Y sin hacer ruido, Quique Sánchez Flores

El Sevilla recurrió a Quique Sánchez Flores en una situación de emergencia. La precipitada decisión con José Luis Mendilibar y el fracaso con Diego Alonso obligaron a acudir a un bombero con experiencia. Pese al gran estreno en Granada, al técnico madrileño le costó coger el aire al equipo e incluso se llegó a dudar de su continuidad en el banquillo. Sin hacer ruido y con un fútbol poco vistoso, Quique tiene prácticamente culminada la misión que le encomendaron los dirigentes allá por el mes de diciembre: salvar al Sevilla.
Ni esos 24 puntos sumados en 16 partidos le han bastado a Quique para despejar las críticas. Tampoco le ha preocupado demasiado al entrenador, alejado del ruido del entorno e incluso de la Feria, de la que también se apartó. Sus cinco sentidos para convencer a sus futbolistas de su ideario para salir del pozo. Un compromiso a prueba de bombas liderado por Sergio Ramos, a quien ahora tampoco le ha importado que la pelota no saliera jugada desde atrás. Con el ejemplo del capitán, Quique ha ido sumando soldados a la causa. Y también ha explotado las virtudes de esa pareja bien avenida que han conformado En-Nesyri e Isaac Romero.
Tampoco las especulaciones han afectado a Quique. Ni que aparezcan los nombres de Enzo Maresca, Raúl González o Jagoba Arrasate como alternativas para el futuro han cambiado el mensaje del técnico. "Pocos nombres han salido", llegó a decir el madrileño, en su enésimo discurso cargado de realidad y de presente. Pero su amplia trayectoria le hacía ser consciente que sus opciones para continuar sólo pasaban por cumplir su tarea. Ganar partidos, hasta tres seguidos, para que la permanencia sea ya casi una realidad.
Otro fútbol quizá era posible, pero asumiendo unos riesgos que él entendió que la situación del Sevilla no permitía. Tras pruebas y experimentos, Quique hace tiempo que llegó a la conclusión de que priorizar el sistema defensivo era el camino para conseguir el objetivo. Un fútbol alejado del preciosismo, difícil para el aficionado pero que le ha servido para espantar los fantasmas del descenso. Casi sin exposición mediática y encerrado con los suyos, Quique sigue ganando puntos, para el Sevilla y también para su figura de entrenador.
Y ahora le llega el derbi. En el momento más dulce de la temporada, con 12 puntos de ventaja sobre el descenso cuando sólo faltan 18 por disputarse. Con la afición entregada en el Sánchez-Pizjuán, que los goles y las victorias transforman los pitos en ovaciones y cánticos. El duelo de rivalidad se presenta como el único regalo posible del equipo sevillista a sus aficionados en un año muy duro. Pero también como otra ocasión para que Quique siga reivindicando su vigencia en el banquillo, más allá de contratos, cláusulas o diferencias de criterio con el director deportivo.
El gran interrogante le tocará despejarlo a los dirigentes, los mismos que acumulan dos años sin encontrar a la persona adecuada para dirigir un proyecto. No repetir los errores del pasado, cuando le dieron continuidad a los exitosos Julen Lopetegui y Mendilibar sin demasiada fe, marcará el devenir del Sevilla. Aunque Quique siempre podrá decir en voz alta que, sin hacer ruido, él cumplió con ese equipo que veía desde la Tribuna de Fondo cuando era pequeño.