OPINIÓN

Por qué Piqué es el mejor central de la historia del Barcelona

Su adiós es tan reciente que situar su gigantesca figura en la historia del club, y del fútbol, resulta complejo

Gerard Piqué se va como uno de los jugadores más importantes de la historia del club/Getty
Gerard Piqué se va como uno de los jugadores más importantes de la historia del club Getty
Albert Blaya

Albert Blaya

Luchar contra la nostalgia es una derrota constante. Un ejercicio imposible. La retirada de Piqué es tan reciente que situar su gigantesca figura en la historia del club, y del fútbol, resulta complejo, más cuando existe un nombre tan romántico como el de Carles Puyol en el imaginario colectivo del aficionado azulgrana. Mientras Piqué ha terminado su carrera entre polémicas ajenas al fútbol y con un Barça goleado y débil en Europa, Puyol lo hizo en el cénit de la historia del club, en el mejor Barça de siempre. Irse siempre fue relevante. Pero para analizar al jugador, hay que mirar más allá. Piqué ha sido mucho más jugador que Puyol.

¿Por qué Piqué es el mejor central de la historia del club?Marta Caparrós

Tito Vilanova decía en junio de 2011, tras la mayor exhibición futbolística que el Barça ha perpetrado ganándole la final de la Champions League al Manchester United por 3-1, que sin Piqué se les caía el invento. Una frase que reducía el preciosista y casi imbatible juego del Barça a una verdad muy bien conservada: Piqué era el sostén del equipo desde los primeros pases, la primera pieza que permitía que el resto brillasen. No es que aquel Barça sin Piqué hubiese sido menos, sino que probablemente no hubiese existido. Lo que Gerard hizo justo al llegar al Barça, con 21 años y siendo suplente del United, fue algo que no he visto más en ningún central. Jugó como juegan los mejores de siempre pero sin la sapiencia de los veteranos, entendiendo cómo marcar las diferencias sin ser el más rápido ni fuerte. Piqué siempre fue el más listo.

Cuando un jugador ha sido tan sumamente bueno a una edad tan temprana y ganó tanto como Piqué antes de cumplir los 25, todo lo que venga después siempre sabrá a menos. A derrota. Y es que Gerard era campeón de Champions League, Mundial y Eurocopa justo cuando se supone que llega tu madurez. Y lo fue siendo titular y pieza capital. Y con la sensación de que, en su caso, el talento siempre fue tan abundante que el resto importaba un poco menos. Dominó partidos y a rivales mucho más rápidos, hábiles y fuertes porque su lectura y capacidad de anticiparse le hicieron salir ganador casi siempre. Cambió la heroicidad de Puyol por un dominio silencioso, a ratos patoso, pero impasible. Entendió que defender no es solo salir en la foto final, sino evitar que esta foto exista. Y Piqué logró durante mucho tiempo salir solo en las fotos de los trofeos.

Algo que se obvia en su trayectoria es que Piqué tuvo que compartir zaga durante muchos años con Mascherano, un pivote de 170cm reconvertido a central, muchísimo peor que el Márquez que se encontró Puyol como pareja (por no hablar del propio Piqué). Esto no es restarle méritos al 'Jefecito', sino poner en contexto la pareja que tuvo durante muchos años. Después llegaron un Umtiti dominante, pero efímero, y de vuelta a bandazos con Lenglet, que se cayó con el tiempo, un inmaduro Araújo y un rastro de nombres que no estuvieron a la altura. Es importante recalcar esto porque Piqué ganó dos copas de Europa con Mascherano como pareja de central, y si uno repasa su Champions de 2015, verá que la MSN no hubiese podido cabalgar sin la capacidad defensiva de Gerard, marcando la última línea, salvando situaciones dentro del área y defendiendo para que otros brillaran. Y Piqué siempre seguía.

Piqué habría sido mucho mejor central defendiendo su área que a 70 metros. Pero logró ser el mejor también así porque su espíritu ganador, su talento e irreverencia le permitieron hacerse fuerte allí donde no tendría que haberlo sido. Cuando el Barça perdió fuerza con balón, Piqué se hizo fuerte en su área. Ter Stegen, Piqué, Suárez y Messi explican muchos de los títulos en una etapa que ya languidecía. Su gran virtud siempre fue la de mirar al resto con chulería, con cierta indiferencia. Lo que quizás le acabó condenando fue también lo que le empujó a lo más alto.

Sería injusto quedarse con ese último tramo. Uno marcado por las lesiones, un físico que le expuso en el peor Barça de los últimos años. Es tan lícito criticar su rendimiento final (así como sus polémicas ajenas al verde) como reconocer que el Barça con el que se va él no tiene nada que ver con el que se va Puyol. Carles lo hizo siendo suplente y Piqué, hasta hace unos meses, siendo el central más importante del equipo. Y lo fue porque así lo demostró el verde: el pasado curso el Barça le necesitó para ganar en Liga.

El fútbol es un deporte a ratos cruel, amnésico. Lo que uno deja se toma como referente a toda una vida. Y creo que con Piqué si algo se debe hacer es mirar todo su legado desde lejos y con la mente fría. Recordar que en 2020 se rompió la rodilla y acortó plazos para volver en un Camp Nou vacío y marcarse una exhibición brutal ante el Sevilla en la remontada de las semifinales de Copa (3-0), medio cojo y con un Barça totalmente volcado. Defendió por todos el abismo y su talento permitió que el Barça creyese incluso cuando no debía. Además, marcó el gol que clasificaría al Barça. Un encuentro que podría explicar quién es Piqué sin necesidad de narrarlo. Decir adiós es importante. Dar las gracias, todavía más.