un tiempo comenzó a escucharse por la ciudad los primeros rumores de una obra de teatro que unía fútbol y Semana Santa con la comedia. Y todo ello en una ubicación y tiempo concretos: un colegio electoral... un domingo de elecciones generales. Y Domingo de Ramos. Y de derbi entre Sevilla y Betis. Una auténtica locura que sólo le podían salir bien a Alberto Maldonado y José Manuel Rodríguez. "Nuestro gran triunfo ha sido el boca a boca".
Alberto encarna a Salvador, un personaje made in Sevilla. Más que cofrade, es capillita. Padre de familia y auténtico enamorado de la pasión de la ciudad. "Es una obra de vivir a tope. Hay frases literales que están cogidas de la calle, de la barra de un bar o de la segunda fila de una cofradía", confiesa en Relevo. El otro protagonista, José Manuel Rodríguez, le da vida a Curro, un bético de pura cepa y 'enfermo' del fútbol. "Hacemos una versión exagerada de nosotros mismos... pero que se ve muy real por las calles".
Los derbis en Sevilla sólo se entienden de una forma: calientes e intensos. Y eso, para José Manuel, es básico: "La dualidad en un derbi a mí me encanta. Yo veo otros por ahí, sin querer nombrar a algunos, que se dan abracitos entre ellos y yo digo... '¡No!'. Durante el año todo lo que tú quieras, porque al final toda mi familia es sevillista, entonces yo no le deseo ningún mal al Sevilla, pero durante el derbi, la semana y la previa... ahí a matarse. No literalmente, eh (risas). Nosotros no queremos un derbi de 'Nos queremos, nos damos abracitos, que gane el mejor...' no. Aquí el derbi es el derbi, y ahí se va a morir durante ese partido, y ya después, pues no pasa nada. Yo, si pierdo, quiero que me machaquen y si gano, quiero machacar. Y yo creo que eso nos gusta a todos, por lo menos en el fútbol".
Y es que Sevilla es dualidad. La ciudad del blanco o el negro, del sí o el no, del 'o te amo, o te odio'. Pero todo a su forma. Y no sólo en el fútbol, en la Semana Santa también. "Hay clases sociales, pero cuando se acerca el derbi, tu padre, tu amigo o tu primo es del Betis, y tú puedes ser del Sevilla. Y cuando llega el día del derbi es tu enemigo, pero durante el resto del año es de tu familia. Sin embargo, con la Semana Santa pasa lo contrario. Debajo de un paso todos son uno. Ahí no hay ningún tipo de rivalidad, no hay ningún tipo de clase social. Todos van con el mismo sentimiento. Entonces, es muy bonito, porque sí podemos hablar de dualidad de estilo, pero, siempre, con el mismo sentimiento", cuenta Alberto.
Aunque la realidad es que para el que no sea de Sevilla, escuchar a un sevillano orgulloso de su ciudad (en una conversación con un 'extranjero' sacará pecho siempre) debe ser un hartazgo. Porque para el de aquí, su ciudad es la mejor. "Si no lo es, al menos lo parece bastante", cuenta un Alberto que se viene arriba al escuchar el análisis de su compañero y amigo. "Yo es que no me quiero ir de aquí en mi vida. Yo estoy enamorado de mi ciudad. Yo no quiero irme a vivir fuera. Sevilla coge otro tono en primavera. Tú vienes el resto del año y es distinto, pero llega esta fecha y todo florece. Se ve a la gente con otra actitud porque sabe que viene lo que más te gusta. O te gusta la Feria o te gusta la Semana Santa. Y si no te gusta ninguna de las dos, te viene la semana de vacaciones que te vas a la playa. Y estás contento. Ya te digo, Sevilla es que... es la mejor ciudad del mundo, coño. Es la mejor ciudad del mundo", afirma José Manuel. "Al final, sí", remata Alberto con una sonrisa de oreja a oreja.
En 'El Derbi de Ramos', el público vive una montaña rusa de comedia. Puntos fuertes, puntos menos altos... pero siempre con una idiosincrasia e identidad de ciudad impoluta. Y que también sirve para el de fuera. "Es una buena oportunidad para aprender de la cultura de Sevilla. Nosotros mismos aprendemos cada día más cosas, yo los chistes de Semana Santa los cojo cuando ya llevan cinco minutos riéndose", confiesa José Manuel.
El pasado sábado hicieron un lleno absoluto en el Teatro Pathè... y para el 5 de abril, la siguiente función, ya quedan pocas entradas. Con esa llegarán a la decena de ediciones, pero cada una es distinta de otra por la actualidad de una bendita ciudad que no para de darles estímulos: "Una hora antes de entrar al escenario es lo máximo que hemos actualizado una obra, aquí mismo. Fue un día que sacaron una canción y tenía de fondo una banda de música de Semana Santa. Y se metió un chiste con eso", cuenta José Manuel. "Estamos muy pendientes todos de la salud del Papa. Una hora antes de cada función vemos cómo está, para ver si metemos una cosita. Con total cariño, evidentemente", desvela Alberto.
Y eso es 'El Derbi de Ramos'. Una obra que retrata a la perfección la identidad de una ciudad mágica. Una ciudad dual como ninguna otra. Como los propios protagonistas. Uno cofrade y otro futbolero. Uno con "ganas de irme a mi casa dos minutos antes de subirme" y otro con la calma absoluta: "Normalmente actuamos a las 21:30 horas... y yo me pongo a ver la media hora del partido que se esté jugando. El año pasado fue un Madrid-Valencia". Pero una ciudad se quiere más que cualquiera. Y saca pecho por los suyos... hasta que les toca enfrentarse. Dura un día, sí, pero qué día. ¿Y las elecciones? "Eso ya era... para darle el estocazo. Menos mal que no nos metemos en política, que ahora no tenemos haters", finiquita Alberto.