Querer también es dejar ir
Dicen que quien se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado. Esta noche Piqué se ha ido, del césped del Camp Nou, porque al Barça volverá. No hará falta que nadie le llame, porque él es de esos jugadores plenamente adheridos a una idiosincrasia de un club y de casi toda una sociedad catalana. Así que, de una forma natural e instintiva, seguirá siendo referente de esos valores que promulga Can Barça. Gerard es lo que cualquier culé querría ser.
El tiempo dirá si su marcha es más por su bien que por el del Barça. Aunque su afición no tiene dudas, y ya han dado su veredicto. Él, el suyo: "A veces querer, también es dejar ir".
Piqué ha trascendido al futbolista, y en los últimos años ha jugueteado con un híbrido artístico, político, empresarial… Él lo sabe, es un tipo listo. Que marcharse en lo alto, jugando de titular, en el lugar soñado, con Milan y Sasha de testigos, con el Gràcies de los suyos, antes de que sea demasiado tarde, es el destino escrito sólo para los más grandes. Entender el momento de decir adiós mantiene el recuerdo y el amor a salvo, conserva en una urna intocable lo que ha sido y lo que podrá ser. Piqué ha entendido a tiempo que el camino es de ida, pero también de vuelta. Que poder elegir cuándo y con quién retirarse, ya es otro de sus grandes éxitos.
Esta noche se ha despedido uno de los mejores centrales del mundo, y si alguno lo reniega, probablemente sea por razones bastante alejadas del fútbol. Sin embargo, es cierto que Piqué no habría existido de no haber sido por Geri. Del provocador como pocos, apasionado, carismático, antimadridista confeso, enemigo de las medias tintas y de lo políticamente correcto. Amado en su casa y casi odiado fuera de ella. Y eso le gustaba, le ponía, le hacía más Piqué.
Para convertirse en un personaje legendario, se precisa de episodios fabulosos, folclóricos y maravillosos. Piqué es, de siempre y para siempre, una leyenda. Gerard, ahora también empieza todo.