La explosión en el Rayo de Pedro Díaz, el futbolista que va solo a la ópera y cuya familia es una caja de sorpresas
El asturiano suma tres jornadas consecutivas marcando.

Su nombre y apellido son tan comunes que cuesta adivinar la excepcionalidad que se esconde detrás de este asturiano de ojos de mirada profunda y tatuajes por todo su cuerpo. Pedro Díaz (Siero, 1998) está rompiendo el cascarón de LaLiga en las últimas semanas, confirmando lo que ya soñaron en Gijón hace años.
Son tres goles consecutivos, todos golazos, porque no sabe embocar si no es soltando el tanque de su pierna derecha con la precisión de un fusil. Ya la clavó en el Bernabéu, donde el larguero todavía está temblando, y en Vallecas ante la Real. Ayer en Mendizorroza mantuvo la racha rizando el rizo, porque antes del disparo esquinado dejó por el camino a dos rivales.
El camino de Pedro hasta la franja empieza en Siero. Jugando al fútbol cerca de casa y recalando pronto en el Sporting. El penúltimo productazo de Mareo dejó Gijón hace dos años, rumbo al Girondins de Burdeos. Por proyección podía haber salido antes, pero el contrato le ató al Molinón. En Francia brilló con siete goles, fue feliz con el cambio cultural y futbolístico, pero el club quebró y descendió a Tercera. Así que en verano, siendo agente libre, pudo elegir destino. El Espanyol pujó fuerte, pero una llamada le terminó por convencer.
Al otro lado del teléfono estaba Iñigo Pérez. Lo que le dijo le gustó. No hubo promesas, pero sí concepto. Se demostró en los primeros meses. Hasta noviembre, Díaz apenas 5' contra el Getafe y 45' contra el Girona. Un arranque complicado para enterrarlo con el paso del tiempo. El asturiano no desistió. Ahora rompe el cascarón y empieza a llamar la atención. En el Fantasy está siendo tendencia.
Una de las inspiraciones de Pedro es su padre, José Díaz, en su día propietario de una empresa de interiorismo y construcción y profundo amante de la montaña. De hecho tenía una cabaña en la reserva de la biosfera de Redes, en plena cordillera Cantábrica, un lugar inhóspito de los Picos de Europa, a la que solo se podía llegar tras una hora de trayecto en coche por carretera de tierra y otra más de camino a pie. Las excursiones familiares eran habituales. Su historia acabó siendo un documental, 100 días de soledad. José, solo durante todo el otoño en la montaña asturiana, sin electricidad ni móvil, un canto íntimo a la conexión del ser humano con la naturaleza. Ahora organiza excursiones privadas que en ocasiones le imposibilitan ver en directo, no en diferido, los partidos de su hijo.
La familia cuenta también con otro artista, el hijo mediano, Pablo, miembro del grupo musical Gethere. El mayor, 'Josin', tiene un hijo, Pepe, que ya da sus primeras patadas al balón como su tío Pedro. La madre, Mari José, fan incondicional número 1 del chico. A los padres les prometió un coche si marcaba en el Bernabéu. Y cumplió. Los Díaz, una caja de sorpresas.
Pedro iba a clases particulares de piano con una profesora con la que todavía hoy mantiene la relación. Ya siendo profesional, le relajaba y le ayudaba a desconectar. Lo echa de menos. Ahora le da al golf. Otro de sus hobbies es ver anime. O salir a pasear solo por el Retiro, barrio en el que vive. Mientras la mayoría de sus compañeros apuesta por la periferia, el asturiano buscó piso en el centro. Intenta hacer vida cultural, aunque sea solo. Hasta ha ido sin compañía a ver ópera en la capital. Y no le gusta estar atado al móvil. Lo deja de lado si ha quedado para charlar. Incluso en casa con su familia. Un futbolista que se salta muchos cánones de la profesión.
A sus 26 años está viviendo su eclosión en LaLiga con la más normalidad de las actitudes. En el parón viajó a Asturias, su lugar en el mundo, planeando ir al Molinón con la vergüenza de quien no quiere ser reconocido. Por timidez, no por arrogancia. Son los únicos partidos que no se pierde cuando no le coinciden. En Vallecas flipa con un vestuario tan particular. Y mientras va coleccionando camisetas de LaLiga con el 8 a la espalda, su número fetiche, ya ha dejado caer que si Trejo no continúa, lo que no quiere por nada del mundo, al menos le quede el consuelo de heredar su camiseta.