El 'replay' alargaría el luto y que siga Xavi sería la Decimosexta
Cuando las cosas iban mal en el Barça Xavi dijo como mecanismo de defensa que se iba. Y ahora que todo va a peor, puede que se quede. Quien entienda algo que lo explique. Y quien posea innovadores conocimientos sobre motivación que vaya dando unas clases.
Caer en la Champions cuando todo iba a favor y entregar la Liga en abril parece que, curiosamente, han reforzado al entrenador. Como si no hubiera sido poco con la Copa (adiós en cuartos), con el repaso de la Supercopa en enero y con intentar convertir a Cancelo en Roberto Carlos obviando que Guardiola lo había enviado por algo a los leones. Los calamitosos y reciente arbitrajes le han valido para maquillar sus tropelías y, lo peor de todo, para que en el club le compren un discurso victimista que no es más que una huida hacia adelante. Normal que el Bernabéu coree con más deseo que guasa eso de '¡Xavi, quédate!". Su continuidad, tras una marcha atrás inexplicable, sería celebrado como otra Champions. La Decimoquinta el 1 de junio y la Decimosexta durante el próximo verano.
Laporta sabe lo que hace. Sin dinero en la caja y con deudas hasta las cejas, no tiene mejor escudo bajo el que protegerse. Sin Xavi, se quedaría sin más balas. Porque Lamine, de momento, lo utiliza como flotador. Al próximo disgusto, que llegará con Márquez, Flick o David Vidal, porque este Barça está para competir por absolutamente todo pero para no ganar absolutamente nada, será él el que se irá. Y no por iniciativa propia, sino porque los socios le enseñarán la puerta de mala manera. Una cosa es que el barcelonismo haya hecho un solidario y ejemplar ejercicio de contención y mesura ante esta grave situación institucional, y otra bien distinta que haya perdido el gusto, el pulso y la cabeza.
Xavi dejó de ser Xavi hace mucho. Y eso le ha jugado una mala pasada. Todo lo natural que era jugando -control y pase- lo ha convertido en una plasticidad insoportable -hoy la culpa es de X, hoy la culpa es de Y-. Al Xavi futbolista le encantaba el buen estilo pero, sobre todo, ganar. Coincidía que la mayoría de veces se daban ambas cosas y que, para lograr lo segundo, el mejor atajo era lo primero. Nada más. El discurso salía por los pies. Ahora, sin embargo, ni hay juego ni resultados, y cuando al inicio mostraba su disconformidad por las formas, ahora éstas ya le dan igual y, para colmo, tampoco se rebela con el marcador. El fútbol sólo sale por la boca. El Barça jugó como nunca en Madrid y cayó como siempre.
Santi Cazorla, que no es dudoso, venía a decir hace días en una jugosa entrevista con Sid Lowe en The Guardian que no reconocía al Xavi entrenador desde el primer día que se puso a pintarrajear la pizarra. Que su sigilo como mediocentro, valorado en el mundo entero, se había convertido en un terremoto en la banda que sonroja a más de uno. Por eso, de corto vio 52 amarillas y tres rojas por doble amonestación en 20 años, y ahora, en sus cinco años en el banquillo, está siendo llamado al orden o enviado a la grada una semana sí y otra también tirando la imagen por los suelos.
No es el ídolo que conocíamos. Y si algo ha contagiado a este Barça es ese espíritu de crispación constante y unos aires de eterna revancha porque, para él, todo el mundo está en la bancada de la oposición. Ver a Fermín subido a una valla con 1-2 y 20 minutos por delante en el Olimpo de las remontadas no responde más que a esa perenne, infantil e irracional reivindicación. Messi, más allá de ser único, lo hacía en noches épicas y cuando toda la grada permanecía atenta con babero.
Después del atropello del último Clásico, que pase cualquier cosa y que paguen justos por pecadores si hace falta. Como si hay que hacer una recolecta para pagar el ojo de halcón o como si es necesario ponerle un entrenador personal a Pedri. Pero, por favor, que no se repita el partido como ahora suplica Laporta. El culé merece un respeto y, sobre todo, un descanso. Y ver otra vez a Lucas Vázquez hacer un surco en su banda y cerrar la continuidad de Xavi al mismo tiempo no haría más que alargar este infinito luto.