FC BARCELONA - ESPANYOL

Un piso en el barrio de Gràcia que convirtió al Espanyol en una de las mejores canteras de España: "Incluso iba a las tutorías de la escuela"

Capdevila, Saborit, Darder y Roberto Fresnedoso, entre muchos otros futbolistas, se criaron en la antigua residencia perica.

Fotos de los jugadores de la residencia en la 96/97. /AMANDA SASTRE
Fotos de los jugadores de la residencia en la 96/97. AMANDA SASTRE
Marc Mosull

Marc Mosull

En 1988, Josep Manel Casanova le pidió a Lili y a su marido Manuel Fuster que acogieran en un piso grande y antiguo que tenían a dos niños que venían de Toledo y Galicia, Roberto Fresnedoso y Moncho, para jugar en las categorías inferiores del Espanyol. Casanova ya era entonces el coordinador del fútbol base perico y uno de los descubridores y formadores de talento más importantes de la historia del fútbol español. Y esos dos jóvenes fichajes se convirtieron en los primeros inquilinos de la oficiosa residencia blanquiazul, instaurada como tal unos meses más tarde.

A priori aquel piso en el número 17 de la calle Gran de Gràcia era un lugar que el Espanyol pagaba para que los jugadores del fútbol base perico venidos de fuera de Barcelona pudieran ir a comer y a dormir, pero para todos los que pasaron por allí fue mucho más; un hogar y una escuela de vida.

"Yo venía de Sant Gregori, un pueblo muy pequeño de Girona; con 18 años abandonar casa de mis padres e ir a vivir a Barcelona por el fútbol fue un cambio brutal. Todo era muy grande y muy distinto para un niño de pueblo, pero Lili y Manel, así como Pilar, que era la cocinera, nos cuidaban mucho y estaban siempre pendientes de nosotros. Manel, por ejemplo, nos enseñó a coger el metro y a movernos por la ciudad", desvela Sergi Raset, que junto a Gonzalo, David Alonso, Javi de la Torre y Edu Perals fue parte de la segunda generación que vivió en la residencia.

Una familia de adopción

"Más que una residencia, fue una familia que nos cuidaba y se adaptaba a nosotros para que pudiéramos jugar y entrenar", añade Raset, que actualmente es el director deportivo del Olot. Lo confirma Amanda Sastre, cuyos suegros eran Manuel y Lili, los dueños del negocio. Javi Peña, era el hijo de ambos y la pareja de Amanda. Pese a que era un niño y tenía la edad de los huéspedes, ayudaba a sus padres en todo lo que podía.

Amanda y dos jugadores celebran una victoria.
Amanda y dos jugadores celebran una victoria.

"Éramos como hermanos de los futbolistas… me acuerdo de que con Capdevila, por ejemplo, fuimos a ver juntos el último partido del viejo campo de Sarrià, en 1997", cuenta Amanda sobre un niño de Tàrrega, una localidad a más de 100 kilómetros de Barcelona, que vivió en la residencia y con el tiempo se convirtió en campeón del mundo con la selección española.

Y es que por aquel piso de Gràcia pasaron centenares de niños -tranquilamente podía acoger 60 chicos a la vez- que año tras año reclutaba Casanova para la cantera blanquiazul, referencia en la época. Y ninguno de ellos se olvida de la cocinera Cheli, Celia, Toñi y Toni -al que cariñosamente lo conocían como Almendra y que hacía de vigilante por las noches-. Todos ellos ayudaron a Manel, Lili, Javi y Amanda a convertir ese edificio en un verdadero hogar. Precisamente, en 2002, Amanda se hizo cargo de la residencia junto a Javi, que estuvo involucrado en la gestión desde los comienzos.

«Incluso iba a las tutorías de la escuela»

"Hacíamos de todo; les despertábamos por las mañanas, les reñíamos si era necesario, les comprábamos las medicinas, les buscábamos colegio, nos encargábamos de hacer seguimiento de los niños en el colegio, incluso iba a las tutorías de la escuela o les ayudábamos a encuadernar los trabajos del cole. Hablábamos con todos los entrenadores del fútbol base, les dábamos clase a los niños, estábamos en contacto con los padres… de todo", describe Amanda.

"Me acuerdo de que vinieron dos futbolistas de Rumanía, Max y Dinu, y les tramité el visado. A Dinu incluso le ayudé a aprender español. A Max no hizo falta porque lo aprendió viendo telenovelas en su país. Por ejemplo, con los ghaneses Paul Quaye y Alex Twene nos costaba mucho entendernos por el idioma", revela Amanda, que fue como una madre para todos los niños que pasaron por la residencia.

"Fíjate, que el primer biberón de mi hija se lo dio Julián López de Lerma. Y que Óscar Sielva vivió en nuestra casa durante un tiempo", añade. Como se desprende de sus palabras, el suyo no fue un simple trabajo ni la residencia fue un negocio al uso. "Acompañaba a los niños cuando se tenían que operar y de tanto ir a las mutuas a llevar a los jugadores lesionados ya sabía cuando tenían roturas fibrilares. El doctor Cugat me decía 'pero, ¿cómo te lo haces? Estás en todos los sitios'", completa con una sonrisa.

Una celebración en la residencia del Espanyol.
Una celebración en la residencia del Espanyol.

El fichaje de Darder por el Espanyol

"Sergi Darder se fue al Barça. Y se ve que la Masia no era tan familiar como nuestra residencia, y no terminó de adaptarse. Casanova lo trajo, estuve charlando con él y lo pusimos a dormir con otro niño que venía de las islas Baleares. Al cabo de dos días, me llamó su madre para decirme que estaba muy contento, no se lo creía. Y fichó por el Espanyol", recuerda Amanda sobre el futbolista de Artà que, de niño, "siempre suspendía tecnología". "Aleix Vidal llegó a la residencia con 18 años. De los 16 a los 18 había dejado el fútbol para trabajar en la construcción de una autovía como peón", expresa sobre el exjugador del FC Barcelona y el Sevilla.

"Chuli me decía que si no fuera por mí habría dejado el fútbol… y cuando hizo 18 años le dejamos nuestra casa para que celebrara el cumpleaños. Manu Molina, que ahora está en el Málaga, recuerdo que aprobó música porque era muy zalamero y cantó una canción con mucha gracia. Y un año Rubén Duarte celebró las fiestas de Navidad con nosotros en casa de mis padres porque no podía volver a Andalucía", explica con cierta nostalgia Amanda, que todavía mantiene relación con muchos de los que en su día fueron como sus hijos y que tiene anécdotas con ellos para dar y regalar.

"Honestamente, a mí el fútbol me importaba poco. Yo quería que ellos estuvieran a gusto y fueran felices en la residencia porque eran niños y estaban lejos de sus familias", lo cierra Amanda Sastre, parte indisociable de la carrera de muchos excanteranos pericos. El piso de Gracia, fundamental en la historia del Espanyol, funcionó hasta el año 2009, cuando la entidad catalana inauguró su propia residencia, ubicada muy cerca de la Ciudad Deportiva, en la Escola Túrbula.

La nueva instalación, bautizada con el nombre de Josep Manel Casanova, mantiene el espíritu del hogar que regentaron con devoción Lili, Manel, Amanda y Javi, y continúa siendo un semillero de futbolistas en el que se han formado chicos como Nico Melamed, Jofre Carreras o Joan García, pero esa es una historia que Relevo contará otro día.