OPINIÓN

Pedri condensa los miedos del aficionado

Pedri se marcha llorando tras caer lesionado. /EFE
Pedri se marcha llorando tras caer lesionado. EFE

Cada lesión de Pedri es un recuerdo crudo y estremecedor de que el canario fue el último jugador que logró aguantarle el pulsó técnico y estético a Leo Messi en la frontal del área. El argentino se marchó en 2021 y hasta la fecha Pedri no se había lesionado, aguantando un ritmo infernal bailando sobre el césped sin que su cuerpo mostrase señas de su insultante juventud. Sin el 10, Pedri empezó a sumar lesiones musculares, como si sus músculos se agarrotasen hasta la mínima expresión ante el vacío de Leo, incapacitándole para aquello que todos teníamos claros que sucedería.

El Barça está diseñado para crecer a través de un futbolista que no está pudiéndolo hacer. Ambas realidades colisionan y se enfrentan y al culer le duele aceptar que hay un proceso estancado porque aquellos que deberían llevar la antorcha de la ilusión están atrapados en lesiones perpetuas (Pedri, Ansu) o en la gravedad de la de Gavi. Es un futuro encorsetado por golpetazos que obligan al club y al aficionado a digerir el presente de una forma distinta y a analizar el futuro con más miedo del que tocaría. Pedri condensa los miedos del aficionado porque es el talento incapacitado en su máxima expresión.

Pensar en el Barça es hacerse daño. Uno llegaba a San Mamés ilusionado, pensando en lo que supondría una victoria para acortar distancias y reforzar un estado de ánimo que oscila entre la depresión y la euforia sin término medio. Tras jugar el mejor partido de la temporada, el Barça se deshizo en Bilbao en todos los sentidos. No hubo rastro de los pases que destrozaron la presión del Getafe, tampoco de la intensidad para imponer el plan que se tenía en mente ni la urgencia que el marcador señalaba. El Barça jugó como si estuviese viendo los créditos de la película cuando en realidad era el protagonista en medio de un thriller.

Dijo Xavi hace poco que todo el mundo veía la reacción del equipo. Que con su adiós, lo que buscaba se estaba viendo en el césped y en el marcador. No hay nada peor que hablar de resultados cuando uno no sabe por qué están llegando, y este Barça sobrevive haciendo demasiadas cosas mal como para que las pocas que hace bien tengan continuidad. El adiós de Xavi no ha dado un impulso al equipo, sino que lo ha enterrado en una mediocridad perpetua que pone mucho más de relieve las carencias colectivas de un Barça que no es mejor hoy que el 30 de julio.

Queda tan poco a lo que agarrarse, que la lesión de Pedri duele el triple. Duele primero porque uno es lo que proyecta y no lo que sucede. Somos lo que imaginamos que Pedri sería tras tres temporadas en un Barça que, en 2021, imaginábamos mucho mejor en todo y el culer está quedando despedazado ante lo que sueña y quiere y lo que el fútbol le ofrece a modo de cruda realidad. El tramo final quedará supeditado otra vez al mismo que vimos en 2022, a una eterna promesa a felicidad marcada en los niños, que ahora son Cubarsí y Lamine Yamal, en vez de en una evolución colectiva que ayudase a los niños a crecer.