REAL MADRID

Cuando el palco del Real Madrid no era el local más exclusivo de la ciudad: "Si al rey se le ocurría venir, aquello era un desmadre"

Con la llegada de Florentino Pérez el espacio, antes muy futbolero, se agrandó y empezó a permitirse entrar sin corbata.

El palco del Bernabéu, en tiempos de Lorenzo Sanz. /ARCHIVO
El palco del Bernabéu, en tiempos de Lorenzo Sanz. ARCHIVO
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

El palco del Bernabéu como conciliábulo empresarial es una idea algo más reciente de lo que parece. Antes era un lugar más pequeño, recogido, donde los poderosos tenían lugar, sí, pero más los del fútbol que los de la sociedad civil. "Nuestro palco estaba basado en las tradiciones que venían desde los tiempos de Bernabéu y era un palco futbolero", explica Juan Onieva, que fue vicepresidente en tiempo de Lorenzo Sanz.

"Venían sobre todo miembros de la Federación Española de Fútbol, de la regional... y no se invitaba a nadie, solo a ellos, a los directivos de La Liga y a los del club contrario, claro. En lo demás, se aceptaban peticiones", explica. Esto es otra época, ahora mismo las invitaciones al palco son muy codiciadas y es bien conocido que empresarios, políticos y periodistas suelen recibir cada semana un tarjetón por el que se les invita. Solo tienen que aceptar.

El modo de acceder a esa zona noble ha cambiado, pero no es lo único, ni mucho menos que se parece en poco a lo que era en el pasado. El propio espacio que hoy en día es lujoso y funcional, con un gran antepalco servido por Mallorca, antes era un lugar mucho más contenido.

Lo explicaba Alfonso Ussía, escritor, columnista y excandidato a la presidencia del club, en una serie de Sonora sobre Florentino Pérez: "El palco tenía una pequeña barra en la que servía José Luis [uno de los establecimientos más clásicos de Madrid] y luego unas escaleras de caracol que bajaban a una segunda estancia donde había varios sofás. No había nada más. Raimundo Saporta, que era vicepresidente del Madrid y un genio al que le debe todo el baloncesto en España, se aburría muchísimo con el fútbol, y a los cinco minutos de partido bajaba las escaleritas y se echaba una siesta mientras se jugaba".

El escritor era muy consciente de la diferencia entre el palco clásico y el del presente, y lo contaba con la gracia de quien también ha echado mano en muchas ocasiones de la literatura humorística. "Ahora es un espacio que yo creo que hay que estar muy bien físicamente para ir de un lado a otro del palco. Si hay que entrenarse, es inmenso", decía con cierta sorna.

Aquel palco tan pequeño, parte de un estadio enorme, podía llegar a ser un quebradero de cabeza para aquellos que lo tenían que organizar. José María Stampa Casas, muchos años secretario de la junta en tiempos de Ramón Mendoza, recordaba en la misma serie que Ussía los problemas que de vez en cuando tenían para colocar en el lugar de honor a todos los que allí querían y debían estar.

"El palco no se podía ampliar, porque estaba delimitado, pero sí se solían reservar algunos asientos a los lados por si acaso. Lo que pasa es que no cbaían, en el palco aquel cabrían 50 personas, no creo que llegasen a 100. Recuerdo a Manolo Fernández Trigo, que cuando se le ocurría al rey decir que venía se tiraba de los pelos, porque claro, aquello era el desmadre y se organizaba un lío", recordaba el directivo, también abogado.

Ussía, de una familia de cierto lustre en Madrid, empezó a ir al palco muy joven porque su tío tenía relación con Santiago Bernabéu. Es capaz de decir todavía cuándo sucedió, pero no con una fecha, sino por una cuestión social que marcaba el paso a la adultez. "Nos invitó al palco cuando ya teníamos edad de ponernos corbata, porque eso era lo primordial. Si no llevabas corbata no podías entrar al palco", explicaba el columnista.

La corbata de Maradona

La corbata era una etiqueta irrenunciable, lo que llevó en algunos momentos a situaciones algo extrañas, porque en el fútbol no todos son tan cercanos a la formalidad. Así recuerda Juan Onieva una visita a Madrid de uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos: "La chaqueta y la corbata eran imprescindibles, y recuerdo una anécdota poco conocida. En una ocasión me llamó Guillermo Coppola, el representante de Maradona, para solicitar la invitación y yo le hice saber el protocolo. Él argumentó que Maradona no usaba ni chaqueta ni corbata, pero le dejé claro que no le permitirían entrar al palco sin ellas. Por supuesto se presentó con traje, y Coppola decía riéndose que lo habían comprado en El Corte Inglés. Debió ser el primer traje que se compró Maradona".

Corbata, sí, pero con limitaciones, que lo que se va a jugar en el césped es un partido de fútbol y quien más o quien menos cree en la cábala. "No estaban bien vistas las corbatas amarillas, porque había muchos supersticiosos en la directiva, entre ellos el propio Lorenzo. Respetuosamente se rogaba que eligieran otro color disponible", explica Onieva. Aquello era tradición más que norma, así que en alguna ocasión se dieron de bruces con el dichoso color, que tiene la fama que tiene porque se dice que Molière murió en el escenario vestido de amarillo, algo de dudosa veracidad histórica. En todo caso, el horror.

"En un partido contra el Valencia fue dramático, porque la mujer de un invitado, un torero famoso, se presentó con traje, bolso y zapatos de color amarillo. ¡Conmoción! No recuerdo ni el nombre del torero, pero sí que ¡gracias a dios!, ganamos", remarca el exvicepresidente blanco.

Las vueltas sobre la dichosa prenda hace tiempo que desaparecieron. En parte porque la etiqueta ha ido cambiando y casi todos los espacios son menos formales de lo que fueron, pero en este caso además hubo algo que impulsó a Florentino Pérez a cambiar la sacrosanta norma y dejar a los presentes con algo menos de rigor.

La historia está contada muchas veces, y es esa que dice que se quitó la norma porque para Cándido Méndez, histórico dirigente de UGT y muy madridista, se veía en un pequeño conflicto personal para acudir al palco. No iba encorbatado ni a ver al ministro de Trabajo, no iba a hacerlo para ir al Bernabéu. Se llegó a una entente y, como no iba a ser solo cosa de él, se abrió la mano para todos aquellos que reciben la tarjeta que da entrada a la zona noble más noble del mundo del deporte.

La presencia de Cándido Méndez torció el gesto de algunos de sus compañeros de partido y sindicato en su momento. No entendían del todo la presencia del líder en un lugar en el que la fama de lugar de negocio y poder estaba cada vez más presente. A quien no sorprendió, sin embargo, era a todos aquellos que conocían a Florentino. Siempre fue muy capaz de tejer buenas relaciones con unos y con otros, sin importar su ideología o su posición.