REAL MADRID

"En equipos como el Real Madrid la mierda te viene sola, no la llames"

Juan Muro, fisioterapeuta del equipo blanco durante casi 30 años y hombre de confianza de Benzema, deja la primera línea del fútbol. "En el vestuario no hay que ir de listo", dice a Relevo.

Juan Muro posa en MM Fisioclinic, su centro de Boadilla. /RELEVO / MICHÈLE NOVOVITCH
Juan Muro posa en MM Fisioclinic, su centro de Boadilla. RELEVO / MICHÈLE NOVOVITCH
Sergio Gómez
Michèle Novovitch

Sergio Gómez y Michèle Novovitch

"En el Real Madrid, y en todos los grandes equipos, la mierda te viene sola, no la llames". La cita no figura en ningún libro de aforismos ni la pronunció Alfredo Di Stéfano en uno de sus famosos arrebatos de ingenio que servían de guía, como aquel "No hay mejor jugador que todos juntos". Pero contiene el peso de las sentencias que ayudan a sobrevivir. La frase remite a la prudencia y quien la acuña es Juan Muro (San Sebastián, 53 años), hombre que camina con tacto. No en vano, durante casi tres décadas ha sido fisioterapeuta del club blanco (en dos etapas distintas), de la Selección y, desde 2009, las manos en las que Benzema encomendó su éxito y su intimidad.

Juan Muro, sobre la prudencia en un vestuario. RELEVO/M. NOVOVITCH

Este verano decidió dejar la primera línea del fútbol. "Un día, mi mujer me preguntó: 'Juan, ¿cuándo fue la última vez que te pudiste coger vacaciones en agosto?'. Y después de pensarlo, caí: desde 1991. Era el momento de dar un paso al lado, de disfrutar también de la familia", cuenta. Seguirá tratando a los deportistas, pero ya lo hará en su centro, MM Fisioclinic: "Esta es mi jubilación".

Alejarse del fútbol no implica relajarse. La agenda de Muro apenas concede un resquicio y hay días en los que aplica por fuerza el ayuno intermitente. Es probable que ese ajetreo esté detrás de su fina anatomía. Sorprende su altura (195 centímetros), su voz entusiasta y, sobre todo, sus manos. Esas que desde muy joven le hicieron destacar como remero y han acabado por darle la vida a muchos futbolistas: "Fui campeón de España de remo varias veces con mi club de San Sebastián, el Ur Kirolak. Me concedieron una beca para venirme a estudiar a Madrid y con 18 años me instalé en la residencia Joaquín Blume. El objetivo era ir a Barcelona'92". Estuvo un año, el sueño de los Juegos hizo aguas y se entregó a la fisioterapia, donde se cruzó con una de esas personas que cambian biografías: Pedro Chueca.

"Pedrito es mi mentor, mi profesor. En la vida es importante tener un guía y él lo fue. Antes de terminar la carrera estuve haciendo unas prácticas en una de sus clínicas y se fijó en mí. Cuando acabé en la facultad me metió en las categorías inferiores de la sección de baloncesto del Madrid. Él ya era una institución allí", indica antes de encender el reproductor de anécdotas: "Yo era un bebé en la profesión, acababa de llegar. Y de repente un día aparece Arvydas Sabonis. '¡Blad, Blad!', decía. 'Ostras, ¿pero qué es esto?', pensé. Te impacta. Un bicho enorme. Recuerdo una vez que tuve que ponerle un vendaje. No sabes lo que era eso. ¡Gastaba tres vendas!".

Su llegada al primer equipo del Madrid

En esos años, los primeros de los noventa, Muro comenzó a palpar la alta competición y su exigencia. Pero no fue hasta 1996 cuando se sumergió en la élite. Lorenzo Sanz, recién nombrado presidente del Real Madrid, ascendió a jefe de los servicios médicos a Alfonso del Corral, que guardaba una gran relación con Chueca. Y este tiró de todos los que trabajaban en las categorías inferiores del baloncesto para instalarles en el primer equipo de fútbol. Otro nivel. Otra película. Otras normas. Un vestuario como el blanco es un ecosistema especial. Y para perdurar en él hay que tatuarse la Teoría de Darwin: sólo sobreviven los que mejor se adaptan. Muro llegó advertido y entró con plomo en los pies.

Juan Muro tratando a Marcelo.  INSTAGRAM
Juan Muro tratando a Marcelo. INSTAGRAM

"Sin decirte nada, los jugadores desconfían al principio porque tú te añades a un entorno formado. Al final he mamado mucho vestuario y, como miembro de un cuerpo médico, es esencial que no vayas de listo. Debes saber quiénes son los protagonistas. Son los jugadores, no tú. Cuando llegué así lo apliqué. Me fijaba en el fisioterapeuta más veterano, en si a ese jugador le gusta que le pongan frío, si el otro prefiere la electroterapia, si el de más allá huye de la electricidad y reclama el tratamiento manual. Al principio yo me lo apuntaba todo, me hice mis apuntes con todo eso (risas)", desvela.

No todo son códigos médicos. En la caseta gobiernan leyes tácitas que deben ser interiorizadas. También por los terapeutas. "Yo me siento muy respetado porque no he entrado en el circo… Sé dónde está mi lugar. Hay unas normas no escritas que debes saber interpretar. Si no lo haces, vas a durar ahí dentro diez minutos", asegura. Muro satisface la curiosidad: "No ir de gracioso, la puntualidad, saber que si un jugador ha puesto su música pues tú no puedes poner la tuya, que el vendaje de determinado futbolista debe ser de esta manera y no de otra, que cuando estás en un bufé son ellos los que se levantan primero…".

Juan Muro habla de los códigos en un vestuario. RELEVO/M. NOVOVITCH

Un régimen que, en función del entrenador que esté al mando, puede ser más castrense o más flexible. Muro hace justicia a su apellido y evita dar nombres, pero sí cuenta un episodio que dibuja hasta dónde pueden llegar las obsesiones de los que mandan: "Hubo un entrenador en el Madrid que, por ejemplo, prohibió al cuerpo médico beber alcohol en las comidas porque decía que se intoxicaba el ambiente. También ordenó que desaparecieran todas las botellas de colores y sólo hubiese transparentes. Bueno, me parece respetable. Cada uno tiene su película y tú tienes que aceptarla. Yo lo digo siempre. En el Real Madrid, como en los equipos top, la mierda te viene sola, no hay que llamarla, te va a venir durante la temporada. Así que, tío, sé prudente".

Con esta metáfora escatológica, el donostiarra se refiere a lesiones imprevistas, a baches de resultados que enrarecen la atmósfera, a roturas musculares que no acaban de cicatrizar o a recuperaciones que deben rozar casi lo milagroso porque tanto el jugador como la trascendencia del partido lo demanda. "Por eso no puedes entrar tú como un animal en una cacharrería", insiste. Los futbolistas o entrenadores no son los únicos componentes del equipo que soportan sobre sus hombros una presión desmedida.

"En el vestuario hay normas no escritas: no ir de gracioso, si un jugador ha puesto su música no puedes poner la tuya, cuando estás en un bufé son ellos los que se levantan primero..."

JUAN MURO

A la memoria de Muro se presenta una de esas situaciones límite que, por fortuna, se sacó hacia adelante con tanto acierto que se acabó en Cibeles y con el champán al viento: "No se me olvida lo que pasó con Mijatovic antes de la Séptima. En el entrenamiento de antes de viajar a la final notó un pinchazo en el sóleo. 'No me lo pierdo ni loco', decía Pedja. Y habló con Chueca porque era su hombre de confianza. Estuvo durante toda la noche con él, dándole confianza y aplicándole diferentes metodologías de tratamiento. Siempre con el escenario en la cabeza de que iba a estar listo. Ahí nadie sabía nada, todo quedó en un tema con los médicos. En la sesión previa a la final, con toda la prensa, tuvimos que trazar una estrategia para mantenerlo en secreto. Mijatovic solía entrenar con calcetines cortos y sólo ese día se entrenó con medias altas para ocultar el vendaje. Tras el tratamiento superó el test de forma fantástica y metió el gol decisivo".

Esa confianza que Pedja recibió de Chueca fue casi tan curativa como el propio tratamiento. "Ejercemos una especie de 'psicología fisioterapéutica'. Hay un lenguaje verbal, que habla de fútbol, de música, de los goles que se ha metido... Pero después está el no verbal. Debemos tener empatía, saber cómo mirar al paciente, dar seguridad. Esto es ciencia, pero también arte. Para recuperar lo antes posible una lesión hay que tener también sensibilidad. Y dedicación: nos tiramos todo el día estudiando, todo", admite.

Muro es de los que en las concentraciones se rodea de libros y apuntes, se conecta a congresos y bebe de todas las fuentes posibles. Incluso en medio de un partido. "No soy muy futbolero, lo confieso. Me gusta ver finales, por supuesto, Clásicos, derbis… Pero en el resto de encuentros, cuando daban el pitido inicial, yo me metía en el vestuario y me ponía a estudiar, me ponía mis clases de inglés, mis vídeos de ejercicios de metodología, de ecografía…". ¿Y si hay una lesión? "Hay un compañero que está en el banquillo, que es el que atiende. Si hay que verlo pues ya me avisan, algún miembro de Seguridad, por ejemplo: 'Oye, Juan, que viene un jugador'. Entonces recojo todo y le atiendo. Esto ha cambiado mucho. Antes viajábamos solo dos fisios, ahora, hasta seis. Yo soy muy friki de esto".

Juan Muro estudia en los descansos. RELEVO/M. NOVOVITCH

Como en todo archivo médico, amontona torres de informes. Los hojea mentalmente y los expone de forma ligera. Los hay sorprendentes: "Coentrao era un tipo que tal vez se dejaba en los entrenamientos, pero era ultracompetitivo. Cuando el árbitro pitaba se enchufaba. Y tú decías: '¿Pero cómo este tío se puede meter esas carreras si ha entrenado justito? Como el fallecido Reyes'...". Ejemplares: "Cristiano es la punta del iceberg de todo lo que vi; vivía 24 horas en su cuidado y nos daba mucho valor". Progresivos: "El cuerpo de Benzema pegó un cambio importante cuando se fue Cristiano. Fue madurando y se dijo: 'Ponte las pilas'. Y así fue". Imponentes: "He visto la evolución y puedo decir que los futbolistas de ahora no son como los de antes; ahora son bestias". Pero también aparecen los historiales desconcertantes (Bale) y desesperantes (Woodgate). Estos dos expedientes merecen más reflexiones. En primer lugar, Muro aborda el último, puesto que fue él quien se encargó de buscar la solución.

Woodgate sólo pudo disputar por las lesiones 891 minutos -distribuidos en 14 partidos- en las dos temporadas que permaneció en el Bernabéu (2004-2006). "Aquello fue mucha impotencia, sobre todo con un jugador con el que te involucras tanto, tanto, tanto. Había desesperación. Le sacabas adelante y se rompía. Y se rompía otra vez. Y se rompía de nuevo", comienza. Buscó mucho y encontró la raíz del problema, pero no hubo una solución definitiva: "Se rompía en el recto anterior pero la patología no residía tanto ahí sino en quién gobernaba ese recto anterior, que era un nervio que venía de la espalda. Él tenía un problema de inestabilidad en la espalda. Esto hacía que cada vez que tenía una acción de alta intensidad, esa inestabilidad generaba una información errónea al músculo que hacía que se lesionara".

La angustia del jugador le llevó a recurrir a infinidad de tratamientos, algunos muy alejados de la ciencia. En este punto, Muro se pone serio y advierte: "Las novias que tiene el Real Madrid con respecto a profesionales sanitarios son multitud. A veces ocurre que un jugador se te estanca. En ese momento, la cantidad de voces que vienen y dicen 'yo le recupero'. Me he encontrado con artistas de todo tipo que, por respeto y educación, nunca les cerré la puerta. Incluso yo decía: 'Ojalá. ¿Que yo le llevo tratando cuatro meses esa lesión y no hay manera y tú dices que en dos tratamientos tuyos le curas? Ojalá, que yo quiero aprender de eso'. Y nada. Al final no tuvo mucha continuidad y acabó retirándose. Una pena porque el jugador le ponía todas las ganas. Caía y estaba ahí de nuevo. No fue por falta de actitud".

"En los partidos yo me metía en el vestuario y me ponía a estudiar, me ponía mis clases de inglés, de ecografía... Soy muy friki"

JUAN MURO

"Bale es otro caso curioso", cambia de tercio. "Parece ser que tenía un problema discal L5-S1. De ahí parten muchos nervios y uno de ellos es el ciático, que tiende a enervar ese sóleo que se le lesionaba de manera recurrente", informa de un modo pericial. El componente del estrés también jugó su papel en el cóctel: "Luego está cómo cada jugador vive el fútbol, la vorágine del Real Madrid, esa ansiedad, la resiliencia... Hay jugadores que... Bale tuvo dos primeros años muy buenos. Luego peor, aunque de esa etapa no te puedo hablar porque nos echaron".

Muro se refiere a 2015, cuando el doctor Jesús Olmo, que llegó al club dos años antes, decidió reestructurar el departamento médico y puso en la calle al grueso de profesionales de confianza de los futbolistas. A Pedro Chueca, al traumatólogo Paco Morate, al recuperador Santi Lozano, a los fisios Carlos Heredia, Dani Pirri (hijo de Pirri, futuro presidente de honor) y al propio Muro, que prefiere no hablar ni de causas ni de culpables. "Eso ya pasó", se escuda. En 2016 se incorporó al staff médico de la Selección y cogió un poco de aire: "No sientes esa presión que quema del día a día. La tesitura en un equipo nacional es distinta. Mucho más tranquila".

Muro posa con Benzema y su Balón de Oro.  INSTAGRAM
Muro posa con Benzema y su Balón de Oro. INSTAGRAM

El caso es que, pese al despido del Real Madrid, los jugadores se seguían tratando con ellos de manera externa. En su camilla confiaron Marcelo, pero sobre todo Benzema. "Estuve con él desde 2009; hubo química". La mezcla fue un éxito y la complicidad, evidente. Tanta como para que Karim, un tipo de carácter introvertido, le pusiera el apodo con el que ya sería conocido en la caseta blanca: 'manos de cocodrilo'. "Esto tiene una explicación", aclara. "A él le gusta la terapia manual, que para mí es la base, el contacto con el paciente. Quiere que las técnicas sean profundas porque con esos muslos y volumen muscular... Necesitan que se entre con fuerza. Entonces un día, cuando le estaba tratando, comenzó a vacilar: 'Cocodrilo, cocodrilo, tú tienes manos de cocodrilo'", se carcajea después de haber movido las manos como en un intento de quitarle nudos al aire.

"Benzema me puso el apodo de 'manos de cocodrilo'; también me llamaba 'muerto viviente' porque llegué a hacer jornadas de 14 a 16 horas"

JUAN MURO

"Esos primeros años yo me nutro de él y él de mí. No me lo dice, pero se nota en las dinámicas del día a día. Cuando me despiden, tanto Marcelo como él se ponen en contacto conmigo y me dicen que quieren seguir trabajando conmigo. Esa fidelización te da un subidón, claro. Es un valor incalculable", asegura.

Juan Muro habla de su apodo 'Manos de Cocodrilo'. RELEVO/M. NOVOVITCH

Fue el delantero francés quien propició el regreso de Juan Muro al Real Madrid en 2021: "En mi segunda etapa me sentí muy valorado. Karim ya era capitán, junto con Marcelo, y me dice: 'Quiero que estés aquí'. Y él hace todo lo posible para que volviera a entrar en la dinámica del equipo. Al final con él he estado 14 temporadas, le he visto evolucionar, madurar hasta su Balón de Oro".

La pregunta aparece botando. ¿Y qué hace en Boadilla y no en Arabia? Muro sonríe: "Pues existió la posibilidad de marcharme con Benzema, sí. Tuvimos nuestros contactos y al final, por las dos partes, pues no se llegó a un acuerdo". Eso no significa que el lazo se haya desgastado hasta romperlo. La supervisión se mantiene aun con tantos kilómetros de por medio: "Hemos entendido la dinámica. Yo he estado en contacto con los fisios del Al-Ittihad y les informo. No les digo cómo tienen que trabajar, pero sí les hablo de la metodología que más le gusta a Karim, de que se fijen en tal o cual detalle para que se adapten. Al final he estado 14 años con él. Cuando vuelva a Madrid ya sabe dónde estoy".

Juan Muro posa junto a su socio, Bernabé Machio.
Juan Muro posa junto a su socio, Bernabé Machio.

El paso a un lado le ha llevado a su clínica de Boadilla. Este año la ha puesto en marcha junto a su socio Bernabé Machio. "He sacrificado mucho en el fútbol", reitera. "Benzema, por ejemplo, sabe lo que trabajo. Él me decía: 'Juan, eres un mort vivant, un muerto viviente'. Hacía jornadas de 14 a 16 horas trabajando. Ha llegado el momento. Además, me siento privilegiado de poder decidir, no que decidan por mí. No sigo en el Real Madrid porque yo no quiero. No sigo en la Selección porque yo no quiero. Esta es mi jubilación. Mi jubilación no es dejar de trabajar, sino hacerlo acorde a cómo está mi cabeza, con calidad de vida y con un grupo humano fantástico donde podemos crear sinergias maravillosas. No quiero más". El reportaje acaba del mismo modo que una sesión con él: "Venga, ya está". Con tacto.